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Científicos notan una correlación entre países que administran esta vacuna a su población y menor incidencia de COVID-19

Hace casi cien años se desarrolló en Francia una vacuna contra la tuberculosis que en su momento revolucionó el mundo médico. La vacuna del bacilo Calmette-Guérin lleva el nombre de sus dos creadores, Alberte Calmette y Camille Guérin. Recientemente se notó que esta vacuna parece tener efectos importantes en el sistema inmune, pero no sólo contra la tuberculosis sino también contra otros virus y bacterias, aparentemente porque intensifica la repuesta del sistema de defensas del ser humano.

Este efecto se explica porque la vacuna contiene formas vivas debilitadas la bacteria Mycobacterium bovis, similar a la que causa la tuberculosis. Al someter al sistema inmune a una infección muy leve se le "entrena", por así decir. Esto coincide con la llamada hipótesis de la higiene, que mantiene que debido a la mayor higiene y protección que ha brindado la modernidad, nuestros sistemas inmunes se han debilitado y por ende han perdido la capacidad de resistir agentes infecciosos.  

La vacuna contra la tuberculosis ha tenido un uso variado en las últimas décadas. Por un lado, en países como Estados Unidos, España, Francia e Italia, entre otros, su utilización se ha reducido significativamente, en la medida en que la tuberculosis se erradicó casi por completo a lo largo del siglo XX. En los países desarrollados se adoptó la recomendación de ciertos estudios médicos, según los cuales es mejor atacar los brotes o vacunar sólo a grupos selectivos.

Por el contrario, en países pobres o en vías de desarrollo, donde la la tuberculosis es todavía común, la vacuna se aplica en toda la población, una práctica que se conoce técnicamente como vacunación "universal" (por aplicarse a todo el universo de una población, estadísticamente hablando).

En ese sentido, los científicos han notado una posible correlación entre países que tienen políticas de vacunación universal de esta vacuna y una menor cantidad de casos reportados y menor fatalidad de ciertas enfermedades. Este posible vínculo es sumamente interesante, pero si bien un estudio científico sí encontró evidencia de dicha correlación, de cualquier forma parece necesario tener más información al respecto.

El New York Times publicó una nota en la que revisa el interés que genera esta vacuna en la comunidad científica. Según la doctora Denise Faustman, directora de Inmunobiología del Hospital General de Massachusetts, se tienen "datos contundentes de pruebas clínicas con humanos que sostienen que esta vacuna te protege de infecciones virales y parásitos".

Faustman advierte, sin embargo, que la vacuna no debería usarse en personas que ya están bajo otro tratamiento, pues podría interactuar negativamente con diferentes fármacos, además de que posiblemente sus efectos tarden más tiempo en activarse. Un factor a considerar también es que las vacunas administradas hace años podrían ser más efectivas que las que apenas son aplicadas. Otros médicos citados por el New York Times señalan que no existe evidencia científica de que esta vacuna funcione contra la COVID-19, por lo cual deben hacerse primero estudios. 

En Australia, los científicos han iniciado un estudio médico para investigar los efectos de esta vacuna para tratar el nuevo coronavirus que asola a la humanidad. Se cree que este tratamiento podría "comprar tiempo" en tanto se desarrolla una vacuna.

Pese a prometedores indicios, las autoridades médicas no recomiendan aplicarse esta vacuna, especialmente porque una excesiva demanda podría impedir que personas que realmente la necesitan (generalmente niños) la reciban.

 

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