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Todo aquello a lo que el ser humano realmente aspira, no puede medirse

Uno de los principios rectores que ha hecho que el Internet se convierta en el espacio fundamental de la economía y que haya seducido a tantos inversionistas y anunciantes se debe a que, en teoría, todo se puede medir. Todo arroja datos, todo es cuantificable, todo puede convertirse en una gráfica, en una estadística y en un algoritmo. Incluso los seres humanos, con sus perfiles en línea.

Al abrazar la cuantificación de todas las cosas, el Internet sólo sigue la lógica capitalista que ha embebido sus valores en su estructura y en su software. Douglas Rushkoff sugiere que uno de los principales problemas que enfrenta el ser humano en la actualidad es que los valores del sistema capitalista corporativo se han vuelto ubicuos y cada vez más incisivos al estar siendo programados en las plataformas que usamos todo el tiempo, pues el Internet ya no es un lugar al que nos conectamos de repente, es un estado o  ambiente en el que vivimos.  En su libro Team Human, Rushkoff señala que "el énfasis sobre las métricas y la cantidad en lugar de la profundidad y la calidad ha engendrado una sociedad que la da valor a la celebridad, al sensacionalismo y a las evaluaciones numéricas del éxito."

Esto es importante, porque aunque ciertamente los números nos ayudan a ser más eficientes y a acceder a ciertos aspectos de la realidad, no son el juego completo. De hecho, todo lo que más importa en el mundo no puede medirse y todo a lo que el ser humano realmente aspira -al menos, todo aquel que no está embrujado por los seudovalores del ultilitarismo y el consumo- no puede medirse. El amor, la belleza, la verdad, la bondad, las experiencias de comunión con otra persona o con el universo no pueden medirse, no pueden traducirse en un número o en un dataset. Y, sin embargo, los mercadólogos, los informáticos y los científicos materialistas nos quisieran hacer creer que si no se puede medir, no existe y no importa.

Una curiosa etimología sánscrita nos dice que la palabra "māyā", que generalmente se traduce como "ilusión" o "engaño", viene de la raíz "", que significa "medir". Esta es la gran ilusión en la que vivimos: creer que sólo lo que se puede medir es real y tiene valor. La ilusión, también, de que debemos comportarnos y aceptar como real sólo lo que entra dentro de lo medido, de las mediciones de ciertas estructuras socialmente aceptadas o de ciertas escuelas de pensamiento dominante.   


 

Foto: Bloomberg