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La oferta de festivales musicales ha crecido significativamente en México en los últimos años, pero sólo del centro al norte del país

La oferta musical de festivales en México es tan grande que cubre casi toda su geografía. Podría decirse que incluso en los lugares más recónditos está sucediendo algo. 

Pero si esto mismo hubiera podido decirse hace unos años, en nuestra época puede observarse un fenómeno más particular: México es tan extenso que ahora en la mayoría de los festivales se encuentra de todo y para todo, es decir, la curaduría de los cantantes, bandas o grupos incluidos en un festival tiende más bien hacia lo ecléctico de las propuestas y las experiencias que a la unificación de los géneros. 

En este sentido, lo que antes sería inaceptable de ver, hoy en día es abrazado. Ver alineados en un mismo cartel a Snoop Dog y a los Tigres del Norte antes habría sido considerado algo improbable, pero hoy se percibe como común, tanto como ver colaborar en presentaciones locales a Los Ángeles Azules y Fobia. 

Esto es notable, pues es un síntoma de tolerancia en algunos sectores reacios a los cambios, acostumbrados al rock o a la música electrónica. Pareciera que en la actualidad el término “placer culpable” se utiliza menos en las conversaciones sobre gustos musicales, un fenómeno que sin duda refleja apertura para reconocer la calidad musical y disfrutarla a plenitud sin importar el género. 

En este contexto, entre los retos a enfrentar por parte de los consorcios organizadores de estos festivales está la distribución, pues la gran mayoría se concentran en la zona metropolitana de nuestro país. Es entendible que, después de cubrir este espectro geográfico, la oferta se moviera hacia el noroeste del país, a ciudades de dimensiones importantes como Monterrey, Guadalajara o Ciudad Juárez. 

Sin embargo, en la zona sur de la república aún no se han creado las condiciones propicias para consolidar una escena musical, pues si restamos el factor turístico-musical que ofrece la Riviera Maya, sólo quedaría un festival importante que se ha mantenido durante casi 20 años: Cumbre Tajín.

En la actualidad hay esfuerzos destacados de pequeños emprendedores que, en asociación con marcas cerveceras, han logrado llevar talento incluso de talla internacional a lugares como Villahermosa, Veracruz o Tuxtla Gutiérrez. Por ejemplo, en festivales como Buenaventura o Arcadia se han presentado Porter, Ximena Sariñana y Miami Horror, entre otros, en una gira conjunta que significó su primera presentación en dichos territorios. 

En el caso específico de Tuxtla Gutiérrez (una ciudad que podría considerarse muy alejada del mapa musical), se ha gestado una escena electrónica que rema a contracorriente de la hegemonía de la música regional. Se han abierto sitios de dancefloor como Sanguínea, en donde mes a mes se presentan talentos de la talla de Moullinex, The Wookies o Supercontinent, proyecto de los cinco talentos más sobresalientes de la escena nacional electrónica: Bufi, André VII, Juan Soto, Dan Solo y Thomass Jackson. Cabe mencionar que Supercontinent estuvo incluido en la primera edición del festival CADEJO, celebrado en Tuxtla Gutiérrez, en donde lidereó el cartel junto con Simpson Ahuevo.

Si con estos esfuerzos se logra captar la atención de los grandes orquestadores de festivales del país, es muy probable que su brújula apunte pronto hacia otra dirección. Las condiciones parecen sin duda propicias si tomamos en cuenta, además, la inversión que tiene proyectada el gobierno mexicano para conectar a los estados del sureste con el resto del país.

De esta forma se podría completar una cobertura musical de impacto, abasteciendo la demanda del público al que se le hace casi imposible salir de su ciudad, para disfrutar de la música en su mejor plataforma: un escenario.

 

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Imagen de portada: Sanguínea, Tuxtla Gutiérrez