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4 creativas cartas de amor erótico de artistas famosos

Arte

Por: Jimena O. - 05/16/2017

Antes, previo a la llegada del sexting, estaban las cartas que debían recorrer una larga distancia y, como requisito elemental, contener cierta creatividad provocativa

¿Quién podría haber imaginado que la inmediatez de la información, esta que se genera con la accesibilidad al Internet, causaría grandes consecuencias en la sexualidad y la literatura? Si bien los avances tecnológicos facilitaron la comunicación en muchos sentidos, también afectaron la manera en que se vivía el amor, el erotismo y la sexualidad. De alguna manera, se perdió su trascendencia en la cotidianidad, se banalizó hasta convertirse en un objeto más a conseguir y a perder. 

Antes, previo a la llegada del sexting, estaban las cartas que debían recorrer una larga distancia y, como requisito elemental, contener cierta creatividad provocativa. Sin fotografías de rápido acceso ni respuestas inmediatas, las cartas eran una práctica importante para fomentar tanto el erotismo como la imaginación literaria. 

¿Quién es capaz de escribir como el escritor irlandés James Joyce a su esposa Nora Barnacle sólo para volverla a seducir? 

Nora, mi fiel querida, mi tunante colegiala, sé mi puta, mi amante, todo lo que tú quieras –¡mi pequeña maldita amante! ¡Mi pequeña puta!– eres siempre mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia.

Mi dulce y sucia ave cogedora,

            …Mi amor me permite rogar al espíritu de la belleza y ternura eternas reflejadas en tus ojos, o revolcarte en el suelo…

[…] Cuando otros cuentan en mi presencia historias obscenas o lujuriosas sonrío apenas. A pesar de eso, parece que tú me conviertes en una bestia. Fuiste tú misma, tú, pícara muchacha desvergonzada, quien primero me enseñó el camino…

[…] Sé que estoy arriesgándome mucho al escribir de este modo, pero si realmente me quiere, sentirá que estoy loco de lujuria y que debo decirlo todo.

¿O la erótica literaria de Frida Kahlo para su Diego? 

Mi Diego. 

Espejo de la noche. 

Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne. Ondas entre nuestras manos. 

Todo tú en el espacio lleno de sonidos –en la sombra y en la luz. Tú te llamarás AUXOCROMO, el que capta el color. Yo CROMOFORO, la que da el color. 

Tú eres todas las combinaciones de los números. La vida. 

Mi deseo es entender la línea, la forma, la sombra, el movimiento. Tú llamas y yo recito. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis actos y va a las tuyas que son mi luz. 

Era sed de muchos años retenida en nuestro cuerpo. Palabras encadenadas que no pudimos decir sino en los labios del sueño. Todo lo rodeaba el milagro vegetal del paisaje de tu cuerpo. Sobre tu forma, a mi tacto, respondieron las pestañas de las flores, los rumores de los ríos. Todas las frutas había en el jugo de tus labios, la sangre de la granada, el tramonto del mamey y la piña acrisolada. Te oprimí contra mi pecho y el prodigio de tu forma penetró en toda mi sangre por la yema de mis dedos. Olor a esencia de roble, a recuerdo de nogal, a verde aliento de fresno. Horizontes y paisajes que recorrí con el beso. Un olvido de palabras formará el idioma exacto para entender las miradas de nuestros ojos cerrados. 

Estás presente, intangible y eres todo el universo que formo en el espacio de mi cuarto. Tu ausencia brota temblando en el ruido del reloj, en el pulso de la luz; respiras por el espejo. Desde ti hasta mis manos, recorro todo tu cuerpo, y estoy contigo un minuto y estoy conmigo un momento. Y mi sangre es el milagro que va en las venas del aire de mi corazón al tuyo. 

El milagro vegetal del paisaje de mi cuerpo es en ti la naturaleza entera. Yo la recorro en vuelo que acaricia con mis dedos los redondos cerros, penetran mis manos los valles en ansias de posesión y me cubre el abrazo de las ramas suaves, verdes y frescas. Yo penetro el sexo de la tierra entera, me abrasa su calor y en mi cuerpo todo roza la frescura de las hojas tiernas. Su rocío es el sudor de amante siempre nueva. No es amor ni ternura ni cariño, es la vida entera, la mía, que encontré al verla en tus manos, en tu boca y en tus senos. Tengo en mi boca el sabor almendra de tus labios. Nuestros mundos no han salido nunca fuera. Sólo un monte conoce las entrañas de otro monte. 

Por momentos flota tu presencia como envolviendo todo ser en una espera ansiosa de mañana. Y noto que estoy contigo. En este momento lleno aún de sensaciones, tengo mis manos hundidas en naranjas, y mi cuerpo se siente rodeado por tus brazos. 

¿Y qué decir de las cartas que la artista Georgia O’Keeffe mandó al fotógrafo Alfred Stieglitz en 1922? 

Es mi cuerpo que te deseo y parece ser el único pensamiento o deseo que tengo –y parece en ocasiones ser la única memoria de ti– dos cuerpos que se han fusionado –que se han tocado con entrega hasta sus fines haciendo un circuito completo. 

[…] Estoy acostada –esperando a expandirme– esperar por ti a morir con el sentido de ti –con el placer de ti– el sentirte a ti sintiendo el sentir de mí –de todo mi cuerpo– todo de mi ser está esperándote para tocar el centro de mí con el centro de ti. 

Finalmente, las cartas que el escritor Henry Miller envió a su homóloga Anaïs Nin:

Queridísima Anaïs:

Quiero decir que no puedo ser absolutamente leal, no está dentro de lo que soy capaz. Me gustan las mujeres, o la vida, demasiado… No sé cual de las dos cosas. Pero ríe, Anaïs. Me encantaría oírte reír. Eres la única mujer que tiene un sentido de la alegría, una sabia tolerancia; no, es más, parece que me instas a que te traicione. Por eso te amo. Y ¿qué es lo que te lleva a hacer eso, el amor? Es hermoso amar y ser libre al mismo tiempo.

No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un milagro. Te voy a exigir todo, hasta lo imposible, porque me animas a ello. Eres realmente fuerte. Me gusta incluso tu engaño, tu traición. Me parece aristocrático (¿suena inapropiada la palabra aristocrático en mi boca?).

Sí, Anaïs, pensaba en cómo traicionarte, pero no puedo. Te deseo. Quiero desnudarte, vulgarizarte un poco… no sé, ay, lo que me digo. Estoy un poco bebido porque tú no te encuentras aquí. Me gustaría dar una palmada y Voilà, ¡Anaïs! Quiero que seas mía, usarte, follarte, enseñarte cosas. No, no siento aprecio por ti, ¡no lo permita Dios! Tal vez quiera hasta humillarte un poco, ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué no me arrodillo ante ti y te adoro? No puedo, te amo alegremente ¿Te gusta eso? Y querida Anaïs, soy tantas cosas. Ves solamente las cosas buenas ahora, o al menos eso es lo que me haces creer. Quiero tenerte al menos un día entero conmigo. Quiero ir a sitios contigo, poseerte. No sabes lo insaciable que soy, ni lo miserable, además de egoísta.

Me he portado bien contigo. Pero te advierto, no soy ningún ángel. Pienso principalmente que estoy un poco borracho. Me voy a la cama; resulta demasiado doloroso permanecer despierto. Soy insaciable. Te pediré que hagas lo imposible. No sé lo que es. Probablemente tú me lo dirás. Eres más rápida que yo. Me encanta tu coño, Anaïs, me vuelve loco. Y tu manera de pronunciar mi nombre. ¡Dios mío, parece irreal! Escucha, estoy muy ebrio. No soporto estar aquí solo. Te necesito. ¿Puedo pedírtelo todo? Puedo ¿Verdad? Ven enseguida y fóllame. Descarga conmigo. Rodéame con las piernas. Caliéntame…