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La vida de un rockstar no siempre admite un atisbo a su lado más íntimo.

No es usual tener imágenes domésticas de un rockstar. Casi siempre lo que vemos de ellos es su vida de glamour y excesos, o fotografías tomadas con una perspectiva casi heroica de su desempeño arriba del escenario. En este sentido, los rockstars parecen haber ocupado el lugar que los héroes tenían en la Antigüedad, esos seres un poco sobrehumanos que, como Aquiles, parecen estar caracterizados por tener vidas gloriosas y llenas de fama pero breves. 

Sin embargo, los rockstars también son personas, como cualquiera de nosotros, con todo lo que ello implica: problemas, contradicciones, dificultades. Pero también alegría, satisfacción, deleite.

Como ejemplo de ello, en esta ocasión compartimos una serie de fotos de Jim Morrison, el vocalista insigne de The Doors que quizá recordemos bajo su avatar de “el Rey Lagarto”, un miembro del llamado “Club de los 27” que incluye también a Robert Johnson, Jimi Hendrix, Janis Joplin o, más recientemente, a Amy Winehouse, y que tiene como cualidad en común haber muerto a los 27 años. Lo dicho: los elegidos de los dioses mueren jóvenes.

Estas imágenes, sin embargo, muestran a Morrison en su dimensión netamente humana, despojado quizá del halo de rebeldía e irreverencia que le otorgó su personaje detrás del micrófono pero que, a cambio, parece tener algo no menos valioso: una vida común, una vida agradable, una buena vida.

Las imágenes fueron tomadas el 28 de junio de 1971 en Saint-Leu-d’Esserent, una pequeña ciudad en el norte de Francia, adonde Morrison viajó junto con Pamela Courson y Alain Ronay, este último autor de las fotografías.