Preferiría no hacerlo: cómo resistirse a la procrastinación en 11 laxos mandamientos
Buena Vida
Por: Luis Alberto Hara - 07/30/2014
Por: Luis Alberto Hara - 07/30/2014
¿Quieren oír un chiste de procrastinación? Meh, tal vez más tarde...
De acuerdo, la procrastinación no siempre es cosa de risa; pero Piers Steel, quien se ha encargado de estudiar los hábitos de los grandes postergadores o procrastinadores (es decir, cualquiera de nosotros, en algún punto de nuestras vidas) se toma muy en serio su trabajo. Él es autor del libro The Procrastination Equation, donde afirma que la procrastinación no es sólo un mal hábito de producción, sino que quienes lo padecen manifiestan menor bienestar en general, mala salud y salarios más bajos.
Siempre hay un proyecto que terminar, un correo electrónico qué enviar, una llamada que hacer. Pero, a pesar de nuestras mejores intenciones, no parecemos capaz de hacerlo. La procrastinación, según Steel, no tiene nada que ver con la voluntad de trabajar o no, sino con "el lado oculto de la impulsividad", que se convierte en una falla para regular nuestros mecanismos de autocontrol.
La impulsividad nos lleva a actuar en vez de esperar, y existen ocasiones en la vida en las que ser impulsivos puede tener buenos resultados (como al atrevernos a besar a alguien que nos gusta o buscar el trabajo de nuestros sueños); pero la procrastinación consiste también en actuar buscando un beneficio inmediato en lugar de utilizar nuestra atención en tareas que nos reportarán un beneficio a mediano o largo plazo.
Aunque se asocia con el trabajo y las horas que (no) destinamos a realizarlo, la procrastinación no es nada nuevo: los primeros registros históricos datan del año 1400 a.d.n.e. en algunas estelas egipcias. "Amigo, deja de evitar el trabajo y vayamos a casa en buena hora". Algunos siglos después (en el 800 antes de nuestra era), Hesíodo nos advertía: "No dejar el trabajo para mañana y para el día después, pues un trabajador perezoso no llena su hacienda, ni tampoco uno que deja su trabajo". El gran Cicerón decía que la lentitud y los retrasos eran algo muy odioso, similar postura a la de Samuel Johnson, quien escribió en 1751 que: "la locura de permitirnos retrasar aquello de lo que sabemos que no podemos escapar es una de las debilidades generales que, a pesar de los consejos de los moralistas y las demostraciones de la razón, prevalece en mayor o menor medida en todas las mentes; incluso aquellos que pueden resistirla la sufren, si no como la más violenta, sí como la más pertinaz de las pasiones, siempre renovando sus ataques y, aunque se le pueda mantener a raya, nunca se le destruye".
Pero el doctor Johnson proponía una cura que psicólogos modernos como Steel siguen encontrando valiosa: "habitar el tiempo presente".
La procrastinación puede entenderse como un proceso, no como un estado. En realidad no podemos "no lavar los trastes", sino que en lugar de lavar los trastes, preferimos no hacerlo, aunque no nos lo confesemos ni siquiera a nosotros mismos, y preferimos en cambio buscar distractores. La procrastinación es elegir hacer otra cosa. Como el Bartleby de Herman Melville, preferimos evitar las tareas que podrían beneficiarnos, y aprendemos a temer las consecuencias de nuestra negligencia.
¿Pero por qué no elegimos hacer lo que sabemos que nos aportará algún beneficio, como el trabajo? En muchas ocasiones, la procrastinación es provocada porque nuestro trabajo no nos aporta un beneficio inmediato o porque no podemos encontrar sentido a nuestras acciones; la clave, según los psicólogos Gabriele Oettingen y Peter Gollwitzer de la Universidad de Nueva York, es practicar el autocontrol a través de algunas estrategias sencillas.
El autocontrol puede conseguirse proponiéndonos metas inmediatas y tan específicas como sea posible. El "método pomodoro" consiste en trabajar por lapsos de 25 minutos y darse 10 minutos de descanso; por cada tres lapsos de 25 minutos, podemos descansar 15. Steel usa una variante de sesiones de 10 minutos, especialmente buenas para las tareas que no queremos hacer, "pues se parece a lanzarse a una alberca de agua fría: los primeros segundos son terribles, pero después te sientes genial".
Muchas veces, el propio impulso de la tarea te permitirá concentrarte durante lapsos más largos, pues el problema de los procrastinadores crónicos no es la falta de creatividad ni de energía, sino de impulsividad positiva para comenzar. "Uno no dice 'voy a escribir'. Uno dice 'voy a llegar a 400 palabras para las dos en punto'", según Steel. Se trata de hackear nuestro condicionamiento autofomentado de que el trabajo es algo que debemos hacer: en esencia, la creencia errónea no se combate a fondo, pero nos permitimos brincar la barrera de la parálisis analítica y poner manos a la obra.
Pero el autocontrol táctico del método pomodoro debe reforzarse con el autocontrol estratégico de los distractores: para esto es necesario observar nuestro lugar de trabajo con gran detenimiento, pues como dice Steel, "el problema pueden ser tus distracciones, no tus metas". Existen apps que ponen un retraso para abrir ciertos juegos especialmente adictivos (Hola, Candy Crush), con el fin de darnos un pequeño lapso para reconsiderar distraernos y reencaminar nuestra atención rumbo a nuestras metas a corto plazo.
¿Qué cosas nos distraen, ya sea en nuestro entorno físico o en nuestra computadora? Muchos escritores aconsejan nunca escribir en una computadora conectada a internet; nuestra oficina o cubículo pueden estar expuestos al ruido o a distractores sociales. Pero un examen de conciencia de cualquier procrastinador crónico nos dirá que, en realidad, su talento es encontrar nuevos distractores.
El ocio es un derecho inalienable (o debería serlo) pero se estima que, en E. U., cada trabajador pasa casi dos horas de su día evitando el trabajo. Para disfrutar realmente del ocio, es necesario que este ocurra lejos de nuestro lugar de trabajo: la división de espacios para trabajar y espacios para descansar le permitirá a nuestro cerebro enfocarse en lo que corresponde al momento presente. Trabajar en la cama es un pésimo hábito, porque estamos reforzando la idea de que la cama es un lugar de trabajo en vez de un lugar de descanso. En lo posible, nuestra habitación debe ser un lugar donde podamos aislarnos del mundo externo.
En Pijama Surf hemos publicado muchos posts sobre las rutinas de los artistas y escritores, porque reconocemos la importancia que una rutina positiva y placentera puede tener en todos los aspectos de nuestra vida. Desde sus hábitos de sueño hasta sus formas de caminar, los hábitos de las personas productivas suelen inspirar a las que no lo son tanto a cambiar (o al menos revisar) los propios.
Al igual que la palabra trabajo, "rutina" tiene una carga semántica negativa que remite a realizar acciones repetitivas y engorrosas, y se opone a la aparente espontaneidad del caótico desorden que asociamos con la creatividad. Pero la rutina simplemente es una herramienta para darle estabilidad a nuestra atención, permitiéndole automatizar ciertas tareas para enfocarse en otras más estimulantes.
Por ejemplo, tal vez pensar en lavarte los dientes antes de acostarte te produzca pereza, pero si lo has hecho desde niño seguramente el hábito se ha automatizado a tal punto que simplemente te los lavas sin pensar en ello. Establecer horarios para comer y dormir no solamente nos permitirá tener una mejor digestión y descansar mejor, sino que le enseñará a nuestro cerebro a enfocarse en esas tareas (e incluso a examinar algunas soluciones creativas para problemas de la vigilia durante el sueño).
Las rutinas se fortalecen con la práctica, pero lo mejor es comenzar por tareas sencillas con las que podemos involucrarnos fácilmente; la idea es que con el tiempo vayas notando que las tareas que antes te parecían cansadas o aburridas, terminan haciéndose prácticamente por sí mismas.
El sitio Procrastinus.com cuenta con diversos recursos para saber más sobre la procrastinación, además de tests de personalidad que, irónicamente, te permitirán evaluar el nivel de procrastinación en que te encuentras. Aquí puedes leer sobre el componente genético de la procrastinación.
Por último, compartimos una de las muchas listas que el novelista Henry Miller realizó durante su vida para ayudarse a encauzar la energía creativa, con el título prometedor de Mandamientos. Veamos.
1. Trabaja en una cosa a la vez hasta terminar.
2. No comiences nuevos libros; no añadas nuevo material a "Black Spring".
3. No estés nervioso. Trabaja calmadamente, con alegría, con temeridad, en lo que estés haciendo.
4. Trabaja de acuerdo al Programa y no de acuerdo al estado de ánimo. ¡Detente a la hora prevista!
5. Cuando no puedes crear, puedes trabajar.
6. Planta un poco cada día en lugar de añadir más fertilizante.
7. ¡Mantente humano! Júntate con gente, ve a lugares, bebe si te apetece.
8. ¡No seas un caballo de carga! Trabaja sólo con placer.
9. Ignora el Programa si quieres, pero retómalo al día siguiente. Concéntrate. Delimita. Excluye.
10. Olvídate de los libros que quieres escribir. Piensa sólo en el libro que estás escribiendo.
11. Escribe primero y siempre. La pintura, la música, los amigos, el cine, todo esto viene después.
¿Qué te parece? ¿Qué agregarías tú? Si lo quieres hacer ahora –y no postergarlo– puedes dejarnos tu opinión en la sección de comentarios de esta nota o través de nuestros perfiles en redes sociales.
También en Pijama Surf: Simone Weil sobre cómo desarrollar disciplina (inclusive en la adversidad)
Imagen de portada: Paul Graham, "Television Portrait (Cathy, London)" (1989)