Joven iraní arrestada por no portar el velo musulmán muere en manos de la policía; el país arde en protestas
Sociedad
Por: José Robles - 09/21/2022
Por: José Robles - 09/21/2022
En días recientes, varias regiones de Irán se han visto sacudidas por protestas populares surgidas espontáneamente ante la indignación por el fallecimiento de Mahsa Amini, una joven de 22 años de edad que el martes 13 de septiembre fue detenida por la “policía religiosa islámica” o “policía de la moralidad”, un cuerpo de vigilancia oficial encargado de hacer que se cumplan las normas religiosas y de comportamiento en el país, derivadas del código islámico en vigor. Recordemos que en buena parte de los países donde predomina la religión musulmana, su proceso histórico los ha llevado a crear leyes en las que lo civil y lo penal han emanado directamente de lo religioso, lo cual ha conducido a la creación de códigos legales que son indisociables de la moralidad religiosa.
En ese contexto, Amini fue arrestada por faltar al código de vestimenta en público vigente para las mujeres en Irán, en particular la obligación de llevar su rostro, su cabeza y su pecho cubiertos por el velo conocido en árabe como حجاب y, romanizado, como hiyab o hijab.
Los hechos se complicaron cuando, tres días después, el viernes 19, la policía declaró fallecida a la joven, pretendidamente porque, estando todavía bajo resguardo de la autoridad, sufrió un ataque cardiaco que la hizo entrar en coma y que después le produjo la muerte.
Los familiares de Amini rechazaron por completo esta explicación, argumentando que la joven no padecía en lo absoluto alguna condición de salud que le hubiera provocado el infarto. A cambio, no dudaron en acusar a los agentes de la policía que detuvieron a Amini, atribuyéndoles a ellos o a otros compañeros suyos la causa de muerte de la joven, suponiendo que falleció como consecuencia de algún golpe u otro tipo de agresión por parte de la policía.
La muerte de Amini y las condiciones sospechosas en que ocurrió trascendieron al público desatando de inmediato una ola de manifestaciones, primero en la capital, Teherán, adonde Amini había acudido sólo de visita, y después en dieciséis de las treintaiún provincias del país, en donde cientos de personas han salido a las calles a protestar, inicialmente por el fallecimiento de la joven, pero después también por otros motivos de descontento, desde el uso obligatorio del hijab hasta las condiciones generales en que viven las mujeres bajo el régimen iraní actual, e incluso la situación y el manejo del gobierno en general.
Las autoridades iraníes han reaccionado a las protestas con desdén pero también con violencia. Por un lado, el presidente del país, Ebrahim Raisi, ha subestimado la importancia o la trascendencia de las manifestaciones y, aún más, del hecho que las provocó, asegurando que el arresto de Amini se dio en total tranquilidad y que incluso se vio a la joven “bromeando” con los policías que la detuvieron.
Por otro lado, las llamadas “fuerzas del orden” del país han buscado aplacar las manifestaciones de manera frontal. Especialmente en Saqqez, la ciudad natal de Amini, situada al oriente de Irán, cerca de la frontera con Irak, la policía abrió fuego contra los manifestantes, lo que resultó en dos personas fallecidas. A ellas se suman otras dos muertes en la ciudad de Divandarreh y una quinta en Dehgolan.
De acuerdo con información de los diarios The Guardian y The Financial Times, en total seis personas que participaban en protestas han fallecido como consecuencia de agresiones de la policía. Además, también se reporta la muerte de un elemento policiaco, ocurrida en la cuidad de Shiraz.
Cabe señalar que todas las ciudades mencionadas hasta ahora tienen en su mayoría población de origen kurdo, la cual mantiene ciertas tensiones con el gobierno central de Irán al menos desde la década de 1980, en parte por la búsqueda de autonomía que ha buscado desde entonces, pero también porque, de manera global, el pueblo kurdo no comparte el extremismo religioso que ha caracterizado a todos los gobiernos iraníes recientes.
La situación sigue en proceso y, como puede observarse, ha adquirido una complejidad notable. Si bien el fallecimiento de la joven Amani era motivo más que suficiente para protestar y exigir una explicación coherente, además, claro, de la atribución y sanción de las responsabilidades que demanda el caso, al descontento se han sumado otros componentes también propios de la sociedad iraní y que quizá, latentes hasta ahora, sólo necesitaban de un pretexto para manifestarse.
Si además de esto se toma en consideración que Irán es un país con una relación especialmente de cuidado con Estados Unidos y otras potencias de Occidente por su triple condición de país petrolero (el cuarto más importante del mundo, por la cantidad de sus reservas disponibles), poseedor de armas nucleares y musulmán ortodoxo, quizá el escenario se complique todavía más.