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El canto cardenche: la herida sonora del norte de México que se niega a desaparecer

Arte

Por: Carolina De La Torre - 06/07/2025

Nacido en la Comarca Lagunera, el canto cardenche es una tradición a capela que resiste al olvido con voces que duelen como espinas. Su historia, sus representantes y su valor cultural lo convierten en una joya viva de la memoria colectiva mexicana.

Nacido entre los campos polvorientos de la Comarca Lagunera —ese territorio que se extiende entre Durango, Coahuila y parte de Chihuahua—, El canto cardenche, a capela no busca entretener ni adornar; busca decir lo que duele.

El nombre no es casual: cardenche proviene del cactus del mismo nombre, cuyas espinas se incrustan en la piel y son tan difíciles de sacar que provocan una herida persistente. Como el amor que no se va. Como el olvido que no llega. Así duele este canto. Así se llama.

Herencia que se canta a la intemperie

El canto cardenche no necesita más que voces. Voces secas, quebradas, cargadas de historia. Se canta a tres voces principales: la primera, que lleva la melodía; la "marrana", que arrastra grave; y la contralta, que sostiene y responde. A veces se suma una cuarta o quinta voz, pero ninguna de ellas es para embellecer: todas están ahí para sostener la emoción.

Las letras hablan, sobre todo, del amor que no fue, del desamor que quedó, y del dolor que se arrastra. Pero detrás de eso hay más: hay una historia de trabajo duro, de jornadas en haciendas algodoneras, de peones sin tierra que encontraron en el canto un espacio íntimo para procesar lo que la vida les negaba.

Origen en la tierra y el olvido

Surgido en el siglo XIX, el canto cardenche nace en los márgenes. Lo cantaban los trabajadores rurales sin recursos ni educación musical formal. Lo aprendían de oído, de escuchar a los mayores, de repetir lo que se decía en la noche cuando la tierra ya no pedía más esfuerzo.

No hay partitura. No hay academia. Solo el tiempo, la memoria y la necesidad de decir algo que de otro modo se quedaría atorado en la garganta.

Quienes aún lo sostienen

Uno de los grupos más conocidos es Los Cardencheros de Sapioriz, del ejido del mismo nombre en Durango. Ellos han llevado esta música hasta escenarios internacionales, sin cambiarle nada. Recibieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2008, no por fama, sino por lo que su trabajo representa: una tradición oral que resiste al tiempo.

También hay nuevas generaciones que han tomado la estafeta. Colectivos como el Coro Acardenchado o las Mujeres Cardencheras no solo están preservando el canto; lo están resignificando desde otras voces, otros cuerpos, otros territorios.

Un acto de memoria, un gesto de resistencia

El canto cardenche no es una reliquia. Es una forma de resistir al olvido. En un país donde muchas tradiciones orales desaparecen entre algoritmos y desinterés institucional, que esta forma de canto siga viva es un acto de rebeldía.

Es identidad, pero también memoria colectiva. Cantar cardenche es habitar el dolor, pero no para quedarse ahí, sino para exorcizarlo con los otros. Con la comunidad. Con la garganta.

En un mundo que corre, este canto se detiene. Se canta despacio. Se canta hondo. Y, sobre todo, se canta con el alma.


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Imagen de portada: Secretaria de Cultura