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A partir del 21 de julio, en Francia es obligatorio presentar el "pase sanitario" para poder entrar a un café, un restaurante o un concierto. Con esta medida, el gobierno francés busca acelerar la vacunación masiva contra la covid-19

En los últimos días, la vida pública en Francia ha estado agitada por causa del “pase sanitario”, un documento oficial que acredita que una persona no es susceptible de contagiar la covid-19 porque o ha recibido las vacunas pertinentes (las de los laboratorios o farmacéuticas reconocidas por la Unión Europea) o porque una prueba médica reciente (PCR) así lo avala.

El pase sanitario en sí mismo no es tanto el motivo de la polémica, sino la extensión de medidas restrictivas anunciadas el pasado 12 de julio por Emmanuel Macron, presidente de la República. A partir del 21 de julio el “pase sanitario” será un requisito obligatorio para poder entrar a lugares públicos como cafés, bares o restaurantes, así como sitios de interés cultural como museos, teatros o salas de concierto, o al abordar medios de transporte como aviones, trenes e incluso autos particulares en caso de trayectos largos

Dicho de otro modo, se podrá negar la entrada a dichos lugares a quien no cuente con el pase

Por su parte, el gobierno emprenderá acciones de control y verificación para comprobar que todos los asistentes a los lugares mencionados tengan el pase, so pena de imponer alguna sanción a quien contravenga la medida.

A la par, en su mensaje del 12 de julio el presidente también hizo saber que la vacunación contra la covid-19 será ya obligatoria para todo el personal asociado con los cuidados médicos y sanitarios (aproximadamente 1.5 millones de personas). En este caso, un proyecto de ley que será discutido en el Senado francés este 21 de julio prevé que a los trabajadores del sector salud que no estén vacunados para el 15 de septiembre se les niegue el acceso a su lugar de trabajo, por lo cual no podrán trabajar y no recibirán su salario.

En el fondo ambas medidas tienen la misma motivación: incentivar la vacunación masiva contra el coronavirus para frenar una posible cuarta ola de contagios. En particular, la intervención del Estado ocurre en el contexto de la dispersión de llamada “variante delta” del coronavirus causante de la covid-19, dominante actualmente en Francia. Tan sólo en la última semana los contagios se han incrementado en un 105%, pasando de siete mil casos detectados cada día a dieciocho mil. En este contexto, la vacunación se presenta como el recurso más efectivo para prevenir la saturación de hospitales y otras instalaciones médicas.

La manera que el gobierno francés encontró para “forzar” la vacunación fue restringir las actividades públicas y de convivencia para quienes no estén vacunados. En una de las frases más elocuentes pero también más polémicas de su mensaje del 12 de julio, Macron dijo que en esta ocasión, “las restricciones recaerán sobre los no vacunados en lugar de sobre todos”.

Las medidas tomadas por el gobierno francés han causado descontento entre algunos sectores de la población en Francia. Si ya en todo el mundo la pandemia ha estado acompañada de manifestaciones en contra de las acciones tomadas para contenerla (desde el uso de la mascarilla sanitaria hasta la aplicación de las vacunas disponibles), en este caso el desacuerdo aumenta por el hecho de que, al menos en Francia, la vacuna contra la covid-19 está en vías de volverse obligatoria. 

Si tomamos en cuenta que uno de los rasgos más característicos de nuestra época es la creencia fuerte en la individualidad, decisiones como esta, aun cuando tengan como espíritu la noción del bien común y la convivencia, se reciben como una afrenta a la libertad personal y la capacidad de decidir lo que uno quiere. La oposición a la vacunación obligatoria o forzada gira en torno al derecho que cada persona tendría para decidir siempre lo que quiera. Bajo esa perspectiva, el pase sanitario ha sido calificado de “liberticida” por algunos opositores, como una medida que atenta y suprime la libertad del individuo.

En el marco de este asunto pero también del momento histórico que vivimos, dichas consideraciones plantean algunas preguntas importantes y de gran trascendencia tanto para la persona en sí como para el hecho de que la única vida disponible para el ser humano es una vida con otros. 

¿Qué tanto el individuo sabe realmente lo que quiere y lo que le conviene? ¿Qué tanto el interés colectivo puede prevalecer sobre el individual? ¿Cuál es el límite de la libertad individual, quién lo fija y bajo qué condiciones? ¿La libertad individual es inviolable bajo cualquier circunstancia? 

Las preguntas son complejas y algunas rozan ideologías que, en aras de uno u otro extremo, el individual o el colectivo, han llevado a sucesos lamentables en la historia de la humanidad.

Sin embargo, sin exagerar tanto el cuestionamiento, hay al menos una arista sobre la cual valdría la pena reflexionar. Esta es el discurso profundamente reivindicativo de la individualidad que circula en nuestros días. Vale la pena interrogar esa exacerbación del individuo, sus mensajes, sus posibles argumentos. Examinarla a la luz de un hecho incontrovertible: el ser humano es un ser social. ¿Cómo puede atribuirse tanto valor al ser humano considerado como “individuo” si una persona es a partir de sus relaciones con los otros? Su formación, su posible definición, su identidad, su personalidad, su devenir, su capacidad creativa y productiva, incluso su subsistencia y aun su supervivencia: no hay aspecto del ser humano que sea posible si no es en convivencia con otros. 

Entonces, ¿por qué en nuestra época se le otorga tanta importancia a la idea de “individuo”? ¿Por qué si nuestra vida ocurre en comunidad, la supuesta “libertad individual” –si es que tal cosa existe, si es que el “individuo” realmente tiene capacidad de decidir “individualmente”– parece ser más importante que el bienestar colectivo?

El problema no es sencillo, pero quizá la reflexión derive en hallazgos importantes a propósito de nuestra postura frente al discurso de la individualidad y de la manera en que consideramos y vivimos nuestra vida en sociedad.

 

Twitter del autor: @juanpablocahz


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Imagen de portada: Radio France