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De acuerdo con estadísticas de la US Customs and Border Protection, el número de intentos de cruce de la frontera de Estados Unidos con México por parte de niños y adolescentes no acompañados comenzó a incrementar de manera alarmante a partir del año 2012

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                                                                                                                                                                                                                                            Getty Images

Jonathan, Carlos Alberto, Lis o Anderson, son algunos de los nombre de los protagonistas de una de las historias de terror latinoamericano que hoy atiborran las páginas de muchos diarios impresos y digitales en el continente. Historias que nos muestran no sólo la miseria humana sino el más patente fracaso de todas las instituciones y, tal vez, de la misma democracia, en gran parte de América Latina.

Miles de niños de 7, 8, 9 o 10 años de edad, así como adolescentes provenientes de México, pero sobre todo de Guatemala, El Salvador y Honduras, tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos en busca de sus padres o de una oportunidad no sólo de trabajo, sino para huir de la violencia, de la miseria, del abandono y del abuso en el que viven en sus países.  

La pregunta que todos nos hacemos es, de qué magnitud debe de ser el fenómeno de la violencia, el abandono y la miseria en los países de origen para que niños y niñas tan pequeños como de 7 años decidan, en muchos casos por su propia voluntad, abandonar su país, cruzar fronteras y caminar más de 3 mil kilómetros en un largo y peligroso viaje desde Centroamérica hasta a la frontera de Estados Unidos.  

Las experiencias que viven estos menores en su viaje a la supuesta tierra de "la oportunidad y la libertad” no pueden ser más crudas. Niños y niñas son testigos y víctimas de golpes, violaciones, abusos, corrupción y todo el decálogo de maltrato posible existente en nuestra imaginación. 

Son víctimas de la violencia ejercida por bandas o “gangs” de la Mara Salvatrucha en sus ciudades de origen, pero también a lo largo de todo el recorrido hacia la frontera de Estados Unidos. Víctimas del trafico de personas, siendo ellos el blanco más fácil. Víctimas de la corrupción policíaca y del abuso de sus derechos más elementales. Víctimas del crimen organizado, que en México utiliza el secuestro de migrantes para financiar su actividades. Víctimas de los coyotes, que abusan de ellos o los dejan varados en su camino a la frontera. Víctimas de la ineficacia de las instituciones, de la ausencia del Estado, de la incapacidad de los gobiernos de ayer y hoy para ofrecer a los niños y niñas un espacio, un lugar para desarrollarse en plenitud. Pero víctimas, también, de una política exterior estadounidense que durante años derramó miles de millones de dólares de apoyo a los ejércitos de gobiernos dictatoriales centroamericanos para combatir la guerrilla, no importándoles la guerra civil, pero que hoy deja a esos países en el más completo abandono. 

Estadísticas de la US Customs and Border Protection muestran que el incremento del número de intentos de cruce de la frontera de E. U. con México por parte de menores de edad no acompañados comenzó a subir de manera alarmante a partir del año 2012. El número de niños que tratan de cruzar la frontera sin estar acompañados de un adulto ha crecido, de 2009 a 2011, 707% en El Salvador, 930% en Guatemala y 1,272% en Honduras. En el caso de México, la tendencia de cruces ha caído 28%. 

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De acuerdo con un análisis de Pew Research Center, la mayoría de los niños que no van acompañados y que tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos provienen de ciudades como San Pedro Sula (Honduras), Tegucigalpa (Honduras), Juticalpa (Honduras), San Salvador (El Salvador), La Ceiba (Honduras) y la ciudad de Guatemala (Guatemala). La probable  explicación por la cual niños y adolescentes salen de zonas urbanas y no rurales esta relacionada más a la violencia que a la pobreza. 

 

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La gran mayoría de los menores migrantes cruzan la frontera en la zona este de México, la cual ha sido la más golpeada en la lucha contra el narcotráfico y donde se dan la mayoría de los secuestros de migrantes. Este factor corre en detrimento de la seguridad de los miles  que pretender ir a E. U.

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Un factor más para que sean niños y adolescentes centroamericanos aquellos que tratan de llegar a Estados Unidos está relacionado al rumor de que un niño sin acompañante recibiría amnistía. Esto no es así. Cuando un menor de 18 años sin documentos migratorios legales entra a Estados Unidos sin un adulto y es detenido por la Patrulla Fronteriza o la Border Patrol, es sometido a un proceso de deportación. Una ley aprobada en 2008, la Trafficking Victims Protection Reauthorization Act, establece que si esos menores son centroamericanos serán repatriados de inmediato pero se les garantiza el derecho de aviso consular y de audiencia ante jueces migratorios, ante quienes deben explicar por qué entraron de manera ilegal a Estados Unidos. La ley, además, entiende que esos menores son refugiados, por lo que la Border Patrol los pone bajo custodia de la Health and Human Services, una oficina de servicios civiles, no de aplicación de la ley. A diferencia, los menores mexicanos son deportados prácticamente al momento ya que los países tienen una frontera en común.

Aunado a esto la Deferred Action for Childhood Arrivals, promulgada por Barack Obama en 2012, otorga la posibilidad de que algunos inmigrantes menores difieran la deportación por dos años; esto, sólo si fueron menores de edad antes del año 2007. Estas dos leyes, la Trafficking Victims Protection Reauthorization Act y la Deferred Action for Childhood Arrivals, alentaron el rumor de que los niños centroamericanos podían entrar y quedarse en Estados Unidos.

Tanto para el gobierno de Obama como para la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la situación ha llegado a niveles alarmantes --incluso, para algunos, de crisis humanitaria. Para la ACNUR, prácticamente 60% de los niños en esta condición tienen posibilidades de pedir el status de refugiado o de asilo político. El gobierno de México y el de Estados Unidos estudian posibles soluciones al conflicto, pues la situación afecta a México de manera importante al ser un país de tránsito de los migrantes centroamericanos.

Por lo pronto, el gobierno de Obama pidió al Congreso fondos de emergencia por 2 mil millones de dólares para mandar más jueces de migración al sur de Texas y expeditar el proceso de deportación de los menores centroamericanos. La pregunta es, entonces, en qué clase de condiciones se pretende repatriar a esos niños, si es precisamente de ahí de dónde quieren huir. 

Todo indica que la política de Estados Unidos esta más centrada en defender sus fronteras que en contemplar la posibilidad de apoyar a los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras en el desarrollo económico y social de la región. Republicanos y Demócratas dejan de ver que, después de todo, el imperio es también responsable de la tragedia, basta recordar que la Mara Salvatrucha es de origen estadounidense y fue el resultado de la expulsión de migrantes centroamericano hacia ese país en la década de los años '80 como resultado de la pobreza pero, también, de la guerra civil provocada por la lucha contra grupos guerrilleros de izquierda en Centroamérica con el apoyo militar y económico de Estados Unidos. 

Así pues, el panorama no es alentador, no sólo por la situación en la que viven diariamente los que se van, sino también por la situación de aquellos que se quedan; ¿cuál es el futuro de estos niños? 

 

Twitter del autor: @juanmortega