De todas las sustancias capaces de alterar la conciencia humana, la marihuana es una de las más consumidas en el mundo. Sin duda, la primera es el alcohol, pero en ese caso se trata de una sustancia cuyo consumo es socialmente tolerado (e incluso fomentado) en todo el orbe. No ocurre así con la marihuana, que en general se considera una “droga” y aunque, por esa razón, desde su cultivo hasta su consumo suelen estar prohibidos, ello no impide que millones de personas le den un uso recreativo.
En ese sentido, en torno a la marihuana existen numerosos debates, prejuicios, acusaciones falsas y otras manifestaciones que casi siempre acompañan a los asuntos polémicos de la vida social. En particular, la discusión en torno a la marihuana se centra en dos posiciones antagónicas muy claras: la legalización o la prohibición. Si, por un lado, se toma en cuenta la enorme cantidad de personas que la consumen y, por otro, se miran los efectos nocivos de la prohibición (narcotráfico, formación de mafias, violencia social, etc.), ¿no sería mejor volver legal su cultivo y su consumo e incorporar estas actividades a la vida social regular?
En algunos casos, quienes se oponen a esta postura invocan el efecto en la salud pública que traería la legalización de la marihuana. Se cree, a veces como una mera suposición, que legalizar el consumo de dicha planta podría llevar a una especie de “degeneración” de los individuos y la sociedad donde esto sucediera, pues el consumo de marihuana podría conducir al uso de otras sustancias de efectos más nocivos, o se piensa que, por sí misma, la marihuana es capaz de provocar consecuencias en una persona de las que al final la sociedad tendría que hacerse cargo.
¿Pero no pasa así con otras sustancias, como el alcohol o el tabaco? ¿No son sustancias que igualmente “embrutecen” al individuo, como sugirió Tolstói con respecto al alcohol, y que terminan por dañar severamente la salud de quien las consume? ¿Por qué contra esas sustancias no se alza la voz con tanto ímpetu como contra la marihuana?
Sea como fuere, en ese contexto vale la pena preguntarse por los efectos reales que genera el consumo habitual de marihuana en la salud de un individuo. Al respecto, en una investigación a cargo del doctor Reto Auer de la Universidad de Lausana (Suiza), se analizaron las capacidades cognitivas de personas que fumaron marihuana cotidianamente durante 5 años, tomando en consideración otros factores como la edad, el nivel educativo y el consumo de otras sustancias.
De acuerdo con las observaciones realizadas, el único efecto sobre el cual se encontró evidencia suficiente fue un pobre desempeño en el ámbito de la memoria verbal, particularmente en los individuos de mediana edad: con el tiempo, los consumidores habituales de marihuana desarrollaron una dificultad notable para recordar ciertas palabras.
El estudio fue realizado entre 3 mil 499 personas, de las cuales el 84.3% habían consumido marihuana en su juventud y el 11.6% continuaron haciéndolo en la edad adulta. Asimismo, únicamente 311 participantes dijeron haber fumado marihuana todos los días durante los últimos 5 años, lo cual, según los resultados de la investigación, es el nivel de exposición necesario para que el consumo de esta planta afecte realmente la memoria verbal.
Por otro lado, en el marco de este estudio se encontró que respecto a otras funciones cognitivas -como la capacidad de poner atención o la resolución de problemas- no hubo afectaciones mayores, ni siquiera en el caso del consumo intenso de marihuana.
Por una parte, personas que pierden cierto grado de memoria verbal por la adicción que desarrollan a la marihuana; por la otra, tráfico ilegal de drogas, armas y personas, violencia social, regiones enteras del planeta metidas en un ciclo vicioso de subdesarrollo. No parece ser un trato muy equitativo.
En este enlace puedes consultar la publicación original de la investigación
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