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Ser introvertido puede tener sus ventajas, por ejemplo, darse cuenta de la proporción real que tienen nuestras redes de amigos
amigos

Imagen: hiimniko (Flickr)

El ser humano puede desarrollarse de múltiples maneras. Ese vaso vacío que es la existencia al nacer –y no completamente, pues aún en ese primer instante ya hay una multitud de información vertida sobre esa persona que recién llegó al mundo– puede llenarse de formas incontables, tomar rumbo hacia caminos inciertos, bifurcarse una y otra vez en senderos imprevisibles.

Con todo, esa aparente multiplicidad de destinos potenciales desemboca, eventualmente, en manifestaciones que cabe generalizar, borrar en sus detalles particulares y subjetivos para, entonces, decir que dos grandes formas de la personalidad son la introversión y la extroversión, la volcadura hacia sí o hacia los otros, el cultivo del mundo interior o el del exterior, el pensamiento introspectivo o la acción irreflexiva como forma de vida. Esta clasificación, como muchas otras, podría parecer injusta, pero aun así no es del todo incoherente. Con las reservas que requiere cada caso, podemos aceptar que algunas personas se vuelven más así como se dice que son los introvertidos, o como se dice que son los extrovertidos.

Esta percepción, sin embargo, podría estar equivocada, o al menos eso es lo que sugiere la “paradoja de la amistad”, un concepto al que arribaron los investigadores Daniel C. Feiler y Adam M. Kleinbaum (ambos de la Escuela Tuck de Negocios del Dartmouth College) luego de analizar la manera en que se configuran ciertas relaciones sociales a la luz de la introversión y la extroversión.

De acuerdo con el estudio publicado al respecto, Feiler y Kleinbaum aseguran que “conforme uno tiene más conexiones, se está presente en un mayor número de redes de otras personas. Por lo tanto, las redes sociales de las personas contienen desproporcionadamente individuos que tienen muchas conexiones”. En otras palabras, si tomásemos a una persona que se distingue por su facilidad para hacer amigos, lo encontraríamos en muchas redes, y así con otros con la misma cualidad. Según los investigadores, de esta paradoja resultaría que las personas “extrovertidas” estuvieran sobrerrepresentadas en las redes de amistad y conocimiento muto de cualquier sistema social.

Para probarlo, Feiler y Kleinbaum encuestaron a 248 estudiantes de su escuela en dos momentos del período de actividades: 5 semanas después de iniciado el semestre y 6 semanas después de esa primera encuesta. En estos casos, se les pidió que señalaran en una lista los nombres de sus compañeros a quienes consideraban amigos. Asimismo, les pidieron que de manera individual respondieran un cuestionario sobre rasgos de su personalidad, en particular sobre su nivel de extroversión e introversión.

Una vez con estos datos, el análisis de los mismos reveló cierta tendencia de reunión de los iguales, es decir, los extrovertidos señalaban a otras personas extrovertidas como sus amigos y, en otro sentido, los introvertidos hacían lo propio con sus pares en personalidad.

Curiosamente, un estudio más detallado reveló que este resultado podría ser sólo un efecto del propio comportamiento del sistema, sobre todo en lo que toca a los extrovertidos, quienes al reunirse con otros similares a ellos crean esta red que sólo en apariencia se compone de muchas más personas, lo cual no es estrictamente cierto, pues el número real es igualmente limitado o incluso menor, pero por el carácter de sus integrantes parece ser mayor.

De nuevo la paradoja es que quizá sólo los introvertidos sean dueños de una ponderación más exacta, o más apegada a la realidad, del tamaño de las redes sociales de las que forman parte.