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En 'Bande à part', Jean-Luc Godard logró representar algunas de las imágenes de amistad más icónicas en la historia del cine

Bande à part es una cinta de Jean-Luc Godard estrenada en 1964, en una de las etapas más fértiles del de por sí prolífico director francés. 

La película es una adaptación de Fool’s Gold, una novela entre negra y pulp de la escritora estadounidense Dolores Hitchens publicada en 1958, en la cual se cuenta la historia de un crimen que se complica frente a un botín que varios desean, en específico, un par de jóvenes planean robar una buena suma de dinero escondida en la casa de una mujer que es madre adoptiva de una joven de quien ambos se hacen amigos; al mismo tiempo, el tío de uno de ellos, junto con un cómplice suyo, busca hacerse del dinero antes de que los jóvenes lleguen a él.

La cinta de Godard sigue a la novela en sus rasgos más importantes, pero al nivel de la filmación la película exploró y desarrolló otros aspectos, acaso más cercanos a los intereses del cineasta. Entre estos, quizá el más relevante es la amistad. 

Aun con ser un lazo fundamentado en un interés sumamente pragmático (el robo del botín), la relación de amistad entre Odile (Anna Karina), Franz (Sami Frey) y Arthur (Claude Brasseur) es representada en la pantalla con emotividad y autenticidad, como un lazo genuino. 

A este respecto, Godard legó en su película dos de las escenas más icónicas de amistad en la historia del cine. Una, la del baile de los tres jóvenes en el Café Madison de París:

La segunda, la carrera de los tres amigos a través del emblemático Museo del Louvre, bajo el pretexto de "visitarlo" en el menor tiempo posible:

Ambas escenas rebosan frescura, espontaneidad y alegría, sin duda tres de las varias sensaciones agradables que se pueden experimentar en compañía de amigos.

Y más allá de eso, logran uno de los artificios más inesperados del cine: reemplazar las imágenes de la realidad con las de una representación ficticia. La efectividad de las escenas es tal que de pronto el significante de la amistad –con todo lo que implica: complicidad, fraternidad, afecto, cariño, cercanía, etc.– se condensa ahí con tanta precisión o, mejor dicho, con tanto deseo, que por un momento se apropia del símbolo y lo sustituye. De pronto aceptamos, casi sin darnos cuenta, que la amistad se ve efectivamente así, que eso es.  

Una operación mental y estética nada sencilla de conseguir y que, de hecho, es el sello de los grandes artistas: rasgar, así sea ligeramente, el velo de la realidad para introducir en esa grieta nuevas maneras de ver el mundo.


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Imagen de portada: Youtube