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Científicos responden al enigma de si de verdad comer tus propios desechos puede afectar tu salud o, por el contrario, fortalecerla.

Parte esencial del cuerpo humano son sus desechos, ese complemento que en cierto modo demuestra nuestra humanidad y que, como su nombre lo indica, salen de nuestro cuerpo porque nuestro cuerpo ya no los necesita. O al menos ese es el concepto natural.

Hace unos días el sitio Gawker publicó un singular y quizá escatológico artículo en el que su autor, Hamilton Nolan, expone diversas opiniones científicas que exploran la posibilidad de que el ser humana vuelva a ingerir sus propias heces.

Daniel Pomp, profesor en UNC School of Global Public Health, asegura que comer heces no es del todo dañino si estas provienen de un individuo saludable, pues las bacterias que ahí se encuentran son las mismas que viven en el sistema digestivo de quien las produce, incluso refiere una investigación publicada hace poco en el New England Journal of Medicine en la que se descubrió que trasplantar heces de un individuo a los intestinos de otro, cura con mayor efectividad ciertas infecciones bacterianas que los antibióticos regulares.

Parul Agarwal, profesor asistente de gastroenterología y hepatología en la Universidad de Wisconsin, comparte un punto de vista similar sobre el asunto: consumir los desechos corporales es “perfectamente sano”, dice, porque la orina es estéril y porque la materia fecal, aunque no tiene esta misma característica, tiene la ventaja de que los organismos posiblemente tóxicos son los mismos que ya llevas contigo.

Lars Eckmann, de la Universidad de California en San Diego, abunda sobre el hecho, también reconoce que en teoría la coprofagia no es tóxica (siempre que las heces no estén contaminadas) y, lo más interesante, sostiene que hay una posibilidad ligera de que esta práctica incluso fortalezca la salud al ofrecer al cuerpo una segunda oportunidad de absorber los nutrientes que omitió en la primera digestión.

Como se ve, al menos estas tres respuestas son más o menos parecidas: comer tus propias heces no te enfermará solo si no estás enfermo; comer las heces de otra persona podría enfermarte, pero también curarte de un mal diarreico; también te da la oportunidad de reabsorber nutrientes. En suma, las probabilidades parecen más favorables que perjudiciales.

Pero, aun así, ¿lo harías?

[Gawker]