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¿Qué justifica que el médico, investigador y autor Edzard Ernst sea considerado la mayor autoridad crítica en medicina complementaria o alternativa? ¿Cómo define a este tipo de tratamientos fuera de la medicina convencional? ¿Cuáles son beneficiosos y por qué?

El británico alemán Edzard Ernst es el primer profesor de medicina complementaria del mundo.

Sería una conclusión fácil pensar que por su larga carrera investigando a profundidad métodos de cura alternativos como flores de Bach, quiropráctica, acupuntura, reiki, además de una estadía en Munich para aprender homeopatía, se trata de un tipo más de esa larga lista de autores que dicen medias verdades, más peligrosas que las mentiras, para complacer con ánimo de lucro a millones de personas válidamente escépticas sobre las farmacéuticas.

Nada más lejos de la verdad, aunque Ernst tampoco es un activista ideológica en contra de cualquier tipo de terapia paralela a la hospitalización y medicación tradicional. En su opinión, la medicina complementaria o alternativa se encuentra entre los métodos de curación tradicionales con algún nivel de efectividad, el efecto placebo y el embuste, más entre estos dos últimos. Es así que ha dedicado una vida a medir sus resultados con ensayos clínicos.

Profesor retirado de la Universidad de Exeter, fundador y editor en jefe de la revista Focus on Alternative and Complementary Therapies, Ernst divide su tiempo entre Cambridge y la Bretaña francesa, atento a la poco minada seducción, casi siempre pseudocientífica, de esa larga lista de técnicas de sanación no convencionales, prohibidas o subvencionadas en distintos países, y que sigue sumando portavoces famosos como el actual rey Carlos III. El viejo profesor sería uno de los grandes fiscales de su extinta fundación para la salud integral:

Su alteza real debe saber que la mayoría de las terapias alternativas parecen ser clínicamente ineficaces y muchas son francamente peligrosas.

Fue bastante justo al añadir “la mayoría”. Si es criticable probar cualquier cosa a ciegas, sería una contradicción rechazar cualquier tratamiento médico distinto sin que haya sido valorada su eficacia de manera segura. A todo esto, ¿qué sería la medicina complementaria o alternativa? Ernst desde su departamento en la Universidad de Exeter la definió como:

…el diagnóstico, tratamiento y o prevención que complementa la medicina convencional contribuyendo a un todo común, satisfaciendo una demanda no satisfecha por la ortodoxia o diversificando los marcos conceptuales de la medicina.

En más de setecientos artículos en publicaciones académicas y medios de difusión como The Guardian, The Independent, The Spectator, Publikum, Skeptic Magazine, y en once libros, entre ellos, ¿Truco o tratamiento? Medicina alternativa a prueba, Un científico en el país de las maravillas: una memoria sobre la búsqueda de la verdad y la búsqueda de problemas o Carlos, el príncipe alternativo: una biografía no autorizada, Ernst asegura que solo cerca de un cinco por ciento de los tratamientos alternativos tienen evidencia positiva, mientras que el resto está insuficientemente estudiado o respaldado por evidencia que muestra falta de eficacia:

Mi súplica es simplemente por honestidad. Que las personas compren lo que quieran, pero hay que decirles la verdad sobre lo que están comprando. Estos tratamientos son biológicamente inverosímiles y las pruebas clínicas han demostrado que no hacen nada en los seres humanos. El argumento de que esta información no es relevante o importante para los clientes es simplemente ridículo.

Afortunadamente, Ernst ha sido tomado en cuenta como miembro del Comité de Investigación Escéptica y con el Premio John Maddox de 2015, patrocinado conjuntamente por la revista científica Nature, la fundación Sense About Science y la fundación Kohn.

En una publicación de 2008 para el British Journal of General Practice, Ernst asegura que solo poco más de diez tratamientos han demostrado ser fehacientemente más benéficos que dañosos: la acupuntura para las náuseas, la osteoartritis, la aromaterapia como tratamiento paliativo oncológico, la hipnosis para el dolor de parto, el masaje, la musicoterapia, la terapia de relajación para la ansiedad y el insomnio, hierbas como la de San Juan para la depresión, el espino para la insuficiencia cardíaca congestiva y la goma guar para la diabetes.

Ese mismo 2008, Ernst y el físico Simon Singh explicaron a la revista Media Life:

No existe la medicina alternativa. Hay medicinas que son eficaces o no, medicinas que son seguras o no. Las llamadas terapias alternativas deben evaluarse y luego clasificarse como buenas medicinas o medicinas falsas. Esperemos que en el futuro las buenas sean aceptadas por la medicina convencional y las falsas sean abandonadas.

Los humanos somos mentes somáticas, no solo intelectuales, por lo que nos es difícil no distinguir miedos y expectativas psicológicas de procesos factualmente físicos a los que sometemos al cuerpo que somos. El cerebro y el sistema nervioso representan solo dos por ciento de nuestro peso, pero toman el veinte por ciento del oxígeno que entra en nosotros. Esta relación con el cuerpo ya es estresante y amenazante. Pedimos mucho a todo lo demás que es nosotros y vivimos a través de esa exigencia de aliento, de consuelo, de apoyo demandante.

Quizá por eso Ernst entiende esta urgencia emocional que termina dando crédito a toda una gama de terapias poco efectivas, salvo para dar un respiro, un consuelo y un apoyo demandado por la mente. Su única advertencia es que no solo escuchemos a nuestra psicología o a nuestro cuerpo, sino a quienes lo han estudiado con cuidado durante diez mil años:

Cualquier tratamiento eficaz (eficaz más allá del placebo, claro está) generará un efecto específico más un efecto placebo, siempre que los médicos lo administren con el tiempo, la dedicación, la compasión y la empatía suficientes.

 

 

Imagen de portada: Edzard Ernst, London's Global University.