Horacio Franco, el dios mexicano de la flauta: la reencarnación del dios Pan
Arte
Por: Luis Alberto Hara - 04/06/2018
Por: Luis Alberto Hara - 04/06/2018
El dios Pan aparecía en el bosque infundiendo pánico y éxtasis. Los sonidos de su siringa (un tipo de flauta) llevan a la demencia o al rapto. Era un dios que violaba toda convención; dios de la naturaleza, dios acompañado de ninfas y sátiros, se holgaba en orgías correteando a hombres y mujeres con una constante erección. Plutarco anunció su muerte, acaso profetizando que este dios desmedido de la naturaleza sería reemplazado por el dios cristiano. Pan, el cornudo, sería convertido en el Diablo y con ello, la naturaleza y el deleite delirante del cuerpo serían tabú.
Horacio Franco, de 54 años de edad, es uno de los músicos más importantes que han nacido en México en las últimas décadas. Es considerado uno de los principales flautistas en el mundo, especialista en la música barroca, y algunos incluso se atreven a decir que después de la muerte de Jean-Pierre Rampal, Franco lleva la batuta.
Franco no es un músico convencional; es, indudablemente, alguien que hace las cosas a su manera. Y en el mundo tenso y constipado de la música culta, es una especie de vendaval. Franco practica el fisicoculturismo y gusta de aparecer en los "templos" de la historia de la música vestido con pantalones ajustados, camisas coloridas y eléctricas, o hasta sin ellas (prescindiendo casi siempre del clásico frac). Pero logra imponer su esencia sólo por su virtuosismo y demuestra que el verdadero arte está más allá de etiquetas o buenas costumbres: se trata de la experiencia pura, del don del espíritu, de la fuerza de conmover. En una entrevista explicó que siempre se ha guiado por la pasión, como siguiendo un instinto: "No comparto la idea de una élite de que la música europea o clásica o de concierto es para unos cuantos. No, la música es una vivencia. Eso es también lo que celebro, la vida”.
Para Franco, la música es una celebración de la vida. Y su música y su talante son una especie de fuerza pánica que aparece con vehemencia e irreverencia. No nos parece injusta la comparación con el dios Pan. Jung creía que los seres humanos podían ser poseídos por los arquetipos; Franco parece estar poseído por esta sibilante energía del viento, el falo y el eros.
Franco proviene de una familia humilde; de niño su familia no pudo comprarle un piano, y por ello se acercó primero al violín y a la flauta de pico. En México no había carrera de flauta de pico, pero al recibir una audiencia con el director del conservatorio, éste, impresionado, le concedió fundar la carrera en el Conservatorio de México. Luego viajo a estudiar a Holanda. Su no convencionalidad lo ha llevado a intercalar su pasión por Bach con el jazz y con el rock, con espectáculos de cabaret o con calendarios desnudos por una buena causa. Franco dedica parte importante de su tiempo a intentar difundir la música en México y hacer que llegue a las comunidades más pobres, buscando de alguna manera zanjar el camino para que su historia, realmente inédita, se repita. Se le puede ver dando un concierto lo mismo en el Carnegie Hall que en una secundaria pública de la sierra de Oaxaca.