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La poesía quizá sea la acompañante última para esas horas en que la noche y la madrugada se extienden interminablemente ante nuestros ojos insomnes

Hay un momento de inflexión en el insomnio, un instante clave donde dejas de intentarlo, abres los ojos y declaras tu desvelo. Es algo paradójico, al menos inútil, pues esta decisión no te lleva a nada. Hay quienes se quedan mirando el techo; otros abren un libro; también están los que piensan en el pésimo día que se avecina y van al baño, se ven al espejo y se delatan en el desconsuelo de las horas que juegan en contra.

Cada vez que tengo insomnio tengo la sensación de que estoy en el estado más parecido a un zombi. Si un zombi pudiera elegir entre volver a su descanso eterno o levantarse para formar parte de esta danza macabra, optaría por el reposo. Charles Simic describe de una forma muy elegante esta sensación en su poema “Teléfono sin línea”:

Algo o alguien que no acierto a nombrar
me hizo sentarme y aceptar este juego
al que sigo jugando años después
sin conocer sus reglas o saber con certeza
quién va ganando o perdiendo,
por más que me devano los sesos estudiando
la sombra que proyecto en la pared
como un hombre que espera toda la noche
una llamada de un teléfono sin línea
diciéndose que a lo mejor suena.

Y es que el insomnio es mucho más que algo desagradable que puede ocasionar serios problemas de salud (incluso se ha llegado a confirmar que influye en ciertos tipos de diabetes). Es una experiencia contigua al vacío, un éter lóbrego donde lo individual se disipa y se vuelve anónimo. Aunque, ¿es realmente eso? ¿O estas son sólo palabras desde el agobio? Quizás deba mirar el celular y tratar de distraerme, buscar esa llamada de un teléfono sin línea. Nadie postea a esta hora, incluso las redes sociales parecen dormidas. Debería existir una red social para los insomnes del mundo con contenido sereno y somnoliento.

¿Cuántos insomnes existirán por noche? Salgo al balcón y miro los edificios, no hay indicio de nada, la ciudad nos esconde, pero creo que somos muchos. Si lográramos organizarnos podríamos seguir objetivos en común, esperar el amanecer, llorar nuestro exilio del cuerpo, maldecir a Cronos. Seríamos zombis reales y, en vez de carne, estaríamos hambrientos de sueño. Iríamos por los parques mirando las pocas estrellas que el cielo ofrece, anhelando el lujo de una pesadilla.

Esta sobredosis de presencia me recuerda que dormir nos saca de la realidad, la vuelve discontinua y nos prepara para encarar un nuevo día. Nosotros los zombis insomnes no tenemos ese pasaporte de lo discontinuo, el día de hoy no se separa del mañana. Estamos incómodos y espesos, como dice Cabral de Melo en este fragmento:

Lo que vive
incomoda de vida
el silencio, el sueño, el cuerpo
que soñó con cortarse
trajes de nubes.
Lo que vive choca,
tiene dientes, aristas, es espeso. 

Lo que vive es espeso
como un perro, un hombre,
como aquel río.

Como todo lo real
es espeso.
Aquel río
es espeso y real.
Como una manzana
es espesa.
Como un cachorro
es más espeso que una manzana.
Como es más espesa
la sangre del cachorro
que el cachorro mismo.
Como es más espeso
un hombre
que la sangre de un cachorro.
Como es mucho mas espesa
la sangre de un hombre
que el sueño de un hombre.

La última frase es tan precisa: la sangre es más espesa que el sueño. ¿La sangre se hará aún más espesa cuando no duermes? Quizá mientras sigues despierto, día tras día, se vuelve más y más espesa, hasta el punto de convertirse en un algo gelatinoso. Tu corazón exhausto renuncia al arduo trabajo de soportar tus días sin sueños y entre todo ese dolor, se atisba la idea de conseguir algún desmayo, algo de anestesia. 

Los pájaros empiezan a cantar. Mala señal, el coro de la sentencia, "Bohemian Rhapsody", "Mamma mia let me go!". Decido volver a intentarlo; después de todo, si tengo suerte, quizá logre dormir dos o tres horas. 


Si quieres escuchar más sobre esas horas interminables dando vueltas en la cama, no te pierdas "Poemas para una noche de insomnio", el capítulo más reciente del podcast de Tufillo de Poeta

 

Encuentra aquí la columna anterior de Tufillo de poeta en Pijama Surf: Poemas para estar en Pijama: Buscar trabajo en tiempo de pandemia

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Imagen de portada: Louise Bourgeois, Insomnia No. 174 (1995)