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Ibrahim Traoré, líder de Burkina Faso, impulsa un proyecto panafricanista que busca independencia económica y política

«Me siguen diciendo que moriré como Lumumba, Sankara o cualquier líder joven que intentó mejorar la vida de los pueblos de África. No tengo miedo a eso y no me arrepentiré, en ningún caso, de morir por mi pueblo. Si es mi destino, lo asumiré». 

Ibrahim Traoré.

 

Desde que llegó al poder en 2022 tras un golpe de Estado, Ibrahim Traoré ha captado la atención del continente africano. Con 38 años, este capitán del ejército de Burkina Faso se ha convertido en un símbolo del nuevo panafricanismo, un movimiento político y social que busca la independencia total de África frente a las antiguas potencias coloniales y sus influencias económicas. 

Su discurso, profundamente anticolonialista, ha despertado admiración entre jóvenes africanos que lo comparan con figuras históricas como Thomas Sankara, el revolucionario burkinés conocido como “el Che Guevara de África”.

Nacido en 1988 en la aldea de Kéra, Traoré creció en una familia modesta. Estudió Geología en la Universidad de Uagadugú, donde se involucró activamente en movimientos estudiantiles de orientación marxista y defendió la justicia social. 

Tras formarse militarmente en Marruecos, regresó a su país para unirse al ejército burkinés, donde eventualmente encabezaría un golpe de Estado con el argumento de “restaurar la soberanía nacional” frente a la dependencia económica y política de Occidente.

Las políticas de Ibrahim Traoré

Desde su llegada al poder, Traoré ha impulsado una serie de reformas que marcan un viraje drástico en la política de Burkina Faso. Su administración nacionalizó minas de oro, detuvo la exportación de mineral sin refinar hacia Europa e inauguró una refinería nacional que busca procesar hasta 150 toneladas anuales. Bajo su mandato también se creó una empresa minera estatal y se obligó a las compañías extranjeras a ceder un 15% de participación al Estado, promoviendo así la transferencia de conocimientos técnicos a los burkineses.

Entre otras medidas destacadas se encuentra la creación del Centro Nacional de Apoyo al Procesamiento Artesanal de Algodón, la construcción de un nuevo aeropuerto y la inversión en el sector agrícola. En un gesto que refuerza su narrativa de independencia, rechazó la ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI)9 y del Banco Mundial, afirmando que su país puede desarrollarse sin las imposiciones de Occidente.

Para muchos, sus políticas son un acto de reivindicación y soberanía. Para otros, una apuesta arriesgada que podría aislar a Burkina Faso en un contexto económico ya de por sí complejo. Aun así, Traoré conserva un amplio respaldo popular, especialmente entre la juventud que lo ve como un ejemplo de liderazgo audaz y ruptura con las viejas estructuras coloniales.

No libre de controversias

Pese a su creciente popularidad, el gobierno de Ibrahim Traoré también ha sido blanco de críticas. En septiembre de 2025, la Asamblea Legislativa de Transición —integrada por miembros designados por la propia junta militar— aprobó por unanimidad una ley que penaliza la homosexualidad con cárcel y multas. Esta medida, considerada regresiva por organismos internacionales, ha generado fuertes cuestionamientos sobre el rumbo de los derechos humanos en el país.

Además, la estrecha alianza de Burkina Faso con Rusia, que incluye la presencia de fuerzas paramilitares rusas, ha sido vista con recelo por varios observadores internacionales. Mientras algunos celebran la ruptura con Francia como un paso hacia la independencia política, otros advierten que podría significar una nueva forma de dependencia, solo con distinto aliado.

En medio de las tensiones internas y externas, Ibrahim Traoré se mantiene firme en su propósito de redefinir el destino de su nación. Admirado por unos y criticado por otros, el líder burkinés encarna la complejidad de un continente que aún busca su lugar entre la soberanía y la modernidad.


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Imagen de portada: X / Ibrahim Traoré