Poemas para estar en Pijama: Con la ternura viva en los labios
Arte
Por: Tufillo de Poeta - 11/01/2020
Por: Tufillo de Poeta - 11/01/2020
Para el plebiscito del ‘88, mi mamá estaba embarazada de mí. Ella, mi papá y mi hermano vivían en Temuco, la única ciudad de Chile donde ganó el Sí, la opción de Pinochet. Este 2020 es nuestro segundo plebiscito juntas. Somos apoderadas por el Apruebo, porque de niña me enseñó que los votos había que cuidarlos. Mi mamá me dice contenta que de nuevo les vamos a ganar con un lápiz. Sólo atino a mirarla con orgullo de hija.
En medio del recuento, escucho las primeras bocinas celebrando. La gente está saliendo a las calles. Apruebo, apruebo, apruebo, dice el presidente de mesa. Sé que detrás de la mascarilla también sonríe. Como pocas veces, la victoria se siente rotunda. Pienso en Chile, me da escalofríos, estamos en concordia. Al igual que Gabriela Mistral, hemos creído en nuestros corazones, que juntos se volvieron inmensos:
Creo en mi corazón, el que en la siembra
por el surco sin fin fue acrecentando.
Creo en mi corazón, siempre vertido,
pero nunca vaciado.
Esta vibración conjunta empezó hace un año, cuando las y los escolares evadieron masivamente el transporte público, por el alza del pasaje en treinta pesos (algo así como cuarenta centavos gringos). De pronto, en las calles todas y todos decíamos: “no son treinta pesos, son treinta años”. Treinta años viviendo en democracia bajo una Constitución mezquina, escrita en dictadura, que sólo ha beneficiado a los grupos con capital y poder. El Estado no tardó en responder a las manifestaciones populares: Gustavo Gatica, joven estudiante, quedó ciego cuando un policía le disparó un perdigón en cada ojo. Fabiola Campillay iba al trabajo en el momento que le llegó una lacrimógena que le quitó la vista, el olfato y el gusto. Mientras protestaba, un chico de 16 años fue arrojado al Mapocho por las fuerzas especiales. Desde el 18 de octubre de 2019 hay más de treinta muertos y cuatrocientas personas con heridas oculares, entre otras violaciones a los derechos humanos, negadas por el gobierno de Piñera.
Pero la violencia estatal no nos detuvo: siguieron las protestas y un 78.27% de los votantes aprobó una nueva constitución.
Lo que viene ahora es escribir una hoja en blanco, que por primera vez considere a los pueblos originarios. Será la primera constitución paritaria en el mundo, además. No existe el horror al vacío. Está todo por hacer. Emociona la posibilidad de escribirnos de nuevo, de tejer una narración donde quepamos todas y todos. El país se puede convertir en un barrio. Un bello barrio, como dice Redolés:
Aquí nadie discrimina a los negros porque todos somos negros
Aquí nadie discrimina a los obreros porque todos somos obreros
Aquí nadie discrimina a las mujeres porque todos somos mujeres
Aquí nadie discrimina a los chicanos porque todos somos chicanos
Aquí nadie discrimina a los comunistas porque todos somos comunistas
Aquí nadie discrimina a los chilenos porque todos somos chilenos
Aquí nadie discrimina a los cabros chicos porque todos somos cabros chicos
Aquí nadie discrimina a los rockeros porque todos somos rockeros
Aquí nadie discrimina a los punkies porque todos somos punkies
Aquí nadie discrimina a los mapuches porque todos somos mapuches
Aquí nadie discrimina a los hindúes porque todos somos hindúes
Ven a vivir esta fragilidad peligrosa de corromperse
Bello barrio, bello barrio, bello barrio, bello barrio bello
[…]
Y en donde tú vas con tu sueño y la ternura viva en los labios
Porque acá nadie discrimina a los que van con su sueño y la ternura viva en los labios.
Cuando pienso en lo primero que necesitamos para escribir nuevo pacto social, vuelvo a la misma respuesta: ternura. Una ternura violenta y viva en los labios.
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