El abogado de las ratas que ganó un juicio en la Edad Media
AlterCultura
Por: Yael Zárate Quezada - 06/02/2025
Por: Yael Zárate Quezada - 06/02/2025
Cruentas, sangrientas, heróicas y, a veces, insólitas y divertidas; la Edad Media tiene muchas historias por contar y esta es una de ellas, la de un grupo de ratas que fue llevado a juicio, y como en todo proceso legal, necesitaban un abogado defensor.
Quien asumió esa peculiar tarea fue Barthélemy de Chasseneuz, jurista y erudito francés, que actuó con toda la seriedad que exige la profesión. Pero, ¿cómo fue que un prestigioso abogado medieval terminó defendiendo a un grupo de roedores?
Ocurrió en 1457, en la región de Autun, en Francia, cuando las autoridades locales acusaron a varias ratas de devastar cultivos de cebada. Chasseneuz, quien se tomó muy en serio este trabajo, hizo gala de su elocuencia como defensor.
Como era de esperarse, las ratas no acudieron a la primera cita judicial. Ante esto, el abogado argumentó que, al estar dispersas en múltiples lugares, cada una debía ser notificada de manera individual.
Más adelante en el juicio, Chasseneuz razonó que sus clientas no podían asistir debido a los peligros del trayecto, pues corrían el riesgo de ser cazadas por gatos y otros depredadores. Por extraño que parezca, el tribunal aceptó sus argumentos y fue posponiendo la audiencia. Finalmente, al no poder garantizar un “camino seguro” para las ratas, el proceso se abandonó sin emitir sentencia alguna.
Pueden parecer absurdas las razones de la defensa, pero más absurdo aún es que un grupo de ratas haya sido llevado a juicio. Lo cierto es que en la Edad Media este tipo de procesos contra animales eran bastante comunes. Es una lástima que perros, gatos, cerdos, caballos y muchos más no hayan tenido la fortuna de contar con un defensor tan valeroso y comprometido como lo fue Chasseneuz.
Además de protagonizar uno de los juicios más curiosos de la historia, Chasseneuz fue un influyente jurista cuya obra principal, Commentaria de consuetudinibus ducatus Burgundiae (1517), sirvió para consolidar el derecho consuetudinario francés. Esta recopilación fue tan importante que siglos después se utilizó para interpretar el Código Napoleónico. También escribió el Catalogus gloriae mundi (1529), una especie de enciclopedia, y el Consiliorum Repertorium (1531), en el que reunió varios de sus consejos y dictámenes jurídicos.