Justo cuando pensábamos que el Vaticano, institución encargada de dirigir la vida espiritual de millones de personas, se desmoronaba, incapaz de mantenerse a la velocidad que exige el mundo actual, la Iglesia demostró haber elegido como su figura principal a un hombre que sin duda ha desdibujado en pocos meses la severa imagen del pontífice previo: se trata del Papa Francisco, de quien se dice que es capaz de inspirar incluso a los no católicos y ha buscado un acercamiento frontal con los ateístas, ha cuestionado las cúpulas de poder en la curia y se ha mostrado mesurado (cuando no optimista) en sus comentarios sobre la comunidad LGBT.
Su tendencia a salir del estricto protocolo, además de una marcada cercanía con los jóvenes (basada en sus salidas de tono o referencias a la cultura de masas, pero igualmente en la sencillez de sus puntos de vista) lo vuelven, además, una figura pública que los medios de comunicación encuentran fácil de promover.
"Pienso que es un hermoso camino hacia la paz; si todos, cada uno haciendo nuestra parte, si hacemos el bien a otros, si nos encontramos ahí, haciendo el bien, yendo lentamente, con delicadeza, poco a poco, haremos esa cultura del encuentro: necesitamos mucho eso. Debemos encontrarnos unos a otros haciendo el bien. 'Pero no soy creyente, Padre, ¡soy ateísta!', pero haz el bien: nos encontraremos ahí unos con otros."
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