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Penetración no es orgasmo: abandonemos la idea coitocentrista de la sexualidad

Salud

Por: María José CA - 10/03/2019

El placer es la métrica de un buen sexo, no necesariamente el orgasmo

Para los especialistas en sexualidad, un tema indispensable a trabajar en el ejercicio consciente y responsable de la sexualidad es la desmitificación del coitocentrismo, es decir, considerar toda relación sexual en función de la penetración y que el orgasmo sólo se alcanza con ésta. En ese sentido, cualquier otra práctica sexual distinta a la penetración se considera secundaria, como es el caso de los preliminares o el famoso foreplay, que en general se toman únicamente como la "antesala" o los preparativos de ese supuesto "gran momento" que es la penetración del pene en la vagina de la mujer.

La realidad es que la sexualidad humana es mucho más que sólo sexo y mucho más que el coito. De alguna manera muchos de nosotros intuimos ya ciertas nociones del alcance que tiene la sexualidad en el hecho de que, para nuestra especie, su ejercicio hace ya varios siglos que trascendió la mera reproducción. Si somos capaces de tener sexo por otros motivos diferentes a la procreación, ¿por qué no comenzar a pensar también que una relación sexual no tiene que terminar necesariamente en un orgasmo por penetración?

En parte ese es el mensaje que Pedro Nobre intenta enviar desde su laboratorio en la Universidad de Oporto, en Portugal. Norbe es doctor en Psicología Clínica, presidente de la Asociación Mundial para la Salud Sexual y director del primer doctorado en sexualidad de Europa. Desde 2008, Nobre ha llevado cientos de investigaciones en el ámbito del erotismo dentro de su laboratorio, SexLab. Ahí ha redefinido los mecanismos de respuesta sexual, deslumbrado los mitos en torno al erotismo y, sobre todo, ha encontrado nuevos caminos sobre la reacción entre mente y genitales ante un estímulo sexual.

Para él, aun tras una década de investigación, “hay una discrepancia en la respuesta genital fisiológica medida objetivamente en el laboratorio y la respuesta sentida, subjetiva, medida en encuestas o autorrelatos; y aún desconocemos por qué existe esa discrepancia”. De acuerdo con sus investigaciones y su experiencia, Nobre ha identificado las discrepancias entre un orgasmo como la culminación placentera entre la experiencia psicológica y fisiológica y, por otro lado, un orgasto, que consiste en la mera reacción fisiológica a una estimulación genital.

En ese sentido, es posible plantear escenarios en que un hombre pueda tener un orgasmo sin eyacular, por ejemplo, pero también que eyacule pero sin sentir la ola de placer que sobreviene con un orgasmo satisfactorio. En el caso de una mujer, igualmente, puede haber reacciones asociadas con la culminación sexual pero sin que ella se sienta complacida; o, por el contrario, bajo ciertas condiciones una mujer puede alcanzar un orgasmo con un mínimo de estimulación física y, por supuesto, sin que necesariamente medie la penetración vaginal.

 

La importancia de la autoerotización para la experiencia del placer

Para Nobre las mujeres están mejores preparadas para responder al erotismo sexual, esto en términos fisiológicos e independientemente de su orientación sexual. Incluso si no hay una motivación psicológica que las excite, el cuerpo femenino reacciona mediante la respuesta sexual humana esperada: lubricación, alzamiento del útero, entre otros. De este modo se puede garantizar su resiliencia a partir de su cuerpo: pese a no sentir placer ni respuesta emocional, hay una reacción fisiológica que garantiza su supervivencia en un período a largo plazo. La lubricación, después de todo, es un mecanismo de defensa.

Por ello es importante que como una posición incluso de dimensiones políticas, una mujer re–conozca a su cuerpo como suyo y comience a conocerlo mediante la autoerotización, liberando a la sexualidad de esta dimensión sociocultural que condiciona al placer y al consentimiento, de modo que se empiece a cuestionar por qué a veces se dejan de lado las necesidades propias (sexuales, afectivas, etc.) para darle prioridad a la satisfacción de la pareja.

 

La satisfacción de una mujer –y el vínculo– viene desde su autoerotización

Desde que la pornografía mainstream se usó de facto como educador sexual, tanto hombres como mujeres comparan su desempeño sexual con los actores pornstars. La mujer se piensa anormal si no tiene un orgasmo durante la penetración (cuando es complejo que lo tenga si la sensibilidad vaginal es mínima) y el hombre se asimila eyaculador precoz si no aguanta como mínimo 20 minutos durante la penetración (cuando la media real oscila entre 2 y 5 minutos). Estos y otros parámetros imposibles se refuerzan incluso fuera del mundo de la pornografía, sobre todo en una cultura hipersexualidada como la de nuestra época, en donde el sexo aparece por todos lados (el cine, la publicidad, las formas de consumo, etc.) pero siempre bajo cierta forma definida: el sexo basado en la penetración, la satisfacción persistente, la perfección de los cuerpos, etc.

La insistencia en cambiar de perspectiva y dejar de lado la visión coitocentrista permite considerar otras prácticas también propias de la sexualidad como el sexo oral, la masturbación en pareja, la estimulación anal y prostática (en el caso de los hombres), e incluso prácticas asociadas con la respiración y la meditación durante el intercambio sexual, tal y como se aconseja en el taoísmo y otras doctrinas orientales

Es momento de darnos cuenta de que todo ello también forma parte de la sexualidad humana y que, por otro lado, la exploración de la sexualidad es una de las mejores maneras de conocernos y aceptarnos a nosotros mismos, de encontrar nuestros límites y nuestras posibilidades y de descubrir las ideas y conceptos desde los cuales ejercemos nuestra capacidad de disfrutar, de querer, de acercarnos al otro, etc.

En el caso específico de la mujer, es indispensable que cada una pueda comenzar a disfrutar de su sexualidad más allá de la "obligación" de satisfacer al otro, y más bien desde un bienestar propio con una visión positiva que permite derrumbar mitos, cómo por ejemplo estar obligada a ser multiorgásmica, tener squirting, sentir la obligación de satisfacer al otro por miedo a ser abandonada, entre otros. Sólo así la mujer será capaz de expresarle a su pareja lo que ella quiere y desea, y no vivir su sexualidad a la sombra de lo que el otro considera que es sensual o excitante para ella. Es ahí donde comienza un vínculo equitativo, saludable y empoderador.

 

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Imagen de portada: Miro Medium