La inteligencia artificial, ¿el nuevo oráculo que le dirá al ser humano cómo vivir?
Filosofía
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 03/07/2023
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 03/07/2023
Al menos desde noviembre o diciembre de 2022, el interés en torno a la inteligencia artificial (en adelante también IA) se ha incrementado notablemente, en buena medida porque fue en aquellos meses cuando irrumpieron un par de aplicaciones que, ofrecidas con un uso gratuito y público (aunque también limitado) a cualquier persona con acceso a Internet, abrieron la puerta a una experiencia masiva de la IA por primera vez en la historia.
Los principales proyectos involucrados en esa especie de prueba descomunal fueron DALL·E y Chat GPT, ambos desarrollados por la compañía OpenAI, el primero especializado en imágenes y el segundo en texto bajo la operación de un bot de conversación (es decir, una interfaz que responde a las preguntas que se le formulan a través de una redacción que ocurre en el momento). Cabe mencionar además, sólo como parte de este contexto, que las dos aplicaciones funcionan a través de “prompts”, término en inglés que oscila entre la instrucción, el comando (en un sentido de programación informática) y la especificación de aquello que quiere obtener, lo cual es especialmente importante en el caso de estos bots, pues la “calidad” de la instrucción determina en buena medida el resultado.
En el caso de Chat GPT, el enorme interés y fascinación que provocó se debieron en buena medida a que nunca antes en la historia de la computación se había llegado a tal nivel de avance en un desarrollo tecnológico con la tarea en apariencia simple de responder a cualquier pregunta que se le haga, de verdaderamente cualquier índole y cualquier tema.
La peculiar búsqueda del ser humano por una entidad informática con la cual pueda “comunicarse” se puede remontar al menos a la década de 1960, cuando el profesor Joseph Weizenbaum desarrolló a la célebre ELIZA, un programa diseñado para mantener una conversación con un ser humano al estilo de un terapeuta psicológico.
ELIZA es célebre en la historia de la computación, entre otras razones, porque fue uno de los primeros programas en superar el test de Turing, llamado así en honor de Alan Turing, quien ideó un juego entre un programa informático y un ser humano cuyo propósito es que este último pueda decir, después de interactuar con su oponente, si jugaba con una máquina o con otra persona.
El programa que dirigía a ELIZA estaba basado en una innovación en la práctica terapéutica psicológica introducida por Carl Rogers, quien en el trato con sus pacientes se inclinó hacia el uso de preguntas abiertas que propiciaran la profundización sobre los temas abordados durante una sesión de terapia. Un ejemplo esquemático de este tipo de interacción podría ser que al dicho de un paciente: “Mi jefe en el trabajo me exige demasiado”, el terapeuta podría responder con una pregunta del tipo: “¿Eso cómo te hace sentir?”, “¿A qué te refieres con ‘me exige demasiado’?”, “¿Cómo es esa exigencia de tu jefe?”, etc. Como se ve, además de la cualidad de amplitud, las preguntas pueden retomar las palabras dichas por el paciente, reformuladas o simplemente recolocadas en una frase interrogativa.
En parte por dichas características, la elección para ELIZA de emular un terapeuta fue, si no evidente, sí al menos asequible, sobre todo teniendo en cuenta los recursos tecnológicos de la época. Y probablemente también por dicho motivo varias de las personas que la probaron, creyeron que detrás de preguntas como “¿Hay algo que te esté molestando?” o “¿Puedes hablar más al respecto?” había en efecto un ser humano.
La distancia actual entre ELIZA y Chat GPT es desde cierta perspectiva enorme, siendo una de sus diferencias más obvias que ahí donde ELIZA estaba limitada a “imitar” a un terapeuta de orientación rogeriana, Chat GPT puede responder preguntas sobre prácticamente cualquier tema.
Al margen cabe hacer notar que dicha “omnisciencia” no es tal, pues el funcionamiento de Chat GPT está orientado casi exclusivamente a la entrega pragmática de información puntual, es decir, sus respuestas son hasta el momento siempre el resultado de la recolección de información ya existente, pasada por una especie de filtro de autoridad que garantice su confiabilidad.
Por ello mismo, en las respuestas no hay ese “algo más” que caracteriza al habla humana y en el cual se encuentran mezclados, casi siempre confusamente, la información, los hechos, las opiniones subjetivas, el “espíritu de la época” y otros elementos tan propios de lo humano. Un excedente que resalta todavía más cuando se le compara con las respuestas ofrecidas por una inteligencia artificial, en donde dicho atributo no se encuentra.
Leyes, medicina, filosofía, recetas de cocina, reseñas de libros o de películas, textos utilitarios como instructivos, copies publicitarios o códigos de programación, rutinas de ejercicio, consejos de salud mental… Excepto por los temas “sensibles” de nuestra época como sexualidad o violencia física, no hay campo de conocimiento de lo humano sobre lo cual Chat GPT no pueda ofrecer alguna respuesta. Y no por Chat GPT, sino porque el ser humano por sí mismo ha generado ese caudal inmenso de información sobre prácticamente cualquier tema, acumulado y renovado constantemente en Internet desde hace al menos casi treinta años.
La admiración tributada a una entidad no humana con tal capacidad es comprensible por los resultados obtenidos, pero también por otro motivo relacionado con una cualidad profunda y casi inherente del ser humano y la cual podríamos denominar “incapacidad”, siguiendo en esto la noción que Immanuel Kant dio en su opúsculo de 1874 ¿Qué es la Ilustración?, en donde dice:
La incapacidad significa la imposibilidad de servirse [el ser humano] de su inteligencia sin la guía del otro.
(Traducción de Eugenio Ímaz)
El deslumbramiento frente a Chat GPT, o antes por ELIZA y antes, mucho antes, por las respuestas enigmáticas de los adivinos del pasado, se fundamenta de algún modo en esa necesidad que tiene el ser humano de que sea alguien más quien le dé las repuestas a las preguntas que tiene y no sea él mismo quien las elabore. Dicho de otro modo, Chat GPT pareciera ser una de las últimas materializaciones de esa cesión que comúnmente hace el ser humano de sus propios recursos, intelectuales pero también de existencia en general.
En este caso la situación es quizá un poco más desesperanzadora todavía, pues si bien, todavía siguiendo a Kant, recurrir a los guías a los que alude el filósofo en su escrito (los tutores, los médicos, los libros) implica renunciar al “atreverse a servirse de la razón propia” al que él mismo llama, en otras épocas quedaba cierta esperanza de que entre aquellos guías habría al menos algunos preocupados por la emancipación, esto es, suficientemente humanos como para promover con su conducción la búsqueda del saber y la libertad. Kant mismo es ejemplo de ello pues aun cuando, en este mismo texto, lo citamos como autoridad y referente, no lo hacemos por sumisión intelectual, sino para ponerlo como ejemplo de que no todos los tutores ni todos los libros se sostienen en la intención de mantener cautiva la razón humana.
¿Pero Chat GPT? ¿Es posible confiar en el desarrollo de una empresa inserta de lleno en la mentalidad dominante de nuestra época –no preocupada particularmente por la emancipación de la conciencia o del entendimiento humanos–? ¿Cómo esperar que una así llamada “inteligencia artificial” se convierta en el vehículo o recurso de la razón, de la formación consciente de una postura o de la elaboración de un saber, si desde su origen está diseñada para nada más que reproducir la información más popular o más autorizada sobre un tema?
Desde esa perspectiva, el uso del bot conversacional, y de la inteligencia artificial en general, podría ser un tanto más consciente, menos como el acercamiento a un “oráculo” que posee las respuestas a las preguntas que nos inquietan y más como una herramienta más de las que nos servimos todos los días, algunas de mayor importancia que otras, pudiendo algunas de ellas ser útiles en ese proceso de emancipación que, en el fondo, parece un mejor propósito para la existencia humana.