El cuidado de nuestra mente es capital en la fórmula del bienestar. No es exagerado afirmar que la experiencia que tenemos de nuestra propia vida depende de aquello que habita nuestra mente, de manera tal que se establece una relación de intercambio entre nuestros pensamientos, nuestros actos, nuestras decisiones y la realidad que adquiere todo eso. De ahí la importancia de atender nuestra psique: conocerla, entenderla, saber de qué estamos hechos y de qué somos capaces.
Para este fin, la terapia psicológica se nos ofrece como un método para emprender dicha exploración. A partir especialmente de la labor titánica que emprendió Sigmund Freud para sentar las bases de una teoría y una práctica de la terapia, se desarrolló todo un campo dedicado exclusivamente al tratamiento de la mente, pero no como se hacía hasta entonces, por medio de la intervención fisiológica, sino desde un acercamiento mucho más específico, esto es, siguiendo la estela de aquello que nos vuelve humanos y que no es otra cosa más que la subjetividad.
Por algunas de las razones que exponemos a continuación, queda de manifiesto que el bienestar mental es un resultado que se construye sólo en la comprensión de dicha subjetividad y en el trabajo sobre su campo. De la misma manera que no hay dos personas que sientan la misma tristeza, así tampoco hay dos personas que den a la idea de “sentirse bien” el mismo significado, y es en esa diferencia donde la psicoterapia se abre camino.
En una nota liminar, el filósofo mexicano Jorge Portilla escribió que “el hombre es un ser de tal índole que no puede vivir si no comprende su vida”. Esta afirmación, con variaciones, nos ha acompañado al menos desde tiempos de Platón, quien aconsejaba también el examen de la existencia como vía del buen vivir.
¿Por qué es tan importante para el ser humano conocerse? En pocas palabras, porque en nuestra condición de seres conscientes hay una especie de sed de significado que busca ser saciada, y al saber quiénes somos, al conocer nuestros orígenes y explorar nuestro mundo interior, apaciguamos esa necesidad porque en el proceso construimos un significado o, dicho de otro modo, armamos el rompecabezas suelto de las circunstancias que han resultado en esto que llamamos existencia.
En la formación del aspecto emocional de lo que somos intervienen actores con los que no siempre es fácil lidiar, en un sentido real (es decir, las personas de carne y hueso con quienes convivimos en aquella época), pero sobre todo en un sentido simbólico, pues por decirlo de alguna manera, las emociones nunca se forman aisladas o “puras” en nuestro interior, sino siempre en combinación con otras, mezcladas, confusas incluso.
La combinación de ambas circunstancias puede hacer compleja la tarea de conocernos, pues puede no ser fácil intentar lidiar, por ejemplo, con nuestras emociones relacionadas con el afecto sin confrontar también a las personas con quienes dichas emociones se formaron.
Por ese motivo resulta positivo tener un punto de vista externo que nos ayude a desenredar la madeja, andar por el laberinto y regresar después, de modo tal que seamos capaces de explorar en libertad nuestras propias emociones.
El ser humano se convierte en lo que es a través de la palabra. Las palabras nos forman, nos dan los elementos para entender la realidad y por lo mismo, son el medio por la cual la habitamos. No siempre les concedemos esta importancia, pero en el espacio de la psicoterapia descubrimos ese universo de palabras que nos ha definido y, especialmente, encontramos nuevas vías, es decir, nuevas palabras para nombrar nuestra vida.
El consultorio del psicoterapeuta es un espacio que tiene como fundamento la confianza, a partir de la cual se construyen todos los posibles beneficios de la terapia. El hecho en apariencia sencillo de, por ejemplo, hablar de lo que sea, adquiere connotaciones trascendentes en este contexto pues, entre otros, significa para la persona que acude un espacio de permisividad o libertad franca que no suele tener en su vida corriente. Es posible hablar de emociones, de hechos pasados, de la familia, de los amigos, de algo que se leyó, del trabajo, etc., porque se parte del acuerdo tácito de que esa relación que se establece con el terapeuta está basada en la confianza.
El proceso de terapia incide directamente sobre la manera en que el sujeto construye sus relaciones. De hecho, se puede decir que uno de los propósitos fundamentales de dicho proceso es hacerle ver a una persona que es posible construir relaciones de maneras distintas a las que aprendió. Relaciones basadas en el respeto, por ejemplo, en la aceptación de la diferencia, en la escucha o en las cuales es posible dar lugar al conflicto (y no sólo la versión, un tanto limitada, del tipo de relaciones heredadas de la infancia).
El tiempo que corre en los relojes y la experiencia que tenemos de él varían significativamente entre sí. En una situación agradable, por ejemplo, cuántas veces no no hemos sorprendido de lo rápido que pasa el tiempo; y al contrario, cuando nos aburrimos pareciera que éste no avanza. La terapia psicológica nos otorga un hallazgo similar con respecto a nuestro mundo interno, en donde el tiempo transcurre de otra manera. Al explorar nuestra mente nos damos cuenta, por ejemplo, de que dos hechos pueden pertenecer a dos épocas distintas de nuestra vida y sin embargo convivir en un mismo plano simbólico-temporal, miramos cómo la mente funciona a su propio ritmo o, también, que para que ocurran ciertos hechos se requiere que el tiempo pase y las circunstancias maduren. Podría decirse que la psicoterapia le otorga densidad a nuestro propio tiempo existencial.
En tu vida cotidiana, ¿qué tanta escucha auténtica recibes? Tú mismo, ¿qué tan bueno te consideras escuchando a los demás? La psicoterapia es en cierto sentido una profesionalización de la escucha, la cual consiste en escuchar a una persona con atención y con propósito, sopesando sus palabras y entendiendo gradualmente el sentido de lo que intenta decir, sus razones para decirlo y aquello que en el fondo está intentando expresar. No es que el psicoterapeuta busque “descifrar” a la persona a quien escucha sino, más bien, plantea las condiciones para que la persona se descifre a sí misma. Sólo con escuchar.
Sin duda se podrían sumar otros motivos por los cuales la terapia psicológica funciona, pero la intención de esta publicación no es exhaustiva. De cualquier forma, no dudes en compartirnos tu opinión, que sin duda enriquecerá este acercamiento que hicimos al tema.
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