Amor más allá de la muerte, estudios de erotismo divino
Filosofía
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 05/06/2020
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 05/06/2020
Un tópico célebre en los estudios del arte asegura que son únicamente dos los temas en torno a los cuales puede girar una obra artística: el amor y la muerte. Los siglos pasan y se suceden uno a otro en el oleaje infinito del tiempo, las civilizaciones cambian, los imperios terminan, los seres humanos guerrean uno contra el otro, se enemistan, se reconcilian, las sociedades mutan y, después de todo, la literatura, la pintura, la escultura y otras manifestaciones del pensamiento y la creatividad humanas oscilan entre uno y otro polo, en un vaivén sin tregua que las lleva ora a explorar el amor, ora la muerte, los enigmas de uno y otro, los problemas que le provoca al ser humano la frustración de no entenderlos, sus deleites y sus penas, los intersticios que se abren entre uno y otro.
"Se mece la cuna sobre el abismo –escribe Vladimir Nabokov en Habla, memoria, el libro donde recapitula su vida–, y el sentido común nos dice que nuestra existencia no es más que una fugaz rendija de luz entre dos oscuridades infinitas". Acaso cabría pensar, en ese símil y con las varias semejanzas que parecen tener el amor y la muerte, su inquietante cercanía, que esa oscuridad de la que habla el escritor ruso se ve iluminada de vez en vez, de forma enceguecedora en algunas ocasiones, de maneras más bien tenues en otras, intempestivamente siempre, por esos dos relámpagos que son el amor y la muerte, los cuales, cada uno a su manera, arrojan luz sobre las experiencias de nuestra vida.
En la serie que presentamos a continuación se explora la relación de amor, muerte y existencia respecto de un fenómeno muy particular: el impulso religioso. ¿Qué ha sido la religión, a lo largo de la historia de la humanidad, si no una demorada respuesta a ambas preguntas? La pregunta del amor y la pregunta de la muerte. Y acaso cabría mencionar esta última en primer lugar, pues si el ser humano desarrolló la religión fue, muy posiblemente, como respuesta a la toma de conciencia de su propia mortalidad y al temor que esta le inspiró. Como han conjeturado diversos antropólogos y estudiosos de las religiones, el miedo a la muerte y el hecho de que esta es una realidad incognoscible porque, stricto sensu, no se puede experimentar ("Cuando la muerte es, yo no soy", dijo lúcidamente Epicuro) son dos de los motores que animan prácticamente todas las religiones que han surgido en el mundo.
Sin embargo, estos cuatro ensayos dan cuenta de uno de los movimientos más lúcidos e inesperados del pensamiento humano. En algún momento de su evolución, el ser humano creó al amor y lo opuso a la muerte. El cristianismo es quizá el ejemplo más asequible respecto de esta respuesta. El dogma cristiano enseña que Jesucristo se sacrificó por amor y por dicha acción fue capaz de triunfar sobre la muerte, resucitando luego de su crucifixión para dar así la vida eterna a todo aquel que lo imitara.
La Pasión de Cristo es, en Occidente, el caso más extremo en ese movimiento pendular entre el amor y la muerte, pero dentro de la historia del pensamiento humano pueden encontrarse otras corrientes que respondieron a dicha tensión. Entre otros, la filosofía platónica, el hinduismo y el budismo también realizaron a lo largo de sus desarrollos serias y profundas meditaciones al respecto, de las cuales surgieron sistemas complejos de pensamiento que podríamos catalogar bajo la rúbrica "teoría y praxis del amor más allá de la muerte". El ensayo que presentamos ahora examina dicha cuestión justamente a la luz de las filosofías y religiones mencionadas.
Compartimos a continuación los enlaces a cada una de las cuatro partes que integran esta exploración. En cada uno de los siguientes apartados se encuentra una breve descripción del fragmento en cuestión y un enlace que conduce al texto completo correspondiente. Es este una especie de "cuadríptico" pintado amorosa y pacientemente con el fin de ofrecer a la vez el mayor detalle posible y el panorama amplio, como esos trabajos de los pintores renacentistas que, haciendo gala de gran maestría, eran capaces de fijar en la tela paisajes impresionantes, pero también de dedicarse a representar la miniatura más caprichosa en alguna esquina del cuadro, para hacer al espectador mirar, sí, el punto mínimo, pero sin perder de vista el todo.
¿Y no es eso mismo lo que nos descubren, a cada tanto, el amor y la muerte? ¿No nos hacen pasar, ellos también, primero de un detalle en el universo y después al universo en sí?
Venus, Vulcano y Marte, Tintoretto (ca. 1555)
En esta primera parte del ensayo, además de realizar la introducción al tema –con un comentario en especial sobre el origen del impulso religioso y las religiones en relación con inquietudes humanas como el temor a la muerte, la preocupación por la "salvación" y la búsqueda de amor– se incluye también la primera exploración concreta al problema a la luz de la filosofía platónica. Como es sabido, el amor es uno de los temas centrales en el pensamiento de Platón, particularmente por la equivalencia que tiene en sus ideas con conceptos como el bien, la belleza y la verdad.
Radha en sus celos imagina a Krishna uniéndose a otras mujeres, página de Gita Govinda atribuida a Purkhu, Kangra (ca. 1820)
En la segunda parte del ensayo se examina la cuestión del amor y la mortalidad del ser humano según se entiende en el hinduismo, acaso la religión más antigua del mundo, todavía vigente, que además elaboró desde sus orígenes una concepción compleja de la existencia, con un entendimiento muy refinado del elemento humano por antonomasia: la conciencia. Teniendo como concepto y práctica central el sacrificio, la religión de los Vedas ofreció su propia respuesta a la búsqueda de la inmortalidad.
Cristo crucificado con dos donantes, El Greco (ca. 1590)
El cristianismo hace su aparición en la tercera entrega de esta serie. La religión dominante en Occidente, fundada a la vez en el amor y el sacrificio ("Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito", se lee en el Evangelio de Juan), ofrece también numerosas claves para entender el vínculo no siempre claro del ser humano con su propia finitud, los caminos que sigue en su intento de desentrañar ese enigma y las respuestas que la religión cristiana ha elaborado al respecto a lo largo de su desarrollo.
Guanyin del Mar del Sur, antes conocido como el Bodhisattva Guanyin del agua y la luna, dinastía Liao (907-1125) o Jin (1115-1234)
Finalmente, la exploración de la presencia del amor en los orígenes del impulso religioso cierra con el budismo, la otra gran religión mayor de Oriente que, para algunos, podría catalogarse más bien como un sistema amplio de pensamiento, tanto conceptual como práctico, pues aboga menos por el rigor o el fervor religiosos que por la transformación humana de raíz a través de acciones concretas. Bajo la égida de la compasión, el budismo invita al ser humano a entender su propia finitud y el sufrimiento que esta le causa, hasta entender por fin que sólo a través del desapego es posible alcanzar la liberación.