La relajación es esencial no sólo para la salud sino también para la felicidad e incluso para la cognición: para el aprendizaje, la memoria y facultades más altas de la cognición. Quien no es capaz de relajarse normalmente sufre diversas condiciones relacionadas con el estrés y suele enfermarse física y mentalmente con mayor facilidad, en parte por el exceso de actividad al que somete a su sistema inmune. En suma, si no somos capaces de relajarnos difícilmente podremos hacer cualquier cosa conforme a nuestro verdadero potencial y por lo tanto siempre seremos una sombra de lo que podríamos lograr.
Ahora bien, la vida moderna, en general basada en la productividad y en el culto a las apariencias, suele dejar de lado aspectos esenciales para la relajación que podemos considerar como parte de la higiene mental. Si bien existe un cierto consenso de que es importante limpiar el cuerpo y ejercitarlo, es menos común que se realicen actividades en el mismo sentido para limpiar y ejercitar la mente, las cuales son esenciales para la relajación.
Así, una razón por la cual nos cuesta trabajo relajarnos es porque no cuidamos a nuestra mente de la misma manera que cuidamos nuestro cuerpo. Por supuesto, muchas de las cosas que hacemos para el cuerpo son también benéficas para la mente (como dormir bien, hacer ejercicio, comer alimentos nutritivos, etc.). Pero no nos damos cuenta de que la mente también necesita su particular nutrición, y esto significa ejercitar la memoria, aprender cosas nuevas, leer y meditar, y cuidar el tipo de contenido que consumimos. Paradójicamente, algunas de estas cosas pueden en un principio ser estresantes, pero a la larga son esenciales en el cultivo de hábitos que mantienen flexible, clara y calmada a la mente, pues le permiten reaccionar con más herramientas a las adversidades o incluso dejar de reaccionar ante eventos que de otra manera provocarían estrés.
Otra razón más profunda que explica por qué nos cuesta relajarnos tiene que ver con una condición que compartimos en general los seres humanos: el apego. Las personas casi por default se apegan a las cosas que tienen o a las cosas que quieren tener (a sus deseos e ilusiones), se apegan a lo que les ha sucedido (sea bueno o malo) y se apegan a lo que quieren que suceda. Y, por supuesto, se apegan a la identidad de lo que creen ser y miden el mundo en relación a esta identidad. Cuando uno analiza detenidamente la razón por la que una persona no logra relajarse, generalmente está presente una forma de apego.
Por ejemplo, la causa principal de la ansiedad social es el apego a un concepto del yo, del cual se deriva el temor de ser lastimado por la crítica o la falta de aprobación. No poder relajarse ante la amenaza de una enfermedad tiene que ver con el miedo a la muerte, el cual no es más que apego a la identidad construida, al yo. No poder relajarse en una crisis económica suele tener que ver con el apego a las posesiones materiales. Incluso la rigidez del cuerpo suele ser un apego a ciertas emociones y sensaciones traumáticas que ocurrieron en el pasado.
La tradición budista sostiene que la relajación es uno de los factores esenciales que conducen a la iluminación. El término que se usa en sánscrito para describir esta relajación es praśrabdhi, el cual a veces es traducido como maleabilidad, pero que el gran maestro de meditación y erudito de lenguas asiáticas Dhammadipa traduce como "relajación y claridad". Praśrabdhi, dentro del esquema del Abhidharma, es uno de los factores que conforman una mente virtuosa y está asociado con la ecuanimidad, la cual es para el budismo sinónimo de la más alta sabiduría.
Esta relajación que es elogiada se distingue claramente de la mera distensión o de un estado de apaciguamiento sin intensidad de conciencia. Es calma que permite claridad y claridad que permite calma, pues ambas están estrechamente relacionadas. Sólo una mente calmada puede sostener en foco un objeto y sólo una mente clara puede evitar la confusión y el letargo que son causas de futura agitación.
Ahora bien, es importante notar que los textos budistas relacionan este factor mental, praśrabdhi, con el desapego. El desapego es la condición para que esta mente relajada y luminosa florezca.
¿Cuál es entonces la causa del desapego? La causa del desapego es en última instancia la sabiduría, la experiencia misma de la naturaleza de la realidad. Para el budismo esto se puede dividir en dos aspectos fundamentales: el conocimiento experiencial de la naturaleza impermanente de todas las cosas y el entendimiento de que el yo absoluto que creemos ser es una ilusión.
Toda las cosas son impermanentes puesto que no tienen sustancia, no existen por sí mismas, dependen de algo más y si ciertos factores se modifican –y esto es inevitable– dejarán de existir. El yo no existe sustancialmente tampoco, pues no puede encontrarse en ninguna parte si uno busca, no hay un asiento específico ejecutivo que controle nuestra conciencia. La noción del yo surge solamente cuando existen ciertas causas y condiciones. Una vez que estas dos cosas son entendidas no solamente como conceptos sino vivencialmente, la relajación se convierte en el estado natural de la mente.
Aunque estas experiencias no conceptuales son sumamente difíciles de lograr, son parte también de un camino gradual que puede cultivarse poco a poco. Una forma cultivar esto es meditar sobre la impermanencia de todas las cosas.
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