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13 patrones mentales y de conducta que retrasan tu evolución personal

Buena Vida

Por: Jimena O. - 02/27/2018

¿Qué de tus decisiones cotidianas está impidiendo que crezcas en tu vida?

¿Para qué estamos en este mundo? Una posibilidad es que el sentido de estar vivos se encuentre en nuestra propia evolución. En el entendido de que aquí sólo estamos de paso, puede pensarse que llegamos sólo para salir mejor de lo que entramos. 

Y aunque esto podría sonar un tanto egoísta, lo cierto es que no es así: todas nuestras acciones tienen un impacto en la realidad que habitamos, nuestras decisiones y también las omisiones generan un efecto real, palpable, y en la medida en que así ocurre, cabe admitir que al esforzarnos por ser mejores personalmente, por consecuencia hacemos un poco mejor el mundo en el que vivimos.

¿Cómo empezar ese camino? En muchos casos, la tarea comienza por desaprender y dejar. Como si se tratase de una vía llena de obstáculos e impedimentos que es necesario limpiar y dejar libre. 

A continuación compartimos esta lista de 13 hábitos que pueden estar obstruyendo ese camino tuyo. Como en una nota anterior, compartimos estos puntos no con un sentido moralista o de censura, sino como estímulos para la reflexión personal, bajo la idea de que pueden ser útiles en las búsquedas de cada persona. Suscribimos así lo dicho por Jiddu Krishnamurti, quien aseguró que la forma más elevada de inteligencia es la capacidad de observar sin juzgar. 


Lamentarte por tu situación

¿Cuánto tiempo pasas lamentándote por las circunstancias de tu vida? ¿Qué crees que pasaría si invirtieras esos minutos, horas o días en reflexionar sobre tu existencia y comenzar a asumir la responsabilidad de las condiciones que sí puedes modificar a tu favor para tener la vida que deseas?

 

Ceder a otros el control de tu propia vida

Hay un dominio del que nadie más que tú es responsable: tu propia existencia. Responsabilizar a otros de lo que te sucede –tus padres, tu jefe en el trabajo, tu pareja, etc.– significa, en cierto modo, renunciar a tu propia existencia y el rumbo que ésta puede tomar.

 

Oponer resistencia al cambio

La vida está en cambio constante, y oponerse a ese flujo natural sólo causa dolor y sufrimiento. Si algo cambia en tu vida, acepta ese cambio y obsérvalo para entender las nuevas circunstancias en las que vives. Incluso el día de hoy es radicalmente distinto al ayer.

 

Querer cambiar lo que no puedes

Hay circunstancias de la vida que escapan a nuestro control. Un día nublado nos entristece, ¿pero está en nuestro poder hacer que el Sol se asome entre las nubes? Querer cambiar aquello que no depende de nosotros da origen a una doble insatisfacción: una, respecto de las condiciones en las que vivimos, y otra, respecto de nuestra propia capacidad. Aprender a distinguir entre lo que podemos y no podemos modificar nos libera de ese sufrimiento y nos ayuda a enfocar nuestros recursos en aquello que sí es posible transformar a nuestro favor.

 

Vivir para complacer a otros

Intentar complacer a otros es una tarea desgastante e imposible. Tu vida puede consumirse en ello y al final te darás cuenta de que en vez de disfrutar de la existencia, perseguiste inútilmente un objetivo vano. Abandona esa tarea. Descubre qué te interesa a ti, qué te satisface, qué quieres para tu vida y, sin que esto represente un encierro egoísta, trabaja en función de ello.

 

Vivir sin arriesgarse

Con cierta frecuencia, la vida necesita del riesgo y la valentía. El riesgo de salir de lo aprendido y lo permitido; el riesgo de enfrentar lo impredecible; el riesgo de vivir sin calcular ni planear. El riesgo, finalmente, de aceptar que a veces vivir con valentía tiene sus recompensas, y a veces no.

 

El apego al pasado

Es cierto: el pasado puede ser un lugar agradable y, por ello mismo, seductor. Pero aunque nos duela, es necesario aceptar que el pasado ya no existe. De la vida sólo tenemos esto que sucede ahora. ¿Quieres gastar tus días frente al altar de lo pasado o en la experiencia plena del presente?

 

La repetición

La mente humana adquiere fácilmente el hábito de la repetición –que es una expresión del apego–. Inconsciente o involuntariamente repetimos patrones mentales, emocionales y de conducta que corresponden a circunstancias pasadas y, por ello mismo, que no se corresponden ya a esto que vives ahora. Si es necesario, examina el origen de esa repetición, la función que ha tenido en tu vida y, como paso final, déjala ir.

 

Comparar tu vida con la de otras personas

Si lo piensas con calma, comparar tu vida con la de otras personas no tiene ningún sentido, tanto si crees que la vida de los demás es mejor que la tuya como si piensas lo contrario. ¿Por qué no tiene sentido? Porque la existencia de cada persona es el resultado de circunstancias únicas, irrepetibles y, por ello mismo, incomparables. Vive tu vida lo mejor que puedas y deja que los otros hagan lo mismo con lo que les tocó en suerte.

 

Experimentar la adversidad como un fracaso o una derrota

La dualidad éxito/fracaso es, como tantas otras, engañosa y en última instancia falsa. Puede ser también despiadada, pues al no admitir matices, nos impide ponderar todos los ángulos de una experiencia, aquello que obtuvimos de ésta y qué en nosotros cambió luego de vivirla. ¿Tuvimos un revés en nuestra vida? Una relación que terminó, un proyecto que no llegó a buen fin, una persona a la que perdimos… En vez de sentirnos derrotados y aplastados por ello, ¿por qué no reflexionar sobre su efecto en nuestra vida? ¿Hay algo que podamos aprender? Parafraseando al emperador filósofo Marco Aurelio, ¿hay algo de ello que podamos aprovechar para ser más sabios, más prudentes o más compasivos? Visto así, ¿es justo sentir que dicha adversidad es una derrota?

 

Tener miedo a la soledad o al silencio

Si bien somos seres grupales, orientados a buscar la compañía de los otros, la existencia, paradójicamente, se enfrenta en soledad. Es la persona por sí misma quien debe tomar sus decisiones, asumir sus responsabilidad y, en suma, caminar su propia senda. Nadie más puede hacerlo por nosotros. De ahí la importancia de no temer ni la soledad ni el silencio sino, por el contrario, aprender a conocerlos y habitarlos. Ambos son una preparación: la soledad, para saber estar en compañía de otros; el silencio, para dar sustancia a nuestras palabras y nuestros actos.

 

La posesión

Más allá de nuestro cuerpo y nuestra mente, nada de todo lo que se presenta en nuestra vida nos pertenece. Ni los bienes que adquirimos, ni las personas a las que queremos y ni siquiera las circunstancias en las que se desarrolla nuestra existencia. El cambio del que hablamos antes hace que el afán de posesión se convierta en un freno al desarrollo personal, pues nos hace aferrarnos a algo que a veces ya ni siquiera está ahí. 

 

La impaciencia

La vida, por sí misma, no se puede apresurar. Su reloj a veces puede parecer caprichoso, pero sólo porque camina a su propio ritmo, que es inalterable. Las semillas que germinan, el día que nace, la primavera que llega: todo es así, gobernado por un tiempo secreto frente al cual debemos ser pacientes, experimentando a cabalidad el momento en el que nos encontramos, sin ansiedad por un futuro que aún no existe.

 

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Imagen: Anders Røkkum