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Una lista que pretende ser un canon o un currículum para el estudio de la tradición espiritual de Occidente y el cultivo del alma que se orienta hacia lo divino

La lista que presentamos a continuación busca acercarse a lo que podría ser un canon de la vida espiritual en Occidente, tomando fundamentalmente de los dos grandes cauces que se entremezclan en la cultura occidental: la filosofía griega (principalmente, el platonismo y sus avatares) y el cristianismo. Con vida espiritual nos referimos al aspecto práctico, moral y contemplativo de la filosofía y la teología y no a lo meramente discursivo, haciendo eco del entendimiento de Pierre Hadot de la filosofía concebida originalmente como un ejercicio espiritual, como un arte de vida (y no mera gimnasia verbal, ni siquiera solamente la consideración de las causas primeras). La filosofía es el amor a la sabiduría y eso ya supone que no todo es pensar sino también sentir, desear, hacer y contemplar en silencio; la filosofía también debe considerarse como la sabiduría del amor, y eso nos habla ya de una transformación en el sujeto que la práctica. Es justamente el amor -la atención como pasión- lo que permite que el conocimiento transforme a la persona en aquello que conoce, como diría San Juan de la Cruz: el amante en el amado transformado.

Los textos presentados han sido elegidos considerando su influencia en el pensamiento occidental, su calidad literaria, su poder de inspirar y transformar la conciencia y su brillantez ética y mística. Se trata de libros que nos ayudan a vivir mejor, pero no a través de tips o fáciles consejos de autoayuda, sino mediante una profunda consideración de las grandes preguntas de la existencia -una contemplación de la realidad y su posible trascedencia- y a partir de esto, del desarrollo de un sendero práctico -una purificación a través de la vida ética- que llega a alcanzar en algunos casos una vía de ascenso místico. Pues la vida espiritual no se contenta sólo con vivir bien en el mundo sino que busca necesariamente alcanzar lo más alto, la unión con la fuente misma de la vida, la eternidad en su amor y en su sabiduría.

Existen importantes omisiones que deben explicarse. Cuesta prescindir de Aristóteles, el filósofo más influyente en Occidente junto con Platón, obviamente. Pero no sería congruente incluir su Metafísica, su texto más influyente en el desarrollo de la filosofía y la teología occidentales, pues es un texto qué poco nos dice sobre cómo vivir o cómo unirse a su Dios (el Motor Inmóvil que magnetiza el cosmos en el amor, pensando su propio pensamiento para siempre). Un texto que sin embargo es imprescindible para una educación filosófica. La lista no pretende incluir textos de metafísica pura, sino que tiene un corte pragmático, que permita transformar el conocimiento en acción y contemplación mística. El libro que podría bien aparecer es la Ética nicomáquea, pero este importante texto donde expone su concepto de felicidad -la eudaimonía, el objetivo de la existencia humana-, desarrolla sus nueve virtudes y argumenta la supremacía de la vida contemplativa, difícilmente inspira o genera entusiasmo. A diferencia de su maestro, Aristóteles escribía de una manera muy sistemática, seca y poco literaria (si bien se cree que escribió diálogos en su juventud y sus textos maduros parece haber sido escritos específicamente para el liceo). Su prosa es el fundamento de la ciencia y la filosofía analítica, pero no de los clásicos de la literatura, pese a su indudable brillantez intelectual. Destino similar comparte Santo Tomás de Aquino, cuya obra maestra, la Suma teológica, ciertamente podría tener pasajes dignos de incluirse, pero que en su vastedad y complejidad sistemática -heredera justamente de Aristóteles, a través de quien une la razón con la fe- resulta inabarcable y de difícil digestión. Se trata indudablemente de un clásico, pero que interesa mayormente a filósofos académicos y teólogos cristianos, y difícilmente cautiva al gran público. 

Otra notable ausencia es la de Filón de Alejandría, el filósofo judío helenista, quien fue un vinculo importante entre el pensamiento judío y la filosofía griega, y cuya lectura alegórica de la Biblia fue influyente en los padres de la Iglesia. Literalmente, Filón unió el Logos griego con la Palabra divina del Dios judío, prefigurando el evangelio juanino. Ciertamente, de los comentarios bíblicos de Filón se deriva una "vida espiritual"; sin embargo, como ocurre con varios de los autores que no han alcanzado el corte final, su obra es vasta, no demasiado accesible, y cuesta señalar un texto único que destaque claramente por sobre todos los demás. Sus comentarios alegóricos al Pentateuco han sido los más estudiados e influyentes.

Tampoco se ha incluido a ninguno de los padres de la Iglesia de los primeros siglos (el primero es Agustín). Sin duda brillará por su ausencia Orígenes, el primer gran teólogo cristiano, quien prácticamente enseñó a leer la Biblia -en el espíritu y no en la letra-, pero de nuevo, su obra es legendariamente vasta y dispar (pese a que mucha de ella se ha perdido, pues dejó de ser del agrado de la autoridad eclesiástica por sus excesos platónicos). Una ausencia notable es también la de Gregorio de Nisa -como representante de la exquisita teología capadocia-; tanto su comentario del Cantar de los Cantares como su Vida de Moisés podrían haber obtenido un lugar en la lista en otro día. Sin embargo, hemos incluido, como representante de la tradición mística-contemplativa de los padres de la Iglesia ortodoxa, y los llamados padres del desierto, la Philokalia, la única antología propiamente que aparece en la lista, pero que es un caso especial por su enorme influencia (más sobre este texto en la segunda entrega de esta lista). En épocas más recientes, Los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola han sido enormemente influyentes y ciertamente podrían haber alcanzado un lugar en esta lista en otra ocasión.

Otras omisión, quizá menos onerosa, es la obra de Paracelso, a quien cuesta fijar en una única obra (y a quien podríamos incluir como exponente de la tradición alquímica, a la vez que planteando una filosofía ética, incluso una filosofía del bienestar), pues su producción es también vasta y no despunta sobremanera ninguna obra. El lector no especializado se beneficiará más de leer antologías del Hermes suizo, cuya influencia fue tanta en la ciencia al igual que en la espiritualidad. Una omisión señera por su influencia sin duda es la del zapatero Jacob Böhme, el místico alemán que Hegel considerara el primer filósofo alemán de la historia. Aurora y Signatura Rerum son dos obras de alto pedigree en el esoterismo, pero que además fueron leídas atentamente por la tradición filosófica alemana. Dicho eso lo de Böhme no es para cualquier, su estilo y contenido es denso, lleno de imágenes poéticas, pero también de una sintaxis confusa y de una compleja visión teosófica que difícilmente las hacen clásicos de bolsillo. Otro candidato habrían sido Los tres libros de filosofía oculta de Agrippa, pero ese lugar para la magia lo hemos reservado para De triplici vita de Ficino, donde no sólo expone principios de magia astrológica, sino también nos ilumina con los principios éticos que de allí se derivan. Este mismo texto le quita un lugar a Las 900 tesis y al influyente Sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirandola, quien estudió con el mismo Ficino. Intentando no cargar la lista hacia la magia y a lo esotérico, tampoco incluimos a Giordano Bruno, un autor de gran peso específico y logros mágicos y poéticos. Las utopías de Tomás Moro y Francis Bacon (o alguno otro de sus libros de ensayos) son también omisiones que no nos dejan del todo tranquilos. Tampoco hemos incluido El Zohar u otros textos cabalistas, los cuales son sumamente esotéricos, tratan sobre todo de cosmología metafísica y necesitan cierta exégesis para llevarse a fruición, si bien es cierto que de ellos se deriva una rica tradición de comentarios y meditaciones místicas. Esto en lo que concierne a la primera mitad de la lista en orden cronológico (en la segunda parte haremos la apología correspondiente).

En el caso de la poesía, que merece ciertamente una nota aparte, la Eneida de Virgilio brilla enormemente por su ausencia, pero nos hemos decantado por la obra de su discípulo lejano, Dante. La poesía amorosa y religiosa de Francisco de Quevedo es otra notable omisión. El caso del elefante en la habitación, la omisión de La Iliada y La Odisea, no dejará de ser controversial, pero aunque son obras que encierran todo un modo de percepción y relación con los dioses, del cual la tradición deriva su mythos, no queda completamente claro que puedan leerse como obras de una vida espiritual (aunque a veces han sido leídas así), en este sentido remitimos al lector al comentario que hace Sócrates en La República de estas obras.

Por último, hemos omitido al que seguramente sería el primero y más imprescindible de los textos espirituales de un canon occidental, la Biblia. Su inclusión es demasiado obvia y hemos querido hacer espacio para otros textos que puedan aportar algo nuevo al lector. Su omisión no debe tomarse como una postura crítica. Resulta evidente que para la persona que busca formarse en un sentido espiritual, así como obtener la más básica cultura (y espíritu y cultura, como entendieron los idealistas alemanes, pueden entenderse como sinónimos), la lectura de la Biblia es esencial, independientemente de la fe que se profese (o la falta de ella).

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1. La república, Platón

Seguramente el libro más influyente y culturalmente relevante en la tradición occidental después de la Biblia. El filósofo que primero creó un sistema metafísico expone aquí su doctrina del mejoramiento del alma y de aquello en lo que debe consistir una buena educación. En su meditación dialéctica sobre la justicia da la pauta no sólo de lo que considera que es lo justo a nivel político -de una ciudad- sino a nivel individual, del alma humana: un régimen tanto político como espiritual, que se deriva, en última instancia, de la cosmología y la teología, de la cual el alma y la ciudad son microcosmos. Si bien el sistema del divino Platón está abierto a interpretaciones y no se encuentra exhaustivamente, ni mucho menos, en un solo diálogo, este es el texto más completo y aquel en que más ampliamente expone su filosofía ética, la cual va ligada a una epistemología, como se muestra por ejemplo en el mito de la caverna. El bien, la verdad y la belleza serán para Platón, y para la tradición cristiana, los tres grandes ideales -o trascendentales- de la vida del alma, hasta el punto de poder considerarse sinónimos. Esta influencia de los tres trascendentales no será sólo religiosa, sino también artística, influyendo profundamente en el romanticismo.

 

2. Meditaciones, Marco Aurelio

El clásico libro de consejos y reflexiones del emperador Marco Aurelio es el libro que hemos elegido como representante de la filosofía estoica, que actualmente vive una especie de renacimiento. En un mundo materialista y hedonista, donde además se vive una constante ansiedad provocada por la sobreestimulación, la sabiduría estoica es un remedio natural. En medio de lo que hoy consideraríamos estrés extremo y poder y riqueza desquiciantes, Marco Aurelio predica la calma, el desapego y la obediencia a la voluntad divina, compartiéndonos sus reflexiones cotidianas en inmortales máximas y aforismos. Otro clásico estoico que goza de gran salud editorial es las Cartas a Lucilio de Séneca.

 

3. Enéadas, Plotino

Las Enéadas de Plotino, texto editado y reconstruido por su discípulo Porfirio, es uno de los pocos libros presentados aquí que encierran tanto un profundo sistema metafísico -más sistemático incluso que el de Platón, incorporando también el pensamiento de Aristóteles- como también una filosofía ética, estética y eminentemente mística. Plotino desarrolla su famoso sistema de emanación triádico, que parte del Uno supraescencial y deriva en la Inteligencia y el Alma, pero también desarrolla el método contemplativo para que el alma humana regrese al Uno, el "vuelo del solo al Solo", e incluso una ética eudaimónica, donde la felicidad consiste, como en Platón y en Aristóteles, en la contemplación intelectual, en este caso llevada al extremo de la separación y negación completa del mundo material (se dice que Plotino aborrecía la existencia material, la tumba del alma, y alcanzó la unión con la divinidad hasta en cuatro ocasiones antes de morir). Las Enéadas no son lectura fácil, pero tampoco son acartonados e impenetrables tratados lógicos -especialmente, la versión de Stephen McKenna en inglés es un clásico de la prosa filosófica-. La inclusión del la obra de Plotino se justifica por su enorme influencia tanto en la historia de la filosofía como en la historia del esoterismo y la espiritualidad. Una reciente edición crítica del profesor Lloyd Gershon está destinada a convertirse en la de mayor autoridad. En español, la editorial Gredos tiene una versión. 

 

4. Sobre los misterios egipcios, Jámblico

Otro texto que también esboza un sistema metafísico; no obstante, Jámblico hace una crítica al neoplatonismo de Porfirio y de Plotino, enfatizando el aspecto teúrgico o la acción ritual divina de la filosofía. Este es uno de los textos que más han influido en las doctrinas mágicas de Occidente. Sin embargo, pese a beber del cauce egipcio hermético, no deja de estar apoyado en la más alta filosofía platónica. Jámblico, quien fue la principal inspiración de la apostasía del emperador Julián, se distancia de una cierta repulsión platónica a la materia, que puede leerse en Porfirio y en Plotino, para abrazar el cosmos como una teofanía, como un sacramento. Su método consiste en la purificación y en el acondicionamiento del vehículo humano para propiciar el descenso de lo divinidad y no el ascenso del alma -a diferencia de la henosis de Plotino-, pues para Jámblico la teúrgia es la actividad bendita de los dioses -no de los hombres-, gracias a los cuales el alma puede participar en la actividad demiúrgica. Existe una versión de Gredos en español y un excelente comentario en ingles: Theurgy and the Soul, de Gregory Shaw. 

 

5. Confesiones, San Agustín

El texto que junto con La república de Platón guarda preponderancia en esta lista, tanto por la profundidad de su contenido como por su magistral estilo literario. Es considerada la primera gran biografía escrita en Occidente y sin duda es la más notable autobiografía espiritual de toda la historia. Agustín de Hipona narra su infancia y adolescencia pecaminosa, su acercamiento al maniqueísmo, su concubinato, el episodio central de su conversión al cristianismo, la influencia de su madre católica Mónica (que sería canonizada) y de su maestro san Ambrosio, así como también su debatirse entre el cristianismo y el neoplatonismo (al cual estimaba, aunque finalmente lo consideró imperfecto), hasta en los últimos libros de la obra exponer su propia teología, acabando en la Trinidad. La obra ha pasado a la historia por mostrar el dilema existencial que desgarra el corazón de Agustín con una cierta inclinación a la sensualidad y a la emotividad, sin perder su gran piedad y arrepentimiento. Esta parte débil de la carne, expuesta de manera tan franca y poética, es lo que hace que tantas personas se hayan podido identificar con el santo. Algo que quedó cifrado en esa famosa frase: "Señor, hazme casto pero todavía no".

 

6. Los nombres divinos, Dionisio Aeropagita

Discutiblemente, la obra más influyente del pequeño corpus de Dionisio Aeropagita (también llamado Pseudo Dionisio) y la obra cumbre del misticismo apofático cristiano, con una muy amplia influencia tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa. La obra de Dionisio Aeropagita alcanzó enorme influencia en parte por haberse tenido por la tradición como obra de san Dionisio, discípulo directo de san Pablo, convertido por el apóstol en el discurso al dios desconocido en el Aerópago de Atenas. Hoy sabemos que la obra fue compuesta por un teólogo sirio del siglo V y principios del VI. Sin embargo, esta pseudografía no debe entenderse como una fraudulenta usurpación, sino más bien como una forma de humildad y autonegación creativa, lo cual ha hecho que Dionisio Aeropagita sea aún considerado como uno de los más brillantes teólogos en la historia del cristianismo (pese a que Lutero lo condenó por ser más platónico que cristiano). En esta obra hace una sublime síntesis del neoplatonismo de Proclo con la teología cristiana de un dios trinitario que trasciende el conocimiento pero que se manifiesta en el mundo, sin disminución, en sus nombres divinos, fundamentalmente como amor, haciendo de todo el cosmos una teofanía, presencia divina. Aunque hay aquí un sistema metafísico, también se esboza un sendero práctico contemplativo, donde la oración es la alabanza de toda la creación y, más aún, se revela como silencio -la vía negativa- y desprendimiento de todo conocimiento para alcanzar un estado de comunión inefable. Además de Los nombres divinos, su pequeño tratado La teología mística, donde introduce el metaconcepto de "la oscuridad brillante", merece también considerarse.

 

7. La consolación de la filosofía, Boecio

Este es el entrañable texto escrito por el filósofo cristiano y senador romano Boecio en el siglo VI, cuando había sido encarcelado y poco antes de ser ejecutado por cargos de conspiración. Boecio fue traductor de Aristóteles y Platón y su obra fue uno de los vínculos entre la Antigüedad y la Edad Media, siendo La consolación de la filosofía una de las obras más influyentes del medievo. El texto discurre en una conversación entre Boecio y la Dama Filosofía que lo consuela, notando el aspecto transitorio de la fama y la riqueza, revelando que el único y último bien es la divinidad, y argumentando además que la felicidad no depende de factores externos o contingentes, sino que es algo interno que participa en lo eterno. El texto es parte de una importante tradición de platonismo cristiano, que empieza con los grandes teólogos alejandrinos, en la que las ideas del filósofo griego son conciliadas con el cristianismo como parte del Logos universal. Boecio entiende que existe una unidad trascendente entre la verdad de la filosofía y la de la religión y que no hay conflicto entre la fe y la razón. Notablemente, el texto no hace referencias explícitas al cristianismo y puede leerse de ambas formas, como un texto platónico o como uno cristiano. Esto lo convirtió en un clásico entre numerosos padres y místicos cristianos, como Tomás de Aquino y el Maestro Eckhart.

 

8. Itinerario de la mente a Dios, San Buenaventura

San Buenaventura, considerado doctor (seráfico) de la Iglesia, fue el heredero de la inspiración espiritual de San Francisco de Asís. Buenaventura, según él mismo relata, fue "curado" por intercesión del santo del amor a la naturaleza y escribió su biografía autoritaria. No obstante, su obra maestra es sin duda Itinerario de la mente (o el alma) a Dios (Itinerarium mentis in Deum). Esta obra es considerada un clásico de la contemplación mística, donde se traza el sendero desde lo creado hasta la unión del alma con la divinidad. Pero el sendero de Buenaventura, como el de su maestro, no es un sendero intelectual (si bien Buenaventura, a diferencia de San Francisco fue un erudito de la sagrada doctrina), sino un sendero basado en el amor, la piedad y la humildad. Generalmente se distingue entre Tomás y Buenaventura, compañeros de estudio, y se dice que mientras el aquinato fue el "Aristóteles cristiano", el de Fidanza fue un segundo Agustín y la suya fue una teología del amor y la vida práctica. El papa León XIII lo llamó "el príncipe de los místicos".

 

9. Divina Comedia, Dante

Un texto que lejos de ser un manual de vida, en su poder alegórico, aun así brinda una imagen sublime de la vida espiritual. El poeta sigue el sendero de la belleza hacia la divinidad y en su paso por el Infierno y el Purgatorio recibimos una lección de los pecados e imperfecciones que impiden la más alta unión, a través de casos ejemplares. Dante incrusta en un cosmos moralmente cristiano -aunque espacialmente ptoloméico y aristotélico- los más altos principios de la filosofía platónica. Al ir ascendiendo por las nueve esferas del cielo, Dante introduce las virtudes o excelencias que alcanzan la beatitud (nuestro amigo Buenaventura aparece en la cuarta esfera, la del Sol) y la belleza de Beatriz se va haciendo más intensa conforme escala hacia la rosa celestial del coro angélico. Del ascenso del alma y sus pruebas se desprende una ética, pero que no es sólo la de la moral cristiana, sino es también una estética -tanto en la forma sublime de los versos italianos de Dante, como en el magnetismo anagógico de la belleza de Beatriz y de la deidad y su colegio de santos y ángeles-. Dante es guiado por Virgilio, quien representa la razón y la virtud, pero movido por el amor, pues es Beatriz la que ha enviado al poeta (este es el sentido de la filosofía mística de Platón, pero también de la teología cristiana). Como es el tema dominante de la primera parte de esta lista, se trata de otra obra más de cristianismo platónico, una feliz unión. No por nada Hans Urs von Balthasar incluye a Dante como uno de sus estilos de teología estética (aunque laica) en su monumental obra Gloria: Una estética teológica.

 

10. Sermones alemanes, Meister Eckhart

Una de las grandes joyas del misticismo de todas las eras y culturas, justamente por su carácter universal, los sermones vernáculos del teólogo Meister Eckhart han llamado la atención de estudiosos del vedanta y del budismo, aunque la Iglesia los consideró parcialmente herejes (Eckhart murió en el siglo XIV durante el proceso de revisión, antes de que fueran condenados). El teólogo dominico fue influido por la teología apofática de Dionisio Aeropagita y con ello desarrolló una profunda meditación en torno al desapego del mundo creado, la negación del yo, el silencio, la oscuridad y la nada y la participación del alma en la divinidad (el perpetuo nacimiento del Logos en ciudadela del alma). Más allá de esta mística apofática, en los sermones de Eckhart se encuentran todo tipo de consejos morales y enseñanzas para vivir una vida justa y ética que conduce a la persona a la santidad y a la unión mística. Eckhart no publicó libros en vida -pues no era tal la costumbre- sino pequeños tratados que eran circulados entre monjes y alumnos, pero su obra completa ha sido publicada en diversas lenguas europeas y generalmente se distinguen sus textos latinos, más teológicos y formales, de sus sermones alemanes más inclinados al misticismo y dueños de una energía radical. En inglés han sido publicados como The Complete Mystical Works of Meister Eckhart, en una excelente edición de Bernard McGinn.

 

11. Tres libros sobre la vida, Marsilio Ficino

Marsilio Ficino fue otro platonista cristiano (en su caso, la acusación de Lutero a Dionisio parece más apropiada: más platónico que cristiano; si bien nunca ha sido acogido en el seno de la Iglesia). Bajo el auspicio de los Medici, Ficino tradujo la obra completa de Platón, además de los textos más importantes del neoplatonismo y el Corpus Hermeticum. La obra de Ficino consiste fundamentalmente en numerosas cartas y pequeños tratados, su monumental Teología platónica y un texto de quizá un poco más fácil acceso y ciertamente más folclórico, De triplici vita (Tres libros sobre la vida). Estos son: De vita sana (Sobre la vida sana), dedicado a ayudar a los eruditos a alcanzar una vida sana a través de los hábitos adecuados (Ficino era médico de formación, además de astrólogo y sacerdote). De vita longa (Sobre la vida larga), donde Ficino ofrece consejos para vivir y morir bien, libro particularmente orientado a los viejos. El tercero y en el cual queremos hacer énfasis es De vita coelitus comparanda (Sobre la obtención de la vida de los cielos). Aquí, Ficino reflexiona y da una serie de técnicas mágicas y filosóficas para hacer que el ser humano tome energía de los objetos celestes y armonice su vida con el cosmos. En este texto se hace una exposición de la magia astrológica y su relación con los elementos, las piedras preciosas, las plantas y demás objetos que son capaces de captar los espíritus planetarios. Ficino enseña a hacerse como el cielo y a nutrirse espiritualmente, dejando por todos lados pruebas de una erudición extraordinaria, como una especie de Da Vinci del esoterismo y la filosofía, un verdadero hombre renacentista, y ciertamente uno de los principales responsables en gestar esta nueva época del pensamiento.

 

12. Noche oscura del alma, San Juan de la Cruz

Resulta difícil elegir entre los cuatro tratados (poemas con sus respectivos autocomentarios) de San Juan de la Cruz, pero Noche oscura del alma ha sido el que más repercusión ha tenido, aunque el Cántico espiritual (glosa poética del Cantar de los Cantares) y su Subida al monte Carmelo (sobre el ascenso del alma a la unión divina) podrían aparecer también en la lista. San Juan de la Cruz habló de la "noche oscura del alma", que se ha convertido en una figura de uso común para describir toda prueba in extremis, y el libro trata asimismo sobre la unión del alma con la divinidad, siguiendo el sendero apofático o negativo trazado por otros grandes místicos de la tradición cristiana (como ya hemos visto). San Juan dispone en el comentario, el cual escribió para las monjas que tenía bajo su instrucción, las diferentes etapas de esta unión empezando por la vía purgativa o purificatoria, la cual consiste tanto en una serie de conductas morales como en un ardor devocional y un recogimiento contemplativo que abandona los estímulos mundanos para fijarse en la divinidad. Una merecida mención también a Las moradas del castillo interior de Santa Teresa de Ávila y a la obra visionaria de Juliana de Norwich, Revelaciones del amor divino.

 

13. Centurias, Thomas Traherne

El poeta, téologo y sacerdote anglicano Thomas Traherne es seguramente uno de los menos conocidos de esta lista. No obstante, sus Centurias, descubiertas más de 2 siglos después de su muerte, se han ganado un lugar dentro de los clásicos de la espiritualidad occidental en el último siglo. La prosa poética de Traherne revela una mirada de inocencia paradisíaca, el poeta y teólogo mira el mundo como en el primer día, con ojos adánicos y descubre el brillo de la eternidad en las cosas manifiestas, anticipando algunos de los modos visionarios de William Blake, quien vería un mundo en un grano de arena o el cielo en una flor silvestre. Suya es esa infancia espiritual que permite deleitarse con todo lo que aparece en el lienzo de la conciencia y reconocer su origen divino, tanto la condición de entrada al reino del cielo como el origen de la filosofía.

 

Lee la segunda parte de la lista: del siglo XVII a la actualidad... 

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