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Suponer que una persona es introvertida puede llevar a algunos equívocos al tratar con ella

Desde hace un tiempo, la dualidad introvertidos/extrovertidos ha pasado a formar parte de cierta forma generalizada de entender la personalidad. Como otros binomios, éste puede resultar atractivo por la facilidad que nos ofrece para clasificar a una persona, y no sólo en la etiqueta general, sino en todo aquello que en nuestra mente asociamos a cualquiera de esos conceptos, pues una vez que pensamos a una persona bajo la noción de introvertida o extrovertida, de inmediato y tal vez hasta inconscientemente le atribuimos otras cualidades: silenciosos y reservados unos, abiertos y expresivos otros, reflexivos, creativos, inclinados a tal o cual interés, etcétera.

Sin embargo, el ser humano suele ser más complejo (y más sencillo) que todas las explicaciones que se han dado sobre su naturaleza, y servirnos de categorías como las antes dichas puede fácilmente conducirnos a errores de juicio y de trato con respecto a una persona. Después de todo, siempre será mejor estar en contacto con aquel o aquella a quien tenemos en frente y no con la idea que nos hacemos de ese individuo en nuestra mente.

A continuación, compartimos seis de estos malentendidos provocados por la idea de introversión y sus rasgos asociados.

 

Volverlas el centro de atención

En la confianza y la intimidad las personas introvertidas pueden mostrarse inteligentes, divertidas, locuaces e ingeniosas pero, para sorpresa de muchos, cuando la atención pública o de desconocidos se vuelca sobre ellas, todas esas cualidades parecen desaparecer. 

 

Elogiarlas en público espontáneamente 

En el sentido del punto anterior, un reconocimiento público espontáneo puede ser problemático para una persona introvertida. Quizá lo merezca, quizá sea justo y sin duda quien lo hace lo considera un acto positivo, pero para los introvertidos puede significar un problema que no saben cómo enfrentar.

 

Obligarlas a una forma en particular de trabajo en equipo

En general, en la vida, la cooperación suele ser la base del trabajo; sin embargo, en el caso de los introvertidos quizá puedan hacerse ciertas concesiones. No es que las personas introvertidas no sepan trabajar en equipo, pero quizá sus procesos son otros. Hay quienes, por ejemplo, en compañía de otros pueden proponer ideas, discutirlas, defender sus puntos de vista, hacer síntesis rápidas, pero en el caso de los introvertidos a veces todo esto ocurre mejor cuando pueden tener tiempo para reflexionar, sopesar pros y contras, etcétera. 

 

Llevarlas a lugares muy públicos

La intimidad es uno de los valores más apreciados por los introvertidos y, por el contrario, lo público no suelen ser aguas cómodas para ellos. Un café, un paseo por un parque no muy frecuentado, un bar tranquilo donde se pueda conversar, una oficina de pocas personas, etc., son ambientes que sin duda les resultan más agradables.

 

Pensar que no tienen nada que decir

La inclinación (a veces incomprendida) de los introvertidos a la reserva puede hacerlos parecer equivocadamente silenciosos o, peor aún, aburridos. Sin embargo, con cierta frecuencia la realidad es otra. No es que una persona introvertida no tenga nada qué decir o no quiera hablar sino, más bien, no se siente confiada para hacerlo. Si se crean condiciones de confianza, es muy posible que sorprenda a más de uno con sus ideas.

 

Suponer que no pueden encabezar un equipo

Por estas y otras cualidades parecería que las personas introvertidas no pueden ser líderes, pero quizá podría decirse que su posible liderazgo se presenta de otra manera. A diferencia de otras formas de ser, en el caso de los introvertidos suele existir una apertura a distintos puntos de vista; son personas que escuchan y reflexionan y a veces, también, que trabajan duro. En este sentido, pueden ser individuos que inspiran a hacer, o dicho de otro modo, que ponen el ejemplo. A veces, esta también es una manera de liderar.

 

 

Ahora bien: es un tanto infantil pensar que el mundo tiene que ajustarse a nuestras necesidades y ser dócil con aquello que se nos dificulta. La dificultad, en todo caso, debería animarnos a sobreponernos a ella, a conocerla para quizá cambiarla, a demostrar que como seres humanos somos más y mejores de lo que solemos creer. No siempre es así, sin embargo. En este sentido, la intención de esta publicación podría situarse más bien del lado compasivo de la vida. Mientras una persona no descubra lo fuerte que es, quizá lo mejor que podemos hacer los demás es mostrar la compasión de la que somos capaces.

 

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Imagen de portada: Lobke van Aar