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Varios arquitectos en el mundo comienzan a diseñar grandes rascacielos que tienen la sorprendente característica de no crear sombra, con el propósito de establecerse armónicamente en el área que ocupan
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Solar Carve Tower

 

La sombra es un elemento profundamente simbólico que sin embargo, quizá por cotidiano, pocas veces tomamos en cuenta. En el ámbito de la imaginación se ha fantaseado no pocas veces con un mundo idéntico al nuestro salvo en que la sombras no existen, e incluso ha sido un motivo más o menos usado en la literatura (el cuento de Adelbert von Chamisso, “La maravillosa historia de Peter Schlemihl”, es un buen ejemplo de ello).

Si es posible plantear dicha idea en el terreno de la fantasía es porque, incluso desde el sentido común, que una sombra desaparezca nos parece imposible, quizá porque es un hecho físico tan evidente, tan fácil de comprender (el paso de la luz interrumpido por un objeto sólido). Sin embargo, una nueva tendencia en arquitectura está construyendo los primeros rascacielos que no hacen sombra. No una pequeña casa ni un monumento de dimensiones medianas, sino enormes edificios que contrario a lo que podríamos esperar, no dejarán marca de su existencia, al menos no en términos lumínicos.

Con su proyecto Solar Carve, Jeanne Gang es una de las artífices de este sueño. Dicho edificio, que por ahora se encuentra únicamente en diseño, podría construirse en la zona de Nueva York conocida como High Line, entre Manhattan y la ribera del río Hudson. Su construcción busca no ser invasiva sino, por el contrario, integrarse armónicamente a las áreas verdes que caracterizan ese espacio, además de también formar parte del panorama de manera equilibrada. Para conseguir esto, la estructura exterior del rascacielos está diseñada para colectar los rayos del Sol y después proyectarlos sobre la superficie donde se asienta para, de esta manera, no cubrir con su sombra el área a su alrededor, sino más bien hacer como que el paso de la luz no se interrumpe por su presencia.

Cabe resaltar, por otro parte, que muchas de esas construcciones que hacen una gran sombra son comunes en zonas más bien privilegiadas de una metrópoli y que, en este mismo sentido, muchas veces la preocupación por la obstrucción de la luz en el espacio se percibe también como una especie de afrenta a ese mismo privilegio. En Sydney está, por ejemplo, el complejo de apartamentos One Central Park, que para evitar afectaciones sobre construcciones residenciales vecinas tiene cristales angulados de alta tecnología que convierten su sombra en un resplandor.

De este modo, la técnica podría sobreponerse a las leyes físicas e incluso a las civiles. Atrás podrían quedar los años en que resoluciones administrativas —como la 1916 Zoning Resolution de la ciudad de Nueva York, que previno que calles y edificios quedaran privados de luz y aire por grandes rascacielos— se ocupen de un fenómeno natural con afectaciones en lo humano.