Los conceptos de psiconauta y psicotecnología resultan de suma importancia para conocer mejor las potencialidades ocultas del ser humano, los estados no ordinarios de conciencia y las sustancias psicoactivas (desde milenarias plantas sagradas hasta compuestos recientemente sintetizados en el laboratorio). Sin embargo, estos términos son generalmente desconocidos o directamente ignorados cuando se aborda un enfoque que no tome en cuenta el derecho a la libertad cognitiva del ser humano (aquel principio inalienable de total soberanía sobre la propia conciencia).
La palabra psiconauta (un neologismo de raíces griegas que significa literalmente “navegante de la mente”) aparece originalmente en 1970, en el trabajo del escritor alemán Ernst Jünger, especificamente en su obra Acercamientos: Drogas y ebriedad, donde el autor utiliza el término para referirse a los viajeros de los espacios interiores que usan vehículos psicodélicos. No obstante, si bien Jünger es el creador del término, uno de sus principales popularizadores ha sido el eminente etnobotánico Jonathan Ott. Considerado todo un erudito en su campo, Ott, en su obra de 1995 Diccionario de los ángeles, define al psiconauta como un viajero embarcado en las odiseas chamánicas que ocurren en el universo de su propia mente.
Más recientemente Richard Doyle, en su obra La farmacia de Darwin, ha conceptualizado al psiconauta como aquella persona que explora la mente mediante una inevitable ciencia o metodología en primera persona; esto equivaldría a decir que la psiconáutica se relaciona directamente con la capacidad de desarrollar modelos que comprendan tanto la descripción como la explicación de la fenomenología de la conciencia. La doctora Diana Reed Slattery, quien ha estudiado a profundidad diversos mapas y modelos psiconáuticos, establece en el siguiente orden dicha metodología:
(1) Ajustar la química de la conciencia mediante una sustancia psicodélica (o algún otro vehículo psicotecnológico)
(2) observar los cambios en la conciencia
(3) reportar lo ocurrido.
Con respecto a la metodología propuesta por Slattery, modelos provenientes tanto de la farmacología como del chamanismo o la psicoterapia parecen coincidir en que las tres variables más importantes a cuidar para un adecuado ajuste de la química cerebral son el set (o programa mental del individuo), el setting (el entorno y la compañía al momento de la experiencia) y la dosificación –y calidad-- del propio compuesto. De acuerdo con Rick Strassman (autor de DMT: La molécula del espíritu) la mayor parte de los “accidentes” relacionados con experiencias psicodélicas provienen de no cuidar alguna de estas tres variables.
Es por esta razón que Stanislav Grof, psiquiatra checo considerado padre de la psicología transpersonal, define a los psicodélicos como amplificadores no específicos de la conciencia, es decir, son considerados no específicos debido a que su efecto se encuentra sujeto a las variables anteriormente mencionadas. Ésta resulta ser una cuestión fundamental para entender las distintas posturas existentes en torno a estas sustancias: hay quienes las consideran medicinas, espíritus maestros, armas de lavado cerebral (o, como en el caso de la reduccionista psiquiatría ortodoxa, psicotomiméticos o agentes estimulantes de psicosis). Todas estas perspectivas pueden, en cierta medida, llegar a ser válidas cuando consideramos el nivel de realidad que habita el individuo, así como el resultado observable, producto del balance (o desbalance) de las variables ya mencionadas.
Una vez entendido el primer concepto, vale la pena profundizar en cuáles son las herramientas o medios utilizados por los psiconautas para acceder a estos nuevos y desconocidos espacios mentales. El segundo concepto que trata este articulo son las psicotecnologías; dicho termino es extraído del paradigma multiestados, un modelo propuesto por el doctor Thomas B. Roberts (quien imparte una cátedra titulada “Estudios Psicodélicos”, en la Universidad de North Illinois en Estados Unidos). Bajo la lógica de la teoría de Roberts, las psicotecnologías pueden ser entendidas como herramientas o dispositivos psicológicos con la función de permitir a quien los usa alcanzar un output deseado de información, es decir, una respuesta observable que pueda manifestarse en forma de ciertas habilidades específicas; relacionadas con el estado de conciencia del individuo. La idea general con respecto a esto es que los psiconautas, trabajando apropiadamente con el amplio catálogo de psicotecnologías existentes, pueden seleccionar, modificar o mejorar a voluntad habilidades o procesos relacionados con la percepción, cognición o emoción.
De esta manera, estas sustancias formarían parte de una familia concreta de psicotecnologías; esto abre el tema hacia la identificación y el estudio de otras formas de tecnologías de la mente como puede ser la meditación, el yoga, técnicas de respiración (como la holotrópica), la hipnosis, los cantos chamánicos o icaros, el manejo del sueño lucido, las artes marciales iniciáticas, la privación sensorial o formas más modernas de estimulación cerebral como el biofeedback.
Con este modelo, Roberts propone que las psicotecnologías psicodélicas deben jugar un rol esencial como agentes facilitadores del principio metodológico de la experimentación, es decir, los psicodélicos no son necesariamente mejores herramientas que otros medios como la respiración o la meditación, pero sí son vehículos más veloces. En otras palabras, experimentar responsablemente con estas sustancias no requiere de los largos períodos de entrenamiento que sí conlleva, por ejemplo, aprender complejas asanas de yoga, activar todos los chakras del cuerpo o dominar antiguas técnicas meditativas orientales.
Pero entonces, ¿por qué no tenemos una sociedad basada en este tipo de psicotecnologías, tal y como Aldous Huxley propuso en su famosa obra La isla (último trabajo publicado antes de su famosa muerte en LSD)?
Si bien la respuesta a esto puede tener múltiples matices, en el fondo el problema filosófico al que se adhiere es lo que Roberts llama “la falacia del estado único”, aquel supuesto erróneo de que todas nuestras habilidades útiles residen únicamente en el estado de conciencia ordinario. En este sentido el pionero en antropología transpersonal, Charles Laughlin, complementa esto al señalar que existen sociedades monofásicas y multifásicas, siendo nuestro paradigma occidental uno estrictamente monofásico; esto significa que la conciencia ordinaria (también conocida como vigilia) es considerada lo correcto y normal, los sueños son poco valorados y los estados no ordinarios son sistematizadamente descartados al considerarse anormales o simplemente patológicos.
No obstante, el estado prohibicionista ha establecido una dictadura de realidades, una donde la libre exploración de la conciencia es castigada y estigmatizada. Ott, en su famosa obra Pharmacotheon, se refiere al prohibicionismo como un experimento de ingeniería social cuyas leyes son inaplicables, ineficaces, insalubres, inmorales, antieconómicas, anticientíficas y antiecológicas. En esa misma obra Ott sostiene además que el consumo de sustancias psicoactivas es básicamente una actividad normal y virtualmente universal en toda la historia de nuestra especie. De forma similar, el también etnobotánico Terence McKenna, en El manjar de los dioses, incluso relaciona a los psicodélicos con el desarrollo de procesos evolutivos complejos (como el propio lenguaje) entre los primeros grupos de homínidos en África.
Recientemente, cada vez más autores hablan de un renacimiento psicodélico; entre ellos encontramos a Ben Sessa, James Oroc, Christopher Partdridge y al propio Tom Roberts. En cualquier caso, estamos hablando de un reavivamiento del interés científico, cultural y espiritual en torno a estos compuestos. Desde mitades del siglo XX hasta la actualidad, tres fases pueden ser perfectamente reconocidas:
1. Desde el descubrimiento de la LSD-25 por parte del químico suizo Albert Hofmann en 1943 hasta el final de la década de los 50 con el filósofo e intelectual Aldous Huxley como figura central.
2. La era contracultural psicodélica de la década de los 60 con el doctor Timothy Leary en el centro. Tras la caída de este movimiento y el alzamiento del prohibicionismo, voces como las de Jonathan Ott se volvieron esenciales. Además de ser un académico riguroso y un erudito en contacto con la primera línea de investigadores psicodélicos como Hofmann y Wasson, Ott es un desafiante explorador psicodélico que se volvería una fuente esencial en la siguiente década para alimentar el interés de las nuevas generaciones de psiconautas (una responsabilidad similar a la de Terence McKenna).
3. El desarrollo de la cultura rave desde mediados de la década de los 80; algunos de los principales representantes de esta fase son el químico Alexander Shulgin (difusor y resintetizador del MDMA, e inventor de más de 230 sustancias psicoactivas, muchas de ellas probadas en él mismo y su esposa), el reconocido etnobotánico y filósofo Terence McKenna (también llamado el bardo psicodélico), el doctor Rick Strassman (psiquiatra cuya investigación reavivó el interés del público por las experiencias con DMT en este siglo) y el artista visionario Alex Grey (cuya campaña de 2013 para la edificación de un mausoleo psicodélico se convirtió en uno de los proyectos más exitosos en la plataforma de crowdfunding digital Kickstarter).
Es entonces, a partir de la década de los 90, también llamada la década del cerebro, que encontramos un interés renovado en el estudio científico de los efectos de estas sustancias por parte de la neurociencia cognitiva y la psicofarmacología; el resultado más visible de este creciente interés fue la reapertura de la investigación psicodélica con el ya mencionado trabajo de Strassman con DMT en la Universidad de Nuevo México, más otros estudios recientes realizados con psilocibina en la Universidad Johns Hopkins, además del trabajo de investigación psicoterapéutica de MAPS con MDMA o las investigaciones con otros psicodélicos que realizan organismos como la Fundación Beckley o el Instituto Heffter.
Para entender mejor cómo todas estas diversas líneas de investigación encajan y pasan a ofrecernos un panorama altamente optimista en relación a la integración y reconocimiento de estas sustancias en nuestra cultura, Roberts nos ofrece un modelo de cuatro etapas destinado a cubrir importantes áreas de nuestra realidad como lo son la ciencia, la espiritualidad, el arte y la propia mente; esto se logra estableciendo un modelo no secuencial, es decir, una teoría donde una nueva etapa no sustituye a otra, sino que éstas coexisten y se construyen naturalmente a partir de su interacción. Las cuatro etapas evolutivas ubicadas por Roberts son las siguientes:
1. La etapa medica-neurocientifica (psicoterapéutica)
2. La etapa espiritual-religiosa (enteogénica)
3. La etapa intelectual-artística (ideogénica)
4. La etapa de las aplicaciones mentales o mindapps (psicotecnologíca)
Etapa 1: Psicodélicos en el laboratorio
La etapa medica-neurocientifica es quizá la más visible en la actualidad, y se encuentra caracterizada por los avances científicos en facultades de medicina, clínicas y laboratorios de biología (mayormente en Europa y Estados Unidos); dentro de esta etapa, las experiencias místicas (o transpersonales) producidas por las sustancias psicodélicas son la principal variable de investigación en la curación y/o el cambio de actitudes en pacientes y voluntarios.
El éxito de las experiencias de conciencia trascendente psicodélica puede verse reflejado en los estudios para el tratamiento de la ansiedad, depresión, diferentes tipos de adicciones, psicosis, neurosis, autismo o el trastorno de estrés postraumático (TEPT), lo cual conduce a una aceptación social basada en las propiedades curativas de estas experiencias.
Por ejemplo, el mejoramiento en la plasticidad cerebral ligado a estos estados psicodélicos puede ser entendido como resultado de lo que el investigador Michael Winkelman denomina psicointegración. Este concepto sugiere que al ser análogos de la serotonina --un neurotransmisor básico del organismo-- los psicodélicos modulan no sólo un proceso cerebral específico, sino varias actividades de muchos otros neurotransmisores. Esto produciría una integración entre la estructura cerebral del tálamo, que regula el flujo de información proveniente del sistema nervioso, y del córtex, que interpreta emocionalmente dicha información. Cabe señalar que tanto el tálamo como el córtex hacen uso de los circuitos serotoninérgicos (5-HT2), lo cual hace sugerir a Winkelman que las experiencias psicodélicas, al estimular estos circuitos, mejoran en términos generales los procesos de comunicación cerebral, explicando así dicha neuroplasticidad.
Etapa 2: Psicodélicos en la espiritualidad
A pesar de los grandes avances que la ciencia descubre con respecto a los psicodélicos, sus potenciales aplicaciones no se restringen exclusivamente a la psicoterapia moderna; es por ello que en esta segunda etapa estos compuestos suelen recibir el nombre de enteógenos, un neologismo propuesto por Ott, Wasson y otros reconocidos académicos. El significado de este término es “generando la divinidad interior” y hace referencia al uso de psicodélicos en contextos donde el individuo posee un sentido de lo sagrado, o bien, un modelo de interpretación espiritual (oracular o ritualístico) para las experiencias producidas por dichas sustancias. Estos modelos son frecuentemente observables en las antiguas escuelas iniciáticas, como la de Eleusis en Grecia, donde parecen haber utilizado psicodélicos derivados del cornezuelo de centeno u hongos psilocíbicos como catalizadores para rituales de iniciación (otros ejemplos de esto fueron el soma en la India, así como el teonanácatl en Mesoamérica).
Pruebas del desarrollo actual de esta segunda etapa pueden encontrarse en: (1) el incremento en el número de iglesias que usan legalmente compuestos psicodélicos de forma enteogénica (Santo Daime, União do Vegetal, Iglesia Nativa Americana, etc.), (2) el impacto social de la conciencia “espiritual” de los psicodélicos en la cultura popular, y (3) la rápida propagación de diferentes tipos de publicaciones sobre el uso enteogénico de los psicodélicos gracias, en gran medida, a internet, y particularmente a sitios como Erowid.
Etapa 3: Psicodélicos como catalizadores intelectuales y artísticos
Si nos remontamos a las investigaciones del doctor Oscar Janiger en la década de los 60, encontraremos que dichos estudios mostraron que muchos artistas se sentían más ingeniosos e inspirados durante o después de una experiencia psicodélica, esto ha conducido a señalar que el uso selectivo de psicodélicos en la resolución de problemas para ingenieros, físicos, matemáticos, diseñadores, arquitectos o artistas, podría constituir una de las aplicaciones artístico-intelectuales más relevantes de estas sustancias.
Apoyando este argumento también podemos mencionar algunos científicos que lograron catalizar sus habilidades creativas e intelectuales por medio de estados psicodélicos; la lista incluye --entre muchos otros-- a Kary Mullis (desarrollador de la técnica de reacción en cadena de la polimerasa-PCR), Francis Crick (uno de los descubridores de la estructura molecular de la doble hélice del ADN), Steve Jobs (fundador de Apple), Richard Feynman (premio Nobel de física), Douglas Engelbart (pionero del Internet, las interfaces gráficas, creador del hipertexto y del mouse), Mark Pesce (uno de los desarrolladores del Lenguaje para Marcación de Realidad Virtual VRML), John C. Lilly (pionero en la comunicación interespecies y creador de los tanques de aislamiento sensorial), y por supuesto, Aldous Huxley (escritor considerado como una de las máximas autoridades intelectuales del siglo XX).
Uno de los fundamentos para explicar esta relación entre creatividad y conciencia psicodélica puede ser encontrado en un revelador estudio del 2011 publicado por British Medical Journal, donde se demostró que personas con un alto coeficiente intelectual desde su niñez suelen ser más susceptibles a convertirse en consumidores de ciertas drogas como el MDMA. La explicación a esto yace en el hecho de que las personas inteligentes se encuentran normalmente más abiertas a tener este tipo de experiencias debido a la alta estimulación cognitiva y/o emocional que estos compuestos producen; es por ello que en este contexto de la tercera etapa, Roberts denomina a los psicodélicos ideogénos (generadores de ideas), y sugiere que este uso puede servir como un puente de transición hacia el cuarto escenario evolutivo: la etapa de las aplicaciones mentales o psicotecnologíca.
Etapa 4: Psicodélicos como tecnologías de la mente
Hay que recordar que fue Alan Watts, filósofo y uno de los principales divulgadores del budismo zen en occidente, quien sugirió en su momento que los compuestos psicodélicos pueden considerarse como complementos perceptivos semejantes al telescopio o al microscopio, sólo que en el caso de estas sustancias el complemento no se encuentra enfocado en el mundo externo, sino en estados internos del sistema nervioso.
Además del estado ordinario de conciencia, los humanos tenemos la capacidad de acceder a muchos otros estados, cada uno con sus particulares habilidades específicas o residentes. Mediante lo que Roberts llama mindapps (o psicotecnologías), podemos instalar y trabajar dichos estados o habilidades. Por esto mismo, las aplicaciones mentales, las psicotecnologías (o mindapps), también pueden llegar a recordarnos un poco a la teoría de los ocho circuitos cerebrales del doctor Timothy Leary y de Robert Anton Wilson, así como al concepto de metaprogramación desarrollado por el doctor John Lilly.
La etapa psicotecnológica, al igual que las ideas de psiconautas como Leary, Wilson, Lilly y Watts establece que el ser humano al explorar su conciencia se encuentra cada vez más consciente de sí mismo, de su modo de operar, y por consiguiente, está avanzando hacia una modalidad de comportamiento donde la inteligencia estudia a la inteligencia, o el sistema nervioso estudia al propio sistema nervioso; esto nos lleva a reprogramarnos y a eliminar más fácilmente condicionamientos y automatismos que normalmente reducen nuestra calidad de vida.
Siguiendo esta línea, Roberts sugiere que tal y como podemos programar e instalar un número indefinido de aplicaciones dentro de nuestros dispositivos electrónicos, de igual manera podemos usar dentro nuestro ciertas psicotecnologías que nos lleven a desarrollar o trabajar funciones o habilidades específicas, no disponibles normalmente en el estado ordinario de conciencia.
Finalmente, y para concluir este artículo, me gustaría incluir una serie de links a publicaciones (lamentablemente, sólo disponibles en inglés) que no corresponden a los habituales sitios devotos a las sustancias psicodélicas, sino que fueron presentadas en publicaciones mainstream y journals académicos oficiales a lo largo de la última década, esto también puede ser visto como evidencia del antes mencionado renacer psicodélico. Tomo estas referencias del último libro del doctor Roberts, The Psychedelic Future of Mind, una lectura más que recomendada para quien haya encontrado interesante este texto y donde muchas de estas ideas se exponen a mayor profundidad.
The Chronicle of Higher Education. Researchers Explore New Visions for Hallucinogens. 2006
The Lancet. Psychedelic Research Moves Mainstream. 2008
American Psychological Association Monitor. Research on Psychedelics Makes a Comeback. 2010
Scientific American. Hallucinogens as Medicines. 2010
The Economist. Research Into Hallucinogenic Drugs Begins to Shake Off Decades of Taboo. 2011
The New York Times. A Dose of a Hallucinogen From a ‘Magic Mushroom, and Then Lasting Peace. 2016
Contacto con el autor: Ibrah Gebrail // Psyconautas Radio // La Drogoteca