L'amor che move il sole e l'altre stelle.
Dante, Divina commedia, Paradiso, XXXIII, v. 145
El eterno femenino / nos impulsa hacia lo alto.
Goethe
Se cumplen setecientos años de la muerte de Dante Alighieri el 14 de septiembre de 2021 y no son pocas las celebraciones, desde el lanzamiento de la Divina comedia al espacio hasta numerosos eventos culturales, nuevas ediciones y una nueva ola de apreciación. Pero sin duda, la mejor manera de celebrar al poeta florentino es leyendo su obra.
Dante es reconocido por crear un romance teológico, por elevar su amor a proporciones cósmicas, haciendo del objeto de su amor, Beatriz Portinari, un símbolo de la gracia divina. Y sin embargo su obra también tiene elementos que atraen a la modernidad secular, como las pasiones, las intrigas, la venganza, la falibilidad, el pecado y la disolución. Se ha dicho que el Infierno es el tratado superior dentro de la obra, pero esto obedece, más que a la calidad literaria, a la predilección idiosincrática de nuestra era.
Para algunos, el Infierno y la condena que hace Dante de contemporáneos y herejes históricos es más interesante y divertido. Es más fácil relacionarse con las descripciones de las llamas, la hiel y la tortura para los mortales modernos. Pero no deja de haber almas más altivas y sensibles a la imaginación divina que se sienten llamadas sobre todo por las visiones luminosas del cielo y por el ascenso heroico de Dante (donde los héroes de su comedia son en realidad heroínas: María, Lucía y Beatriz), progresando en su ardor amoroso, en su vuelo anagógico, hasta encumbrarse al éxtasis teofánico del empíreo, coronado por esa rosa amarilla que es a la vez el sol y la circulación beatífica de los santos. Después de todo, la obra de Dante es esencialmente platónica -aunque en un cosmos aristótelico y ptolomeico- y una alegoría del ascenso del alma a través del amor, el amor que es un fuego que purifica y aligera el alma.
Dante, junto con Petrarca y los poetas provenzales, prácticamente inventa el amor romántico como lo conocemos actualmente. La amada o el amado se vuelven una especie de divinidad. Esta idea no deja de estar presente actualmente en mucha de la cultura, particularmente en las películas de Hollywood, en las que la búsqueda de la pareja se vuelve una especie de aventura de autorrealización, un encuentro con el destino. Más allá de estas versiones (o perversiones) más o menos nefastas, Dante sigue el ideal platónico del amor como una escalera, como lo explica Diotima en El banquete, o como aparece en el Fedro, donde la contemplación erótica precipita el crecimiento de las "alas del alma" (las mismas alas que Shakespeare luego nombraría: With love's light wings did I o'erperch these walls. For stony limits cannot hold love out (Romeo y Julieta)).
El amor idealizado de la poesía provenzal era una especie de adoración poética similar a la que se realizan los devotos a una divinidad. (Una frase de Borges demuestra cómo se ha mezclado la idea religiosa con el amor: "Amar es crear una religión cuya divinidad es falible"). Aunque Dante es posterior y sus ideas, junto con las de Petrarca, son parte del epicentro del Renacimiento, él mismo sigue encarnando el ideal del amor cortés y caballeresco.
Su historia es particularmente notable, pues según los académicos Dante habría visto a Beatriz dos veces únicamente, la primera en su infancia, en el Festival de María, y la segunda nueve años después, cuando ambos tenían 18 años. Beatriz se casó con un banquero afluente y murió a los 25 años de edad; Dante se casó y tuvo hijos con Gemma Donati. Pero nada de esto importó, pues el poeta tenía despierta la facultad de la imaginación o lo que Platón llama "el ojo del alma". Era capaz de ver una imagen suprasensible, incrustar su amor en su propio cielo, con sus poderes, tronos y dominios. Es Dante, como luego sería Blake, el gran poeta de la imaginación -de la imaginación como órgano para acceder a realidades espirituales-. El amor de Dante a Beatriz no sólo quedó plasmado en su Comedia sino en La vita nuova, una combinación de versos y prosa de la más alta factura.
La idea del amor cortés era justamente que el amor podía permanecer secreto, se podía tener una especie de musa o divinidad del corazón y el pensamiento y seguir en la vida normal, en el mundo de las convenciones, al mismo tiempo alimentando una rica vida psíquica que a veces se desplazaba en cartas, sueños y visiones. El poeta no sólo ve una belleza que refleja lo divino, ve en su dama una imagen de virtud y pureza que le sirve como una guía moral. Así, el amor cortés y la poesía que necesariamente lo acompaña se convierten en una práctica espiritual, misma que Dante representa en su Divina comedia, una obra poética como también teológica en el sentido de Bonaventura, un itinerario: el viaje de la mente a Dios.
Existe una alianza entre las figuras femeninas, que son emisarias e imagen de la virgen María, que es la manera en la que el espíritu entra al mundo y florece. Dante alcanza una especie de imitatio dei pero a través de su devoción a Beatriz, que toma el papel de Cristo. Y el mundo de las imágenes, los sueños, las visiones y epifanías entra en juego también en la figura de santa Lucía, que en un sueño conduce a Dante fuera del Infierno hasta la entrada del Purgatorio. Dante sólo alcanza a ver un águila luminosa (el águila es su símbolo); más tarde Virgilio le explica que fue Lucía la que vino por él. Pero más aun, se revela que la misma Beatriz (quien ha enviado a Virgilio) ha sido enviada por Lucía, que es la imagen de María en el mundo. Dante la sitúa en lo más alto del cielo, sentada a la izquierda de María. Hay aquí una especie de trinidad femenina.
La última idea que se destila en el Paraíso, si bien viene progresando en toda la Comedia, la encuentra Dante en Aristóteles, o en una especie de peripatética cristiana, muy cerca, por supuesto, de lo que sólo unas décadas antes había hecho Santo Tomás de Aquino. Es la idea de que Dios es una especie de motor inmóvil o imán que mueve al mundo a imitarlo y esa fuerza y esa imitación es el amor. Dante en la apoteosis del amor ve al sol y a las otras estrellas girando, movidas por el amor, y une su propia voluntad a ese movimiento circular, perfecto, del cual el cosmos es una imagen. Hay una feliz coincidencia, pues al entregarse a su amor por Beatriz y confiar en su "estrella", Dante se alinea o se asimila a la voluntad de la divinidad. Deja de ser movido por su propia voluntad y se deja llevar por la energía misma del cosmos que es el amor, pero esa energía es su propio amor por Beatriz. A través de su amor perfecciona su alma y se vuelve transparente a la divinidad.
Imagen de portada: Wikimedia Commons