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Aleister Crowley, mago, poeta, ajedrezista, alpinista y secretamente provocador de una revolución en la mente colectiva de nuestra cultura, cumpliría hoy 138 años. Lo celebramos.

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Aleister Crowley cumpliría hoy  138 años; es ya una tradición en Pijama Surf celebrarlo, compartiendo información sobre su obra y ojala motivando a redescubrir y resignificar su figura, una de las más polémicas de la historia. Lo celebramos y elogiamos justamente en el espíritu de hacer unn contrapeso ante la ignominia y el desprestigio que ha recibido su figura --y sobre todo su obra filosófica, mágica y poética, la cual a fin de cuentas debería de ser juzgada por la crítica de manera independiente, si es que es posible separar a la persona de la obra, algo que suele ser difícil de conseguir. Abogar por Crowley, es ser el abogado del diablo, pero el diablo en este caso es el dios Dionisio, el dios más humano, el vino, el fuego y el eros. Es reconocer la lucha incesante con el ego por abandonarse as su propia pasión individual, en el dulce veneno de las estrellas. 

Como solemos iniciar estos onomásticos digitales, y siguiendo con el poder del rito (la repetición dirigida por la intención) no esta de más hacer una lista de las actividades de quien fuera llamado La Gran Bestia –bajo la búsqueda incansable de completar la Gran Obra --y un breve recuento de su biografía. Edward Alexander Crowley nació un 12 de octubre de 1875, en Warwickshire, Inglaterra en el seno de una familia relativamente adinerada que le inculcó un cristianismo a ultranza. El padre de Crowley murió cuando el tenía 8 años, la edad exacta en la que Crowley comenzó su épica rebeldía. Su madre le leía todos los días versos de la Biblia en el desayuno: un hecho fundamental en su vida ya que su obra, entre otras cosas, puede leerse como una crítica mordaz del cristianimo, no tan distante de la de Nietzsche. En prefiguración de esto, su madre le apodo “bestia” desde pequeño-- este mote siempre lo acompañaría en una dualidad entre la bestia asociada al diablo del cristianismo pero también al instinto animal que se identifica con el instinto sexual: equivalente a la divinidad según afirmaría contundentemente Crowley en su época de Thelema.

Crowley estudió en Cambridge, donde empezó a publicar versos, pero el hecho capital en su juventud fue el ser iniciado por la sociedad secreta de mayor linaje en los últimos 150 años, la Golden Dawn.  Como caracterizó a la actividad finisecular que dio origen a las vanguardias, el Golden Dawn sintetizó y se apropió de diversas tradiciones ocultas como la masonería, el roscacrucianismo, y la magia enochiana en un sistema de magia ceremonial. Uno de sus fundadores, Samuel Liddel MacGregor Mathers, tradujo el Libro de Abramelin, en el cual se exponen las claves de la invocación del espíritu, central a la filosofía del Golden Dawn y del mismo Crowley, quien basó gran parte de su obra en “el conocimiento y conversación del Santo Ángel Guardian”. En la orden hermética del Golden Dawn, Crowley conoció a Alan Bennet (su amigo y maestro con el cual viajó a Asia y aprendió yoga), a Cecil Jones o al mismo W.B. Yeats con quien tuvo una relación antagónica. Crowley más tarde se rebelaría, como era inevitable en él y buscaría tomar control del Golden Dawn, fundando luego la Orden de Thelema y encabezando la Ordo Templi Orientis, la sociedad secreta fundada por Theodor Reuss.

Habiendo heredado una pequeña fortuna de su padre, Crowley desde su juventud se dedicó a viajar y a practicar el alpinismo y la cacería. Viajó a escalar a los Himalayas, donde legendariamente salvó su propia vida a expensas de su propia expedición. Estuvo en México, donde disfrutó de los volcanes del altiplano y de sus mujeres indígenas, a las cuales encontró dulces y serviciales. En este país obtuvo el grado 33 de la masonería y míticamente un “stash” de mezcalina que importó a Europa en su autodenominada faceta de “drugfiend”.  Se destacó de sobremanera en el ajedrez, según cuenta su alumno y biógrafo Israel Regardie, Crowley podía estar en la habitación copulando por horas mientras mantenía varias partidas de ajedrez llamando las jugadas a distancia y venciendo casi siempre.  Crowley dejó una obra pictórica por momentos intrigante, compiló un juego de Tarot que sigue vendiéndose masivamente y escribió decenas de libros sobre yoga, religión, magia sexual, filosofía y por supuesto poesía –su poesía demasiado prolífica tiene alturas que lo mismo se elevan a cimas místicas que estéticas y debe de ser revalorada, si no enseñada en las aulas a los niños (Crowley por supuesto vivió delirantemente y confundió sus visiones místicas con la profecía y el mesianismo del un nuevo eón).

Como bien señala Israel Regardie, dos cosas impulsaron siempre la vida y obra de Aleister Crowley, la búsqueda de la verdadera voluntad  y la  conversación y llamado del espíritu –o del “Holy Guardian Angel” (la otra quizás fue la liberación del yugo ideológico del cristianismo y la sacralización de la sexualidad). Crowley fue singularmente obsesivo en este sentido, como quedó constatado en su  disciplina impecable de completar el llamado de Augoiedes, siguiendo el texto de Abramelin, por seis meses cada día mientras viajaba por Asia, creando un teatro de la memoria para proceder según el canon que obligaba la presencia de ciertos elementos imposibles de obtener (una fuente, un balcón, etc) durante un viaje. Crowley logró conseguir la operación mágica en 1906 forzándose a “invocar seguido” e “inflamarse con el rezo”. Junto con el dictado del Libro de la Ley en 1904, en Egipto, este fue el momento fundamental de su evolución mágica. Este poema, parte de la Misa Gnóstica, atestigua ese llamado:

Thou who art I, beyond all I am,
Who hast no nature and no name,
Who art, when all but thou are gone,
Thou, centre and secret of the Sun,
Thou, hidden spring of all things known
And unknown, Thou aloof, alone,
Thou, the true fire within the reed
Brooding and breeding, source and seed
Of life, love, liberty, and light,
Thou beyond speech and beyond sight,
Thee I invoke, my faint fresh fire
Kindling as mine intents aspire.
Thee I invoke, abiding one,
Thee, centre and secret of the Sun,
And that most holy mystery
Of which the vehicle am I.

Antes que Jung, cuya máxima psicológica es la individuación, Crowley  estableció un sistema teórico y práctico para depurar la mente de agentes externos –culturales, sociales y espirituales—con el fin de apuntalar la voluntad individual, esa “estrella que es” todo “hombre y mujer”.

Encontrar la voluntad verdadera permite actuar de manera conscientemente auto(no)mática, instintivamente. Y para Crowley, el instinto es idéntico a Dios. –algo que, paradójicamente, tiene cierta resonancia con la teoría evolutiva moderna, donde lo que manda, por así decirlo, es el instinto de reproducción (un instinto que es creador). El mismo Crowley explicó en una anotación del Libro de la Ley, su famoso y polémico mandamiento, en el que se oculta la más profunda ética, donde la individualidad es universalidad:

De nuevo  “Haz lo que quieras”, el más sublime y austero precepto ético jamás pronunciad, más allá de ser aparentemente licencioso, es entendido después de un análisis, como “toda la ley”, la única suficiente garantía para  la acción humana, el autoevidente Código de Derecho, la identificación del Destino con el libre Albedrío, y el fin de la Guerra Civil al interior del hombre al nombrar el canón de la Verdad, la conformación de la cosas consigo mismas, para determinar cada uno de sus actos “Haz lo que quieras” es pedir que las estrellas brillen, que los viñedos produzcan uvas, que el agua llegue a su cauce; el hombre es el único ser que ha porfiado para ponerse en contra de sí mismo

Considerado siempre como blasfemo y sacrílego, su blasfemia y sacrilegio siempre fue en contra de los hipoocresía y la ilusión de la sociedad dominante. Su supuesto satanismo no puede ser extrapolado de esta crítica feroz de la religión cristiana –esa religión que ha asesinado a más personas que ninguna otra y que sobre todo ha generado un trauma masivo en  la psique del hombre. Crowley se llamaba la Gran Bestia,  epíteto del diablo, pero ese diablo era la energía sexual el instinto, en contraposición a la moral cristiana –la moral cristiana de la Iglesia y no de Cristo. Sobre el diablo, escribió:

Es el hombre vuelto Dios, exaltado, entusiasta; ha llegado conscientemente a  toda su dimensión, y por lo tanto está listo para emprender su camino por la redención  del mundo. Pero no puede aparecer en su forma verdadera: la visión de Pan lleva a los hombres a la locura con pánico. Se debe ocultar a sí mismo en su disfraz original. Por esto aparentemente se convierte en el hombre que era al principio; vive la vida de un hombre, en realidad es el hombre total. Pero su imitación lo ha hecho maestro del Evento al darle el entendimiento de que sea lo que sea que le suceda es la ejecución de su voluntad verdadera.

No es exagerado decir que Crolwey lleva el individualismo hasta lo sagrado. Si buena parte de lo que ha logrado y luchado la filosofía moderna es el liberar al hombre del yugo de las viejas y anquilosadas estructuras –y esto es la posibilidad de creer en lo que se quiera, la revolución sexual, el derecho a la autonomía, etc.— sacudirlo de todo lo que oprime su propia fuerza, todas estas cosas que hoy se asocian con la libertad y el progreso, entonces tenemos que  incluir a Crowley entre uno de los pensadores más importantes de la modernidad (un héroe byronico), uno de sus más radicales (esquizofrénico como nosotros), pero también uno de los más (secretamente) influyentes (no es baladí que su rostro aparezca en la portada del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band). Las trampas del ego son muchas, pero por momentos Crowley encontró la visión de la voz , el fuego de ángel y la serpiente, la visión de la estrella oculta. Y eso es algo que merece que hoy lo recordemos y brindemos con una sonrisa picaresca, maligna y divina.