Hijo del famoso artista multidisciplinario chileno Roberto Matta, Gordon Matta-Clark (Nueva York, 1943-1978) se empapó desde pequeño de un mundo creativo sin precedentes; estudió arquitectura y utilizó la disciplina en el campo de las artes visuales.
Rebelde genuino, siempre insatisfecho con las leyes culturales que, implacables, se imprimían en el uso tradicional de los espacios, Matta-Clark cortó varias decenas de edificios propiciando espectaculares vórtices estéticos; fugas creativas en las que la luz jugó un papel muy importante. Lo único que queda de sus obras son los registros fotográficos y de video, algunos pedazos que él mismo arrancó o que su esposa recolectó antes de que las construcciones intervenidas fueran demolidas.
La poética espacial de Matta-Clark ha inspirado a varios artistas contemporáneos. Esa necesidad por dividir el espacio transgrediendo límites, generando dimensiones inusitadas, tenía que ver con la autoconcepción del artista como un alquimista que utilizaba la basura de la ciudad transmutándola en algo nuevo e inspirador. Algo así como purificar materia a través de su transgresión, y utilizando la honestidad como brújula.
Sus creaciones fueron dirigidas a reconfigurar el espacio: la disposición orgánica que proyectaba estaba ligada con la sección áurea revelada por los patrones de la naturaleza; en un grado más profundo intentó cortar o remover los fundamentos sociales sobre los que se sustentan las viviendas comunes, en las que se desarrolla la dinámica familiar o individual.
Su obra ha sido reconocida con retrospectivas y exposiciones de diversa índole en instituciones internacionales como el Museum of Contemporary Art Chicago, el Badischer-Kunstverein Alemania y el Whitney Museum of American Art, entre muchos otros. El tiempo lo ha erigido como un referente fundamental de la relación creativa entre espacio y ser humano. Gordon Matta-Clark es un transformador del espacio, un poeta de las dimensiones y un humano digno de rememorar.