¿Qué se siente ser parte de la última generación que supo lo que era llamarle a alguien por teléfono local durante la noche en lugar de entrar a su página de Facebook? Como esta, muchas otras preguntas (retóricas) podrían hacerse para remarcar la extraña encrucijada en que nos hallamos: la generación tecnológicamente más activa en la historia de la humanidad y con una pereza insuperable para todo cuanto tenga que ver con la justicia social.
Tal vez la pregunta de fondo deba ser esta: ¿qué se siente ser ese nodo unificador de todos los gadgets que te rodean, ese al que recurren para recargar baterías o cuando necesitan que alguna notificación se responda? Con la cantidad ingente de redes sociales y servicios a los que estamos conectados noche y día, el cuerpo humano se ha convertido en una extensión de las máquinas. Una herramienta de las herramientas.