Según este estudio, las mujeres son bisexuales o gays, nunca heterosexuales
Por: Luis Alberto Hara - 12/23/2015
Por: Luis Alberto Hara - 12/23/2015
Desde cierta perspectiva la preferencia sexual es un asunto polémico, una especie de constricción del instinto por parte de una cultura que a lo largo de la historia se ha caracterizado por reprimir, contener, moldear a favor de ciertas ideas (dominantes) y en contra de otras (minoritarias). ¿Cómo poder hablar de una inclinación sexual si estamos condicionados socialmente hacia algo ya existente? Pero, por otro lado, ¿puede existir un estado natural, puro, en que la sexualidad tome su propio curso? Estas preguntas no son sencillas de resolver, al menos no tajantemente, pero sin duda se pueden aportar elementos que nos conduzcan hacia una posible respuesta.
Tal es el caso de un estudio a propósito de la sexualidad femenina realizado recientemente en la Universidad de Essex por el doctor Gerulf Rieger, adscrito al Departamento de Psicología de dicha institución.
Para el experimento, 345 voluntarias respondieron previamente cuál era su preferencia sexual. Una parte de ellas se definió como heterosexual y el resto como homosexual. Después, a cada una se le mostraron varios videos de contenido erótico protagonizados por hombres y mujeres físicamente atractivos, al tiempo que se registraba la respuesta de las participantes, particularmente en la pupila, la cual se dilata cuando miramos algo que nos excita.
De acuerdo con lo observado, las mujeres heterosexuales presentaron dicha respuesta tanto cuando veían a un hombre como cuando a miraban a una mujer, mientras que en las homosexuales la excitación era notablemente mayor sólo en el caso de las escenas que mostraban a otra mujer seductora.
De acuerdo con el doctor Rieger, estos resultados sugieren que las mujeres son “bisexuales o gays, pero nunca heterosexuales”. Una conclusión apresurada, sin duda, que deja de lado el cariz social y cultural de la construcción de la sexualidad, particularmente el hecho de que las mujeres crecen con mayor flexibilidad con respecto a la posibilidad de reconocer la belleza o el atractivo de otras mujeres sin que ello ponga en duda su elección de objeto de deseo.