Metafísica de la chingada: sobre El hombre nacido en Danzig, de Guillermo Fadanelli
Por: Javier Raya - 08/02/2014
Por: Javier Raya - 08/02/2014
No me gusta Fadanelli. Pasando a otros temas, El hombre nacido en Danzig es un divertido ejercicio para trazar algo así como una genealogía de la misoginia (tema recurrente desde su primer libro, El día en que la vea la voy a matar) a través de algunos de sus exponentes más distinguidos: los interlocutores del narrador (un viejo basquetbolista obsesionado con conocerse a sí mismo, muy socráticamente) son nada menos que Rosseau, Montaigne, Kant, y naturalmente, Arthur Schopenhauer, nacido en Gdańsk, ciudad que los alemanes llaman Danzig.
Pero no todo son conversaciones psicóticas con filósofos continentales muertos. El hombre nacido en Danzig ofrece también algunas entretenidas hipótesis sobre la misoginia selectiva (como las inolvidables escenas de coitos dialogados, que harán las delicias del director de cine que se meta en el embrollo de montar un diálogo filosófico en medio del orgasmo).
De lo que se trata es de descubrir el secreto. ¿Cuál? La premisa socrática "Conócete a ti mismo" se delega, a la luz del cinismo, menos como un trabajo sobre la propia experiencia que como su documentación. Es inteligente la manera en que el autor parodia (esta novela no puede sino leerse en clave bufa, como burla del tratado filosófico sobre el cuerpo masculino y sus debilidades, como relatadas por un Michel Serres en cocaína y trasnochado, así como una novela de detectives contada por un marxista de la corriente grouchista) la examinación de la propia vida con la irrupción de Riquelme, el más gris de los detectives con traje gris que jamás se haya visto, volviendo real la fantasía de todo usuario de las redes sociales: tener un ojo privado siempre puesto sobre sí mismo.
La fantasía que cumple la novela es la de la vida examinada no desde la conciencia del que se narra (como puede) su propia historia, sino desde la óptica de un profesional de la vigilancia, que no puede aportar conclusiones (puesto que ningún detective es filósofo, nos queda muy claro), pero puede ayudar a ajustar las premisas. Más que El hombre nacido en Danzig (pues Schopenhauer se aburre y se va en la segunda parte, dejando lugar al mucho más mesurado Montaigne, un verdadero héroe de acción), esta novela pudo llamarse "Metafísica de la chingada", que es como una puesta al día de El mundo como voluntad y representación: el mundo como la pantalla donde la pelota de basquetbol, sin ninguna angustia, decide hacer una loa de la fuerza de gravedad mientras atraviesa el aro.
La novela sirve aquí como crítica del sentido, como eje crítico de ciertas premisas fundamentales. Como que Elisa Miller es una gran puta o que Riquelme cobra un elevado sueldo en dólares. Mientras tanto, el atribulado y caduco basquetbolista, werteriano y romántico, se pregunta aquello mismo que Jacques Derrida se preguntaba sobre Aristóteles y sobre Hegel (sobre cuyos papeles Schopenhauer dejaba con indolencia un guante sucio): ¿cómo cogen los filósofos?
"Las mujeres se van aunque se queden, lo sé, pero ésta", la tal Elisa Miller, "se fue doblemente, se marchó y se marchó".
Tal vez si Nietzsche hubiese aparecido en escena, habría consolado de algún modo al atleta de la triste figura con algún apunte sobre el eterno retorno, "Ya pasará: todo lo que fue volverá a ser, Elisa Miller regresará en forma de fichas, ya lo verás" o alguna cosa por el estilo, noción que el narrador resuelve a su modo, mientras de paso se autoriza a sí mismo una autocondescendencia de la cual no se avergüenza ni mucho menos, como los verdaderos hombres, por así decirlo, al meditar sobre el tiempo, ingrediente indispensable de toda novela, incluso de las de detectives o sus parodias, cuando la antiheroína irrumpe en la juventud añorada del narrador:
"No hay en la súbita atracción que me causó Elisa ningún misterio escabroso sobre el cual hacer precisiones y botar la pelota más tiempo de la cuenta: la joven espigada había llegado, puntual, mustia y desinteresada. Es aquí donde la hipótesis de que el tiempo marcha de futuro [sic] hacia el pasado toma un sentido profundo y magistral. Es al revés: el futuro es lo que ya fue y el pasado es lo que sucederá. El futuro ya lo vivimos".
La desesperación del hombre que busca encontrar sentido frente a la perplejidad de ser abandonado por su mujer (después de ser un arrogante sentimental que cita a Weininger mientras la penetra) es, en el fondo, la misma desesperación de quienes han tratado de encontrarle sentido a la caída, caída relatada, en este volumen, con la velocidad de un basquetbolista que rememora sus mejores jugadas, como un filósofo que se cita a sí mismo, aún después de muerto, recordando en el limbo del suicidio cierta frase lograda que un día se le ocurrió después del almuerzo.
Ed. Almadía, Conaculta, DGP, 2014.
166 pp.
Twitter del autor: @javier_raya
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