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La fascinante pintura de Léon Spilliaert: fantasmagoría marina y melancolía embrujada

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 01/18/2022

El pintor belga consigue finalmente el prestigio que su obra hechizante merece

Léon Spilliaert (1881-1946) fue un pintor belga que tuvo una carrera relativamente discreta pero que en tiempos recientes ha alcanzado cierta notoriedad. La obra de Spilliaert es una de las más hipnóticas y embrujantes del siglo XX, dueña de un "mood" especialmente fecundo para ilustrar ideas o temas musicales que funden lo extraño, espeluznante y melancólico, no sin un cierto aire elegante y misterioso. Spilliaert, sin embargo, no fue completamente ignorado en vida. Algunos reconocieron su genio. Existen anécdotas de que Lenin tenía una de sus pinturas en Zurich y entre sus admiradores estaba el poeta Émile Verhaeren.

Las imágenes sombrías, decadentes y perturbadoras de Spilliaert quizá reflejen su propia vida solitaria y enfermiza. El pintor belga sufría de una úlcera y de insomnio, lo cual parece haber influido en su predilección por los espacios sombríos, nocturnos monocromáticos y paisajes geométricos con irrupciones de colores ácidos. Pero existen también relumbrantes paisajes marinos, aunque no desprovistos de melancolía. Spilliaert pasó la vida contemplando estas imágenes obsesivas: el mar, el silencio, la deformidad, la belleza femenina distante y elusiva

Baudelaire, espíritu afín, escribió que "la infancia es el genio recuperado", y en el caso de Spillliaert fueron las visiones de su infancia las que marcaron su cariz artístico. Los paisajes marinos crepusculares de Ostende, la ciudad portuaria en la que creció, se imprimieron en su mente. La inmensidad del mar del norte en la que se dibujan tormentas en la distancia, la simetría de las olas y la luz espectral de la tarde reaparecen siempre en sus cuadros.

La desolación casi abstracta de sus obras lo ha convertido en uno de los pintores esenciales para marcar un mood -la exasperación, el angst o el ennui de nuestros tiempos-. Parte del interés renovado en Spilliaert se debe a que Roberto Calasso, el fallecido editor de Adelphi, la editorial más sofisticada de Europa, lo eligió para ilustrar varios de sus libros, aplicando el arte de la "écfrasis al revés" o la ilustración del texto con una imagen que debe invitar al lector a acercarse. Spilliaert, pintor simbolista, heredero de la estética de Baudelaire, gran lector de Poe, Nietzsche y del pesimista Schopenhauer, fue usado por Calasso para ilustrar las novelas igualmente lúgubres y desoladoras de Thomas Bernhard o algunas de su prolífico compatriota Georges Simenon, otro creador de atmósferas. Lo sórdido, lo hechizante, lo triste pero magnético suelen encontrarse en un gesto, en un mueble viejo, en un farol. Siempre es más la ausencia, lo que no se muestra o queda a la imaginación que lo dicho o lo que se hace explícito. 

En la etapa tardía de su pintura se aprecian iteraciones de melancólicos paisajes marinos cuasi abstractos. Los paisajes maravillosos de la infancia se mezclan con el genio del sufrimiento y la nostalgia que se va acumulando en el tiempo.

 

 

 

 

El otro gran tema, además de los paisajes marinos crepusculares y los espacios vacíos, fueron los autorretratos. Un crítico francés los describe diciendo que Spilliaert se muestra a sí mismo "oscurecido y endurecido por la luz decadente, que remodela su rostro y crea fuertes contrastes que cincelan trazos angulosos... sus retratos, como un memento mori moderno ilustran el paso del tiempo y el llamado inevitable de la muerte". Lo vemos en su estudio o entre espejos y a veces con otros rostros (suyos) multiplicados, distorsionados, las bifurcaciones de su pasado y futuro, los otros yos espectrales que lo habitan y el sufrimiento que persiste y gravita.

 

 

 

 

 

 

 

     

Spilliaert, pintor de la espera vacía, pintor que "venera un misterio", finalmente ha recibido el gran reconocimiento que se merece: su primera gran exposición realizada por la Academia Francesa se llevó a cabo en 2020, y en el mismo año su obra fue exhibida en la Royal Academy británica. 


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Imagen de portada:  Luc Schrobiltgen