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¿Deberían aprovechar los ingleses este momento para derrocar por fin a la monarquía de su país?

Sociedad

Por: José Robles - 09/08/2022

La relación entre el rey y los súbditos podría considerarse obsoleta en este momento de la historia

Como es sabido, las monarquías de Europa son una herencia forjada a lo largo de una extensa y compleja historia de sus sociedades, con orígenes no sólo en sus periodos más antiguos, sino incluso allende su propio pasado, pues ya en la cuna de las primeras civilizaciones, en Egipto, Mesopotamia y el valle del Indo se podían encontrar gobiernos jerárquicos concentrados en una sola persona identificada como monarca.

Con todo, bajo la forma en que actualmente sobreviven algunas casas reinantes, su historia es relativamente reciente, pues la mayoría de ellas son las que sobrevivieron al periodo de las guerras napoleónicas y especialmente a las llamadas “revoluciones burguesas” del siglo XVIII, dos acontecimientos que modificaron sustancialmente las condiciones políticas de Europa y que, entre otras características, tienen en común haber nacido como una especie de respuesta espontánea al “Antiguo Régimen”, precisamente el de la monarquía y sus estratos, al cual buscaron reemplazar por formas de organización más democráticas, liberales y populares (al menos en principio). 

En el caso de las revoluciones burguesas, el ejemplo paradigmático es la Revolución francesa (1789), impulsada sobre todo por el llamado “tercer estado”, compuesto en su mayor parte por burgueses (en oposición a los otros dos estados, el de la nobleza y el clero). Su importancia en la historia es tal que, de hecho, el resultado del proceso fue que la burguesía se erigió en clase social dominante.

Como ocurre en muchos procesos históricos, aun cuando muchas casas reinantes sucumbieron durante esos años, su fin no fue definitivo. En Francia hubo todavía algunos periodos de monarquía posteriores a la Revolución y, como se sabe, Napoleón se coronó emperador, traicionando de alguna manera los ideales que habían impulsado el inicio de su ascenso meteórico.

Ahora, más de dos siglos después y transcurridos esos procesos históricos, no deja de ser un tanto sorprendente que algunas monarquías continúen existiendo en Europa, más aún cuando varias de ellas ocupan ahora un lugar ambiguamente simbólico, aparentemente sin mayor autoridad de gobierno pero, pese a todo, todavía poderosas, sea en razón del dinero acumulado en su historia o precisamente por su simbolismo, que todavía ejerce una influencia importante en muchísimas personas de los países europeos donde se encuentran.

Y ese quizá es el rasgo que podría ponerse en cuestionamiento: ¿por qué sostener una figura cuya autoridad es mucho más simbólica e incluso hasta imaginaria?

En el siglo XVI, como parte del fermento que dio lugar a la Revolución de 1789, Étienne de La Boétie, el amigo más querido de Michel de Montaigne, escribió un libelo al que dio el título de Discurso de la servidumbre voluntaria, cuyo argumento, grosso modo, es que la relación entre amo y esclavo, tirano y gobernados, rey y súbditos, está fundamentada en una ilusión, especialmente del lado de los siervos, quienes por temor y otros motivos afines conceden al tirano el poder sobre ellos. Pero bastaría retirar esa ilusión para que el rey cayera, así, sencillamente, incluso sin sobresaltos. Dice De La Boétie en su texto:

Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis libres. No pretendo que os enfrentéis a él, o que lo tambaleéis, sino simplemente que dejéis de sostenerlo.

La muerte de Isabel II es, desde cierta perspectiva, el fallecimiento de una persona más. Si quizá se viera eso, que después de todo Isabel fue un ser humano como cualquier otro, tal vez la monarquía del Reino Unido llegaría a su fin.


Imagen de portada: La reina Isabel II y el príncipe Carlos durante la Apertura de Estado del Parlamento en el palacio de Westminster el 14 de octubre de 2019 en Londres, Inglaterra (Paul Edwards - WPA Pool / Getty Images)