*

Los híbridos de ingredientes estimulantes y alucinatorios del cine han variado con el paso de las décadas. Aquí algunas joyas de la pantalla que nos comparten las revelaciones psicodélicas más trascendentales

La palabra psicódelico significa "aquello que manifiesta la mente", o el alma, según el significado original de psique. Estas manifestaciones, más allá de alucinaciones, pueden transformar la conciencia y estimular nuestra imaginación. Realidades holográficas que experimenta nuestra mente en forma de umbrales fugaces cuando se le estimula a través de sustancias psicoactivas. De alguna manera, los enteógenos y demás psicodélicos fungen como mediadores cataclísmicos de lo consciente y lo inconsciente en la medida en que la psique devela nuestro universo anímico interno. La experimentación con híbridos de ilusiones, revelaciones, colores agudos, fractales, símbolos y demás imágenes exteriorizadas en una pantalla se vuelve un viaje placentero en la comodidad de nuestro sillón, al mismo tiempo (y quizás más importante) que nuestra imaginación se nutre a través de ese fascinante desdoblamiento de nuestras percepciones sensoriales.

Podemos cotejar, como parte de una misma tradición, lo psicodélico con el surrealismo: el automatismo psíquico puro, aquello que manifiesta la mente a través de los sueños (el inconsciente). Habremos de hacer un intento por diferenciar los filmes psicodélicos de los surrealistas --una línea bastante delgada, enlistando sólo aquellas cintas que buscan representar los estados alterados y alucinatorios de los personajes mediante una narrativa, sonido y/o discurso visual psicodélico. El cine psicodélico y el surrealista conforman un mismo campo dividido por un velo fantasmagórico: el surrealismo en la pantalla manipula su propia simbología a través de palabras y/o imágenes metafóricas, muchas veces absurdas, mientras que la psicodelia se trata de soñar despiertos, de explorar los universos plegados que se encuentran ahí, invisibles para los sentidos pero reales para la imaginación que participa en la mente universal, esperando a que un portal lisérgico o quizás un “espíritu orgánico” nos muestre lo atemporal y lo eterno que es el proceso de la existencia.

Más adelante publicaremos un compilado con algunas de las mejores películas surrealistas intentando excluir de esta lista, por el momento, a gemas elementales como La montaña sagrada de Jodorowsky, The Wicker Man de Robin Hardy o Neco Z Alenky de Švankmajer. También excluimos toda animación psicodélica (de las que ya hemos hecho una lista anteriormente), con el fin de facilitar la selección. La lista de películas psicodélicas estimulantes es infinita, por lo que te invitamos a compartir a través de los comentarios los filmes que consideres necesario agregar. Recordemos que la psicodelia no sólo es capaz de alimentar y transformar la conciencia humana, también puede abastecer de información filosófica el alma colectiva.

 

1. Dog Star Man, 1961-1964

Stan Brakhage

Una serie de cortometrajes dirigidos por el artista visual Stan Brakhage se fusiona para construir uno de los primeros experimentos fílmicos psicodélicos de la historia. Imágenes abstractas y pestañeos multicolor de lo que podría ser el viaje lisérgico del director nos muestran texturas irreconocibles, amorfas y otras más de la vida cotidiana trastornadas por la saturación de color. Brakhage es algo hermético en la discusión de su proceso creativo; hasta cierto punto, pareciera que él sólo funge como un vehículo para adentrarnos en su visión interior, un puñado de imágenes psicotrópicas que entrelazan múltiples dimensiones en una sola escena. La pieza tiene sin duda ecos arquetípicos y hace referencia a la estrella Sirio (importante en los misterios egipcios) o al hombre-estrella que se diviniza.

 

2. Sedmikrásky (Las margaritas), 1966

Sedmikrásky

Es el maravilloso collage fílmico de la directora Věra Chytilová, pionera de la nueva ola checoslovaca. Se trata de una obra psicodélica revolucionaria que desencadenan dos Lolitas ingenuas que pretenden destruir la maldad del mundo corrompiéndola con su propia maldad inocente. Las escenas corren entre colores fluorescentes, actuaciones divertidas y narrativa puramente sensorial que incluye la aparición de grandes banquetes devorados y destruidos por las dos nínfulas de espíritu contestatario. Resalta también una crítica feminista en las actuaciones sin sentido, a veces desconectadas de la realidad, por parte de las dos margaritas con atuendos delicados y actitudes bruscas. La libertad, la confrontación del orden y la degradación de los objetos materiales con fuego, destrucción e ironía fueron ideas peligrosas y sobre todo reveladoras que la directora checa inmortalizó adecuadamente durante la invasión de su país por parte de la URSS.

 

 

3. 2001: A Space Odyssey, 1968

2001-a-space-odyssey

 

A pesar de ser puramente ciencia ficción, la obra maestra de Stanley Kubrick nos revela un par de escenas psicodélicas que develan, en fugaces pestañeos multicolor, las personalidades exteriorizadas de sus actores. Parafraseando a Terence McKenna, difícilmente el discurso del destino de la humanidad y la exploración del universo puede no ser psicodélico: la ciencia ficción puede ser también una sustancia psicodélica debido a su capacidad para potenciar la imaginación. La odisea de Kubrick es un poema psicodélico, incluso en las escenas en las que los astronautas parecen haber caído en un letargo criogénico y silencioso, que es mas bien un viaje mental para cada uno. La narrativa se desarrolla en torno a una nave espacial cuya misión es la de investigar un misterioso objeto --un monolito-- descubierto en un cráter lunar, que aparentemente es una herramienta trascendental para el progreso espiritual de la humanidad. ¿Y qué es ese místico elemento del que el hombre se sirve para evolucionar? Son bien conocidas las artimañas de Kubrick al esconder simbología en cada una de sus escenas, y en este caso, los pasajes filosóficos nietzscheanos no se hacen esperar, incluso en la armonización musical perfectamente adecuada que lleva por nombre Así habló Zaratustra.

 

4. Pysch-Out, 1968

Psych-Out

Un filme psicodélico en su contexto (contra)cultural que refleja los modos de la juventud psicodélica de la década de los 60, manifestados en la liberación del espíritu de esa jaula sistemática-mental a través de LSD. La historia se desarrolla en torno a una joven sorda que, en la búsqueda de su hermano perdido en los túneles de sensaciones lisérgicas, comienza a involucrarse con la comunidad hippie y sus maneras singulares de expresar amor. Dirigida por Richard Rush, la película entremezcla dos axiomas importantes de la contracultura: uno, las bandas de rock psicodélico, las primeras en proyectar fractales multicolores en sus shows así como figuras líquidas que exteriorizaban sus visiones del “otro lado” de la realidad y dos, la moraleja que sataniza un poco a los psicodélicos --específicamente al LSD-- debido al desconocimiento y manejo inadecuado de ellos ya que, como señaló el mismo Hofmann, la sustancia había sido secuestrada por el movimiento hippie empleándose de manera irresponsable. De esta corriente podemos mencionar a un par más que merecen la pena: Easy Ryder (1969) y Blow Up (1966).

 

5. Alice in Acidland, 1969

Alice in Acidland

En el cine psicodélico no puede faltar la pluralidad de adaptaciones enteógenas de la opus magna de Lewis Carroll, Alice in Wonderland. En la versión de John Donne, nos encontramos con la historia de una joven corrompida por el libertinaje de las sensaciones psicodélicas, una chica pueril cuya vida, al comenzar a consumir psicodélicos, se transforma en un zoológico sexual en donde los orgasmos son cual algodón de azúcar y las sustancias psicoactivas el show de las bestias mismas. A través de los hipsters que leían a los beatniks de la época, su comportamiento se ve trasmutado radicalmente hasta convertirse en una ninfómana trastornada que se ha perdido en el viaje de realidad irreal. Las escenas son una mixtura de la sensualidad de su cuerpo, mismo que la trasmite como si su energía sexual se mirara resplandeciente bajo las gafas del desdoblamiento perceptivo de lo que nombramos trance. 

 

6. Behind The Green Door, 1972

behind-the-green-door

Y rozando, a propósito, los confines de las escenas seductoras para avistar un poco más allá de los parajes de la censura, hallamos a los directores Artie y Jim Mitchell con su porno psicodélico. Behind the Green Door fue la primera película pornográfica comercial de los Estados Unidos y también la primera en utilizar actores “serios” interpretando papeles sexuales, como fue el caso de la protagonista, Marilyn Chambers. La trama versa sobre una leyenda antigua americana que involucra el secuestro de una joven que es hipnotizada y llevada a un cabaret para copular en una función con público enmascarado. El filme, junto a Deep Throat, es considerado como el desinhibidor de los estigmas morales que anteriormente categorizaban a los actores de “vulgares”. Si bien el porno en apariencia representa la realidad cruda del sexo (este es su atractivo), en esta cinta los hermanos Mitchell --que también aparecen en el filme-- dieron un cambio revelador para el porno de la época utilizando al sexo como un ritual místico, entre otros elementos de cámara no menos importantes: saturación de color al más puro estilo psicodélico, música reverberante y slow motion imitando el profundo estado de hipnosis en el que la protagonista se encuentra sumergida.

 

7. Altered States (Un viaje alucinante al fondo de la mente), 1980

Altered-States

En esta ocasión, la ciencia ficción de Ken Russell aborda los pasajes insólitos de la mente y su desdoblamiento a través de las alucinaciones de un científico que explora la desconocido. Las secuencias del filme se desarrollan conforme las manifestaciones visuales del personaje le permiten recuperar información de su memoria genética, misma que se encuentra condensada en sus células esperando a ser recordada. Las imágenes psicodélicas de la película son representaciones visuales vividas en el mundo consciente por el protagonista, una especie de regresión hipnótica para adentrarse a lo más profundo de la etapa primaria de los seres, manifestándose incluso físicamente como las primeras formas de vida en la Tierra. La cinta alude a los experimentos con tanques de privación sensorial, LSD y ketamina en los que se embarcó el doctor John Lilly, uno de los grandes psiconautas de la historia.

 

8. Inferno, 1980

inferno-3

No es la primera película trascendental del director Dario Argento; en 1977 apareció uno de sus filmes de culto más loables: Suspiria, una producción expresionista liderada por una tétrica banda de rock psicodélico italiano como fondo del viaje espeluznante. El cine de horror y thriller de Argento se ve fusionado con parajes psicodélicos/oscuros, casi oníricos, en Inferno, un filme caracterizado por el uso extremo de colores para iluminar cada objeto clave de los escenarios terroríficamente surrealistas que, por ratos, se pintan de tramas sutilmente gore dentro de la realidad que pareciera pesadilla. Inferno pertenece a una trinidad de películas sobrenaturales (Las tres madres), basadas en el ensayo del gran comedor de opio inglés Thomas De Quicey, “Suspira de Profundis”. En esta trilogía, Argento relata los horrores que provocan tres hermanas brujas en el mundo. Inferno es la obra visualmente más psicodélica del director, una alucinación terrorífica que te impedirá quitarle los ojos de encima en cada minuto.

 

9. Liquid Sky, 1982

liquid sky

Aliens invisibles llegan a la tierra en una pequeña nave espacial en busca de heroína, el jugoso placebo que los mantiene vivos. Las criaturas foráneas aterrizan, acertadamente, en el Nueva York lúcido que se sostenía de opiáceos y alucinógenos y que figuraba como la cuna madre de la subcultura punk americana. Vestuarios, maquillaje y peinados glam reviven la personalidad psicodélica de la protagonista: una modelo andrógina, bisexual y aparentemente ninfómana que aguarda una sorpresa especial en cada uno de sus orgasmos. El filme independiente dirigido y en gran parte musicalizado por Slava Tsukerman, mantiene una atmósfera lúgubre que se perfecciona con el acompañamiento de sintetizadores sci-fi e impresionantes escenarios decadentes, coloridos y de bajo presupuesto.

 

10. Decoder, 1984

DECODER

Una experimentación audiovisual altamente subliminal se desenvuelve bajo un ambiente distópico cyberpunk y a la vez psicodélico. El guión gira en torno a la influencia de los escritos de William Burroughs --quien también aparece en el filme-- en el director Klaus Maeck. A través de saturación de colores y sonidos, Maeck cuestiona algunas maneras complejas de control mental que utiliza el sistema para interferir en la psique de las masas, para transformarlos en autómatas consumistas: el Muzak, un método lúgubre de manipulación auditiva del que existe una manera de liberarnos, un “decodificador” musical que puede hacernos despertar de la Matrix.

 

11. Dead Man, 1995

Dead Man

El mismo Jarmusch la describió como un western psicodélico sobre el viaje espiritual de un hombre en el salvaje oeste. William Blake (Johnny Depp) es un hombre ingenuo que viaja hasta los confines del infierno mismo para descubrir que ha muerto. Tras una extraña contienda en los parajes órficos de su destino huye herido al desierto, en donde se encontrará con Nobody, un indio americano que se convence de que Blake es el espíritu mismo del poeta y pintor inglés. El rodaje es poesía materializada en la pantalla; argumentos, metáforas y alusiones simbólicas nos advierten que se trata de la reencarnación de algunos de sus textos, con especial énfasis en The Marriage of Heaven and Hell: la conexión de cielo e infierno, el encuentro del origen con la muerte y de la travesía espiritual de la muerte hacía un origen. En este importante viaje hacia el “espejo de agua” --el río de serenidad que lo llevará de regreso hacía su estrella-- Blake se encontrará dentro de una geografía metafísica: los símbolos de la naturaleza, del orden sagrado, cuya semiótica sólo podrá entender a través de Nobody. La música austera de Neil Young complementa esta pieza mística filmada de principio a fin en blanco y negro.

 

12. Fear and Loathing in Las Vegas, 1998

Fear-and-Loathing-in-Las-Vegas

El viaje rumbo a Las Vegas de un abogado y un periodista en un auto con dos bolsas de marihuana, 75 pastillas de mezcalina, cinco hojas de LSD, un salero de cocaína y una galaxia caleidoscópica de eufóricos ansiolíticos (entre otros alucinógenos), 1 litro de tequila y 1 más de ron, cervezas y 1/2 litro de éter en su estado puro es probablemente el filme más psicodélico de todos los tiempos. Escrito, realizado y probablemente dirigido y actuado bajo los efectos alucinógenos, la opus magna de Hunter S. Thompson dirigida por Terry Gilliam retrata nada más que experiencias ultrasensoriales en la mente semiconsciente de dos protagonistas en busca del sueño americano. Una obra llena de ficción, parafernalia psicodélica y caos endemoniado que no deja de mantenerse vigente para las nuevas generaciones.

 

13. The Acid House, 1998

the adic house

Irvine Welsh es un clásico de las lecturas sobre drogas, hangueo en el barrio obrero europeo y viajes alucinatorios en los rincones más podridos de la urbe (recordemos el trip de Trainspotting cuando Mark Renton entra al océano del escusado en busca del opio). En esta ocasión, Paul McGuigan hace una maravillosa adaptación de uno de sus cuentos cortos en el que retrata a la “generación química” de los años 90 y a los estragos de la generación X marginada por el pesimismo, el sistema y las drogas fuertes. The Acid House es en realidad una trilogía de narraciones de las cuales solamente la última, la que lleva este nombre, menciona visualmente a las sustancias psicodélicas. A pesar de no mencionar directamente a las drogas en la mayoría del filme, McGuigan logra de alguna manera subliminal encajarnos en la psique una buena dosis de desdoblamiento temporal patrocinado por un éxodo de metamorfosis animales y transmutaciones de almas a cuerpos distintos. Las nuevas generaciones, reza Irvine, deben sobrevivir y adaptarse al ambiente agresivo y devastador de las ciudades distópicas.

 

14. Enter the Void, 2009

Captura de pantalla 2015-04-15 a las 13.11.44

En 2009 parecía casi imposible que una película con temática psicodélica pudiera igualar a Fear and Loathing in Las Vegas y hacernos experimentar en carne propia, a través del cine, lo que es viajar en una droga psicodélica. Entra a escena Gaspar Noé, quien en Enter The Void nos ofrece una visión radicalmente realista y oscura de uno de los psicodélicos más poderosos. El filme, influenciado en el Bardo Thodol o Libro Tibetano de los Muertos, es una obra psicodélica potenciada por la magia cinematográfica; esencialmente versa sobre la vida más allá de la muerte experimentada consciente (fumando DMT) e inconscientemente (¿secretando DMT en la muerte?). La reencarnación, el loop infinito del que probablemente no podamos escapar mientras haya algo que arreglar en el mundo sensible, funge como el túnel multidimensional lúcido del personaje que nos manifiesta sus visiones sin cuerpo, entrelazando un poco de filosofía freudiana sobre la extraña pero profunda necesidad del amor entre dos hermanos huérfanos, quizás el vórtice sentimental que obliga a uno a buscar el camino de regreso hacia el otro. El protagonista se pregunta y se responde: “¿Qué hay más allá de un viaje de DMT? Sólo la muerte”.

 

15. A Field in England (2013)

A-Field-In-England

El más reciente filme de culto del director irlandés Ben Wheatley. Rodada en blanco y negro, la historia contrapone a un grupo de hombres en un espacio cerrado, un gran campo que resultará un purgatorio oscuro donde el eco de los estruendos de la Guerra Civil inglesa se volverá su contienda espiritual. El campo ha sido una alegoría de inspiración para soñadores, poetas y chamanes durante siglos. En Inglaterra específicamente, es el espacio idóneo para plantear tradiciones visionarias, como lo hizo en esta ocasión Wheatley al pensar que sería buena idea filmar a cinco ermitaños filosofando luego de haber consumido hongos alucinógenos. A Field in England es una película sobre el viaje, un camino metafísico en busca de “algo”, un supuesto tesoro que el mismo Diablo encarnado les ha convencido que existe. Filmada con bajo presupuesto durante 12 días, las limitaciones de Wheatley lo orillaron a idear la simplicidad de los elementos en escena (como es el caso de la música utilizada, tan sencilla como alucinante) y la complejidad de los diálogos que versan sobre brillantes reflexiones existencialistas.