Poeta persa, místico sufí, erudito y teólogo, estos son algunos de los roles destacados que el gran Rumi jugó allá por el siglo XII de nuestra era. Su paso por este mundo dejó, por fortuna, algunos consejos y reflexiones que hoy podríamos calificar de indelebles. La generosidad con la que compartió la claridad espiritual que logró forjar a lo largo de su vida representa un bien para la humanidad.
Dentro de las incontables enseñanzas que Rumi nos legó, existen algunas que podríamos asociar directamente con vivir mejor. Se trata de sencillas frases o premisas que condensan una filosofía de forma de entender y abrazar la vida, que en tiempos como el nuestro parecen no sólo muy pertinentes sino incluso imprescindibles.
Así que a continuación te compartimos algunas de estas enseñanzas que, como flechas que apuntan a la conciencia, pueden ayudarte a germinar perspectivas determinadas para contemplar tu propio camino y, por qué no, vivir más feliz o, mejor aún, más en paz.
Eleva tus palabras, no la voz. Es la lluvia lo que hace crecer las flores, no los truenos.
Cuando discutes eufóricamente, o incluso con pasión, generalmente pierdes tu centro. Controla tus emociones y tu claridad, en caso de tenerla, encontrará su propio cauce.
Mi cabeza estalla con la alegría de lo desconocido. Mi corazón se expande mil veces.
Como muchos después lo han advertido, incluidos estudios científicos, mantener la capacidad de asombro, y aprovechar esta perspectiva para relacionarnos con el mundo, es una de las herramientas más maravillosas que el ser humano tiene a su disposición.
Prende fuego a tu vida. Y rodéate de aquellos que aviven sus llamas.
Saca jugo a tu existencia, vive al máximo cada momento y procura a aquellas personas que resuenen con esa osadía –revitalízate constantemente y rodéate de aquellas personas que te facilitan ese proceso.
Cuando alguien pida tu consejo, enciende el candil que lleva en la mano.
Generalmente todos tenemos delante de nosotros las respuestas que necesitamos para seguir nuestro camino. El problema es que muchas veces no somos capaces de verlas. Por eso, cuando alguien nos ayuda no a iluminar el siguiente paso sino a encender nuestra propia luz para iluminarlo, entonces nos está dando el mejor consejo posible.
No sólo el sediento busca el agua, el agua a su vez busca al sediento.
Cuando alguien es consistente y trabaja por conseguir algo –y lo conjura con una intención clara– generalmente eso que busca irá también a su encuentro. Esto es una condición maravillosa del universo.