*

¿La forma en que reímos es una síntesis de nuestra historia y nuestra subjetividad?

Todo, en cierta forma, habla de lo que somos. Nuestra ropa, el lugar donde vivimos, las palabras que usamos, los libros que se apilan en nuestra mesa, las películas que preferimos (y las que hemos evitado), qué comemos, las rutas que seguimos cotidianamente, etc. Todo: incluso la forma en que reímos.

Hace tiempo publicamos en Pijama Surf una breve nota respecto del carácter azaroso de la risa, el hecho un tanto misterioso de su origen y las formas que adquiere en cada persona. Hay quien ríe ruidosamente, otros casi como en silencio, otros de manera entrecortada, como en un tartamudeo. En poesía se ha elogiado la risa cristalina de ciertas mujeres (lo cual parece más licencia que realidad efectiva, pero quién sabe) e igualmente tenemos la imagen de las risas cavernosas de ogros y gigantes, por poner un ejemplo.

La risa, en este sentido, es asimismo seña de identidad y acaso cabría decir también que manifestación de la subjetividad, uno de los canales por los que se expresa la historia misma de lo que somos, ese de dónde venimos que resulta en el instante presente en que reímos.

En esta ocasión quisimos nutrir esta reflexión con un fragmento del gran Fiódor Dostoievski, quien en su novela El adolescente (1875) dedicó algunos párrafos a la risa como huella, individual pero también colectiva. Desde su pesimismo, el ruso siente nostalgia de una época casi bucólica en que las risas eran francas, resultado de la bondad absoluta.

Pero más allá de esto, Dostoievski coincide en que la risa es expresión de la subjetividad misma. Para conocer realmente a alguien, nos dice Dostoievski, hay que mirar cómo ríe:

La alegría de un hombre es su rasgo más revelador, juntamente con los pies y las manos. Hay caracteres que uno no llega a penetrar, pero un día ese hombre estalla en una risa bien franca, y he aquí de golpe todo su carácter desplegado delante de uno. Tan sólo las personas que gozan del desarrollo más elevado y más feliz pueden tener una alegría comunicativa, es decir, irresistible y buena. No quiero hablar del desarrollo intelectual, sino del carácter, del conjunto del hombre. Por eso si quieren ustedes estudiar a un hombre y conocer su alma, no presten atención a la forma que tenga de callarse, de hablar, de llorar, o a la forma en que se conmueva por las más nobles ideas. Miradlo más bien cuando ríe. Si ríe bien, es que es bueno. Y observad con atención todos los matices: hace falta por ejemplo que su risa no os parezca idiota en ningún caso, por alegre e ingenua que sea. En cuanto notéis el menor rasgo de estupidez en su risa, seguramente es que ese hombre es de espíritu limitado, aunque esté hormigueando de ideas. Si su risa no es idiota, pero el hombre, al reír, os ha parecido de pronto ridículo, aunque no sea más que un poquitín, sabed que ese hombre no posee el verdadero respeto de sí mismo o por lo menos no lo posee perfectamente. En fin, si esa risa, por comunicativa que sea, os parece sin embargo vulgar, sabed que ese hombre tiene una naturaleza vulgar, que todo lo que hayáis observado en él de noble y de elevado era o contrahecho y ficticio o tomado a préstamo inconscientemente, y de manera fatal tomará un mal camino más tarde, se ocupará de cosas “provechosas” y rechazará sin piedad sus ideas generosas como errores y tonterías de la juventud.

¿Qué te parece? ¿Tiene razón Dostoievski, agudo observador de la naturaleza humana? ¿La risa es una crisálida del alma humana?

 

(Fragmento tomado del sitio Calle del Orco)

 

También en Pijama Surf: Leer a Dostoievski es como descubrir el amor o ver el mar por primera vez, es perder la inocencia ante la vida: Orhan Pamuk