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Sincronicidad, serendipia, bibliomancia, hermetismo bienaventurado: el ángel de la biblioteca mantiene el orden secreto de nuestras lecturas

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El trabajo literario es en un alto porcentaje investigación y congraciamiento con la pléyade que siempre nos precede; a veces hay una cita perdida entre un innumerable catálogo o un libro que sabemos puede iluminar un nuevo sendero de exploración literaria pero que nos elude. El escritor que investiga se enfrenta a un cuasi-infinito de información cuya cantidad apabulla o cuya organización bibliográfica a veces no es suficiente; en ocasiones necesita otro tipo de organización más allá de la burocracia racional: la sincronicidad o la serendipia (el anaquel inconsciente) que aclara la búsqueda, y con favor ominoso el pensamiento ve reflejado su destello en el mundo; así la obra cobra fuerza más allá de la obstinación y el capricho personal. Aunque siempre pueda ser sólo una alucinación cognitiva, alcanzamos a percibir la teleología, esa frase de Valéry que sugiere que el Espíritu es el Autor.

En casos en los que uno se encuentra en un impasse literario o, como dice Google, cuando te sientes con suerte, es apropiado recurrir al ángel de la biblioteca. Este ser mercurial aparece repentinamente en auxilio del investigador cuando está a punto de abandonar una empresa --pero mantiene una intención noble-- para entregarle el puzzle faltante en su investigación o la inspiración que acaba de depurar su propia voz (la metempsicosis de las musas). Arthur Koestler, el erudito escritor interesado en "las raíces del azar", acuñó el término "ángel de la biblioteca", observando que cuando los sistemas bibliográficos fallan, hay una esperanza secreta, y el libro que necesitamos cae del librero o aparece en nuestro campo de visión con ominoso brillo. Koestler cita el caso de Rebecca West, quien investigando los juicios de Nuremberg había agotado las posibilidades de encontrar el volumen que necesitaba debido a un errático sistema de clasificación, pero al pedir ayuda a la bibliotecaria, en ese mismo momento, atisbó el libro que necesitaba, el cual procedió a abrir justo en la página que estaba buscando. Koestler considera que momentos así son obra del "ángel de la biblioteca", que puede personificarse de distintas formas y que son harto comunes en los anales de la literatura. De hecho se puede conjeturar que todo escritor de cepa en algún momento ha sido socorrido por el ángel de la biblioteca.

Otra forma de evocar al ángel de la biblioteca es ilustrada por el editor Paul Hardacre, fundador de la editorial de libros esotéricos Salamander and Sons. Hardcacre cuenta que cuando vivía en Tailandia no tenía muchas opciones para encontrar libros en inglés; la oferta se limitaba a un par de librerías de viejo y algunos cafés donde se intercambiaban libros. Esto, sin embargo, no impidió que Hardcare cultivara su interés en la alquimia. Su rutina era tomar su moto y hacer una especie de meditación en la que intuitivamente elegía una de las librerías o cafés y con suerte casi siempre encontraba un nuevo libro de esta ciencia oculta. De alguna manera evocaba al ángel de la biblioteca, quien dejaba los libros como migajas en el bosque. El ángel de la biblioteca es muchas veces, en una cultura con una tradición rota en la que los viejos ya no nos encaminan a ritos de paso, el encargado de iniciarnos. Esos libros que han sido parte de la educación de tu imaginación, de alguna manera conectando importantes (incluso necesarios) bloques de conocimiento y presentándonos a autores que serán nuestros maestros, en retrospectiva no parecen encuentros azarosos, sino obra de un destino o un daimon.

La forma históricamente más recurrente de hacer comparecer al ángel de la biblioteca es lo que se conoce como bibliomancia. Los doctores de la Iglesia y muchos santos y monjes abrían la Biblia al azar, creyendo que el texto se volvía así revelatorio, ligado al momento específico, la qualia del instante a través de la que se filtraba el Logos. Hoy en día se sigue haciendo esto por supuesto, libros como el I Ching o el Tarot son especialmente propicios para ello. También se puede hacer en un contexto relativamente secular, agnóstico pero místico, siguiendo a Borges que decía que en vez de rezar recitaba poemas. Abrir una antología de poemas es una forma de llamar al ángel (aquí un ejemplo reciente con un poema de Goethe). Aunque podemos intentarlo también con prosa: el azar convierte cualquier texto en un fragmento de poesía, del poema de tu vida. La bibliomancia nos permite habitar poéticamente, lo cual ya es algo de destacarse en nuestra vida maquinal, con poca tonalidad y significado. Los surrealistas sabían esto y muchos de sus poemas son formas de llamar al ángel literario, dejando que el inconsciente (ese cementerio de dioses) sea el hilo conductor.

Para muchos el "ángel de la biblioteca" será seguramente sólo romantización de la labor literaria, una transferencia provocada por la sobrepoetización de las peripecias de los escritores, un síntoma más de esta fijación cultural que hace de la biografía algo más importante y ciertamente más atractivo que la bibliografía. Por mi parte, elijo creer en el ángel de la biblioteca aunque esto me acerque a una concepción animista e irracional del mundo --me alegra ciertamente estar en compañía de los hombres primitivos que veían en la naturaleza un lenguaje -el liber mundi- y creían que cada cosa hablaba y se movía con su propia inercia psíquica. Este animismo primitivo sigue informando nuestras conductas y, como bien detecta Erik Davis en su estupendo Techgnosis, es parte de la fuerza inconsciente que subyace a toda nuestra tecnología --el inconsciente de la tecnología es la magia y seguimos proyectando energía anímica a nuestros medios y aparatos. En los 90 los hackers celebraban que "la información está viva" y "quiere ser libre" o, como considera James Gleick: "“A la larga, la historia es la narrativa de la información volviéndose consciente de sí misma”. Hermes, el "mensajero" y por lo tanto "el ángel", divinidad de los escritores, los hackers y los ladrones, sigue apareciendo en el mundo y alterando la historia.

Twitter del autor: @alepholo