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Los pulpos son quizá una de las especies más enigmáticas e ingeniosamente elusivas para la investigación científica; su notable inteligencia aunada a sus peculiares habilidades corporales los convierten en continuos ejemplares de sorpresa y curiosidad.

Tal parece que uno de los animales que está destinado a sorprendernos en los próximos años es el pulpo, cuyos enigmas, particularmente los que conciernen a su inteligencia, solo hasta hace poco han comenzado a resolverse, pero apenas en una pequeña proporción de los muchos que se adivinan.

Ahora se sabe, por ejemplo, que aunque el pulpo está catalogado como un molusco y que la mayoría de estos carece de cerebro, en su caso desarrolló uno sumamente avanzado, que la ha permitido tener, además de una inteligencia notable, la capacidad de sentir emociones y de generar una personalidad individual, características sin duda relacionadas con el número de neuronas que posee: aproximadamente 130 millones de ellas (el ser humano tiene 100 mil millones),

Un número nada despreciable y todavía más sorprendente porque, a diferencia de otras especies como los primates, dichas células se encuentran distribuidas no solo en el cerebro, sino también en sus brazos. Esto ha dado pie a un curioso fenómeno descubierto por algunos investigadores: aunque un brazo de pulpo se haya desprendido del resto del cuerpo, se ha llegado a arrastrar por sí mismo y, en otra observación, si un brazo desprendido se topa con algo que considera alimento, realiza el movimiento de tomarlo y llevarlo al sitio donde estaría la boca del pulpo.

Otro rasgo no menos interesante es su inigualable talento mimetizante, basado en tres capas de tres tipos diferentes de células cerca dela superficie de su piel. La superficie más profunda refleja la luz de fondo, la de en medio se especializa en las tonalidades azules, verdes y doradas y la capa superior las amarillas, rojas, marrones y negras. Pero por si esto no fuera suficientemente complejo como mecanismo natural, la verdadera paradoja a solucionar es cómo el pulpo elige los colores a imitar si su vista no tiene la estructura necesaria para percibirlos. Aquí un ejemplo:

 

Y si bien de momento no se tiene una respuesta contundente a este problema, investigadores de la Universidad de Washington y del Laboratorio de Biología Marina Woods Hole han descubierto que un pariente más o menos cercano del pulpo, la sepia común o jibia, que también puede cambiar sus colores a voluntad, tiene en piel secuencias genéticas que usualmente se presentan, en otros animales, solo en la retina, es decir, que por lo menos la sepia es un cefalópodo que puede ver con la piel, y probablemente este sea también el caso de los pulpos.

Sin embargo, muchos de estos descubrimiento han tomado tanto tiempo no solo por los recursos o la tecnología disponible para investigar, sino también porque, quizá a causa de su misma inteligencia, los pulpos son criaturas sumamente elusivas, tanto en el mar (donde las condiciones están a su favor) como en las ocasiones en que se les ha mantenido en cautiverio, de donde es muy frecuente que intenten escapar o por lo menos escabullirse de aquellos que, acaso con razón, consideran sus captores.

A este respecto Alexa Warburton podría contar dos o tres anécdotas curiosas. Warburton llevaba a cabo su proyecto de tesis en el Middlebury College investigando cómo dos especies de pulpo (una nativa de California y otra de Florida) encontraban la salida de un laberinto. Sin embargo, las cosas no fueron tan fáciles como quizá habría pensado en un principio esta joven estudiante e investigadora.

Muchas veces los pulpos, que sabían de qué se trataba todo, se mostraban poco cooperativos, aferrándose a las paredes de su depósito sin que nada ni nadie los pudiera remover. En otras ocasiones se dejaban atrapar en la red de traslado (para llevarlos al tanque donde estaba el laberinto) solo porque una vez en el trayecto saltaban de la red e intentaban huir. Por último un pulpo hembra bastante sagaz, el día en que Warburton presentaba los resultados de sus estudios, se escabulló hasta el fondo del tanque y se mimetizó con la arena, negándose a servir como atracción de circo al mostrar que sabía resolver un laberinto en T.

Para terminar con este breve recorrido por las increíbles habilidades del pulpo, solo resta reseñar una de las hipótesis más interesantes con la que algunos científicos explican la inteligencia del pulpo, única entre la familia a la cual pertenece, los susodichos moluscos.

De acuerdo con Jennifer Mather, perteneciente al Departamento de Psicología de la Universidad de Lethbridge, Canadá, los pulpos habrían desarrollado semejante grado de inteligencia porque en algún momento de su evolución perdieron la concha que tanto caracteriza a sus parientes moluscos, sin la cual se vieron obligados a cazar para obtener alimento y no a esperar a que pasara cerca de ellos como hacen los animales que todavía la tienen. De ahí también la multitud de recursos de la que son capaces: la mimetización, la emboscada, la velocidad.

“En el laboratorio tú pones a los animales en una situación y ellos reaccionan. Pero en la naturaleza los pulpos están activamente descubriendo su entorno, no esperando a que este los golpee. Los animales toman la decisión de salir y obtener información, descubren cómo obtener esa información, la recogen la usan, la almacenan. Esto tiene mucho que ver con la conciencia”, asegura Mather, dejando entrever los muchos enigmas que todavía permanecen irresolutos en torno a las capacidades francamente intelectuales de los pulpos.

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