*

Las conductas autodestructivas y de autosabotaje son recurrentes en el trastorno de estrés postraumático, conocido también como trauma complejo.

Se define al trauma crónico infantil como un evento recurrente que despojó de todo sentido de seguridad y refugio (físico o emocional) a un niño que requería de cuidados y cotidianidades que le garantizaran un ambiente con dichas características. De este modo, cuando una persona crece sin un sentido de estabilidad y confianza, el impacto de ello puede resultar en una serie de disfunciones o trastornos que se invocan en la adolescencia y vida adulta.

Las conductas autodestructivas y de autosabotaje son recurrentes en este trastorno, conocido también como trastorno de estrés postraumático o trauma complejo. Este tipo de interacciones dan forma al estilo de vida, la conducta, los pensamientos, las emociones e inclusive los vínculos afectivos (amistades y pareja). Los estudios relacionados con este trastorno señalan que un abuso en relación con vínculos tan representativos como las figuras de cuidado paternal (identificados usualmente con la madre y el padre) puede alterar no sólo el autoconcepto sino también la definición misma de conductas de autocuidado y salud. Por ello, no ha de sorprender que las personas que han sufrido abuso en la infancia puedan tener conductas autodestructivas, tales como alcoholismo y abuso de sustancias, lo cual suelen justificar o codificar como experiencias divertidas, emocionantes, excitantes. 

 

La normalización de las conductas autodestructivas

Actualmente existen alrededor de 11 millones de niños menores de 18 años viviendo con algún padre con un trastorno de abuso de sustancias o alcoholismo. Sin embargo, no en todos los casos se vuelve evidente este tipo de conductas: en muchas ocasiones se justifica a través de la cultura y algunas costumbres familiares. Por ello, según dicen algunos especialistas en la salud mental, es un trastorno complejo de comprender: ¿hasta dónde se puede cuestionar una conducta que siempre se ha considerado normal? 

La epigenética señala que los “genes de trauma” se pueden llegar a transmitir hasta siete generaciones abajo de donde inició el evento traumático y la alteración de la genética. Así que si un evento traumático tuvo un impacto en la infancia, es probable que no sólo afecte al individuo mediante conductas autodestructivas (como el alcoholismo) sino también a futuras generaciones que puedan reproducir estas mismas u otras conductas autodestructivas. 

Algunas conductas y síntomas de este trastorno son:

  • Hipervigilancia con la familia, el trabajo, las relaciones. Las emociones de vergüenza y dolor son lo suficientemente fuertes como para usar mecanismos de protección para evitar sentirlas.
  • Necesidad de control. Al haber crecido en un ambiente sin límites, estabilidad y seguridad, las personas con trauma suelen tener conductas de extremo control con todo lo que sucede en su alrededor. 
  • Dificultad para regular sus emociones, particularmente las negativas como tristeza, enojo, vergüenza o frustración, además de que se pueden tener dificultades para expresar las emociones positivas. 
  • Baja autoestima o un concepto distorsionado de sí mismo. Los individuos no se logran ver cómo realmente son o los ven los demás. Por ello suelen ser tiránicos, críticos o negativos consigo mismos. 
  • Conflictos físicos y mentales, relacionados con conductas autodestructivas, poco autocuidado, aislamiento, conductas de riesgo, estrés excesivo, depresión y ansiedad, entre otros.

 

Tratamiento informado en trauma

En la actualidad, cada vez hay más información que permite comprender la causa y desarrollo del trauma. Inclusive hay métodos que hacen posible regular las consecuencias de un trauma complejo o trastorno de estrés postraumático mediante distintos tipos de terapia informada en trauma. Entre ellos está el tratamiento neurosecuencial de trauma, EMDR, al igual que otros.

 

También en Pijama Surf: 8 rasgos de una personalidad afectada por un trauma infantil