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¿Es la meditación la solución para adicciones como la pornografía y las drogas?

Salud

Por: Luis Alberto Hara - 05/17/2020

La meditación es una de las alternativas más interesantes para tratar la adicción a las drogas y a la pornografía

La pornografía y las drogas son dos de los problemas más grandes que enfrenta la sociedad moderna, particularmente entre jóvenes de sexo masculino (en ambos casos, pero especialmente en el caso de la pornografía). Es difícil medir todo el daño que el consumo (que casi siempre es por su naturaleza una forma de abuso) de la pornografía y las drogas produce en el individuo y su entorno, pues no sólo tienen efectos físicos sino que afectan de manera negativa las relaciones y la perspectiva que se tiene del mundo.

En el caso de las drogas, particularmente, se podría argumentar que en algunos casos su uso podría tener efectos positivos, pero esto suele ser cierto solamente cuando las personas consumen ciertas sustancias en un entorno apropiado, generalmente con fines medicinales. Y, de cualquier forma, esto no se compara con la violencia que está asociada a su consumo y venta, si bien esta violencia podría ser claramente mitigada con una mayor aceptación de las drogas por parte de la sociedad, particularmente al resignificarlas no como un problema de salud sino, por ejemplo, como una alternativa terapéutica.

La pornografía es difícil de defender aunque se quiera apelar al libre albedrío, pues existe indisociablemente ligada a un sistema clandestino de explotación, contribuye a crear imágenes corporales problemáticas tanto para hombres como para mujeres, genera una especie de violencia de género y básicamente enajena a las personas que la consumen creando una especie de simulación fantasmagórica, afectando de maneras diversas el carácter.

Ahora bien, las causas de estas adicciones son complejas y difíciles de reducir. Seguramente en muchos casos tienen que ver con un deseo mal orientado de conexión y pertenencia, algo así como formas de libido destructivas. Las personas que buscan las drogas y el porno de alguna manera están siguiendo un instinto erótico en el sentido más amplio, un deseo de conexión y sentido, el cual se manifiesta más precisamente en el deseo de placer pero que no puede reducirse meramente a la búsqueda del placer. Esto obviamente nos sitúa dentro de un complejo psicológico y, por lo tanto, nos habla de diversas vías de tratamiento.

Aquí presentaremos una vía que consideramos que puede ser una de las más apropiadas para el tratamiento de estas condiciones, si bien no la única.

La meditación ofrece esencialmente dos importantes aspectos para tratar las adicciones: la concentración de la mente y una base moral. En este sentido tomamos como fundamento la filosofía budista, que considera a la concentración y a la disciplina moral como dos de los tres pilares –junto con la sabiduría– con los cuales una persona puede liberarse del sufrimiento que conlleva el deseo, particularmente el deseo orientado a los objetos de los sentidos. 

El maestro de meditación Buddhaghosa, una de las grandes figuras del budismo theravada, en su texto El camino de la purificación, el principal manual de meditación de esta escuela, sostiene que la concentración es, de hecho, el antídoto al deseo sensual. Existen numerosas divisiones dentro de la clasificación de la realidad y sus factores mentales (Abhidharma) y entre ellos encontramos los cinco factores jhánicos, los cinco factores propios de los estados llamados jhanas, esto es, los estados de absorción meditativa que son asociados con dimensiones de existencia superior, justamente aquellos a través de los cuales se supera el encadenamiento a los planos inferiores regidos por el deseo (kama-dhatu).

El budismo enseña que adherirse a los objetos del deseo es la causa del karma. Es el hecho de que sentimos aversión o avidez hacia un objeto lo que nos motiva a actuar, generalmente movidos por la infatuación, por la lujuria, por la envidia, por el miedo, etc. A su vez somos propensos a sentir este deseo en la medida en la que nuestra mente es inestable, en la medida en que divaga distraída, sin ser capaces de dirigir la atención de manera sostenida.

La meditación es fundamentalmente el entrenamiento de la concentración para, al mismo tiempo, cultivar hábitos positivos, los cuales son tomados de la disciplina moral y de la sabiduría. Por ejemplo, el conocimiento de que desear un objeto impermanente es la causa de futuro sufrimiento. Una mente concentrada, se enseña, es naturalmente una mente estable y pacífica. Existe, entonces, una retroalimentación entre cualidades morales y el desarrollo de la concentración.  Esto, conjeturamos aquí, puede ser el cultivo tanto de una disciplina moral como de un aspecto atencional que permita a la mente de una persona no ceder a las "tentaciones", a eventos que pueden ser descritos casi en términos de una "posesión" o al menos de una "captura" de la atención en la que la voluntad se debilita y la mente se revierte hacia hábitos negativos. Al cultivar lo que también se llama "mindfulness", el individuo progresivamente se vuelve más capaz de recolectar su mente y evitar ser abducido por deseos sensuales que sabe que no conducen a algo positivo. De hecho, la meditación es la forma en la que los monjes budistas llevan programándose desde hace dos mil quinientos años para resistir los deseos y blindarse de las emociones negativas asociadas a ellos.

Un último aspecto a considerarse es que se ha documentado en diversos estudios científicos que la meditación aumenta la resiliencia o la tolerancia ante el dolor. Esto puede ser importante pues muchas veces las personas utilizan las drogas a la manera de una anestesia o un analgésico. Y podríamos llevar la analogía también a los dolores del alma o del corazón, que también son aplacados a través de las drogas.

Si la meditación permite coexistir con estos dolores de una manera menos agresiva y más comprensiva, sin duda también puede ser una forma importante de tratar las adicciones.  

 

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