A lo largo de la historia, las religiones han inculcado doctrinas con el fin de engrandecer la vida espiritual. No obstante, en algunas de ellas estas virtudes son representadas por su opuesto, es decir, por reglas como “no robarás”, en lugar de “serás honesto”. Para el escritor Alain de Botton, el vacío que el abandono sistemático de religiones ha dejado en el mundo moderno no ha mermado la búsqueda de una vida virtuosa sino que, al contrario, ha acrecentado la inquietud básica por alcanzar la felicidad.
Ante esta realidad, de Botton enlista en su libro Religión for Atheists los valores que se han practicado durante la historia en la mayoría de las doctrinas religiosas y que han prevalecido hasta nuestra época.
Adaptación: capacidad para enfrentar, aprovechar y convivir con situaciones ajenas a nuestra vida ordinaria. A su vez tiene que ver con tolerancia frente a todo aquello que simplemente no puede preverse, es decir, buena parte de la vida.
Empatía: entendimiento y apropiación afectiva de lo que otra persona siente.
Paciencia: capacidad para tolerar situaciones lentas o incómodas.
Sacrificio: renuncia o privación que se hace en beneficio de alguien.
Cortesía: acto que manifiesta atención, respeto o afecto.
Humor: estado de ánimo favorable y desapegado.
Autoconocimiento: grado de conciencia que tenemos sobre nosotros mismos y que se traduce en la forma en la que nos narramos nuestra propia vida.
Perdón: se refiere a la comprensión o aceptación ante alguna ofensa y la disposición a trascenderla.
Esperanza: confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea.
Autoconfianza: conciencia del poder propio para afrontar las dificultades.
No deja de llamar la atención que el creciente ateísmo conlleva, en alguna medida, el retorno a aquellos valores que sentaron las bases de las grandes religiones y que, en muchos casos, se diluyeron con la presencia de intermediarios institucionales y agendas que poco tienen que ver con sus fundamentos esenciales.