Piensa en un cerdo volador: cómo funcionan las metáforas en el cerebro
Por: Luis Alberto Hara - 07/17/2013
Por: Luis Alberto Hara - 07/17/2013
La relación entre las palabras y el cerebro ha dado lugar a interesantes investigaciones para comprender cómo los humanos construimos imágenes verbales y podemos visualizarlas a pesar de que no existan objetivamente en la realidad. Digamos que si escuchamos la frase "Un cerdo volador cruzó el cielo", sabemos que probablemente no se trata de una noticia real (o que se trata de un video de Pink Floyd); pero lo fascinante de la relación entre cerebro y lenguaje es que el cerebro es capaz de crear las realidades verbales, aunque estas no existan en el mundo objetivo.
Durante los 90 se creía que el cerebro albergaba un módulo o zona específica para el lenguaje. Lo que científicos como Benjamin Bergen de la Universidad de California encontraron fue que el lenguaje no estaba "guardado" en un lugar del cerebro, sino que la función lingüística era producida por el cerebro en su totalidad. Más importante, al escuchar una frase el cerebro hace que la sintamos para poder entenderla.
Por ejemplo: si alguien lee la frase "el jugador lanzó la pelota a primera base" mientras que el cerebro está conectado a un aparato de resonancia electromagnética, las partes del cerebro dedicadas a la visión y el movimiento se iluminan. "La pregunta es ¿por qué?", dice Bergen. "Ellos sólo escucharon lenguaje. ¿Por qué [sus cerebros] se preparan para actuar? ¿Por qué pensarían que estaban viendo algo?"
Una de las respuestas puede ser que cuando el cerebro encuentra un conjunto de palabras que describen una acción, el cerebro simula experimentar la experiencia. Tal vez sea por eso que sentimos asco si escuchamos las palabras "vómito" o "sangre" y sentimos placer si escuchamos algo como "pastel de chocolate": para el cerebro las palabras son acciones.
"La manera en que entiendes una acción es recrear en tu sistema de visión lo que sería percibir dicho evento, y recrear en tu sistema motor lo que sería ser ese jugador, tener esa pelota [de beisbol] en tu mano y lanzarla", dice Bergen. ¿Pero qué pasa con palabras o frases para las cuales no tenemos referentes concretos en la experiencia, como el famoso cerdo volador? Según Bergen, nuestro cerebro puede recrear también estas imágenes echando mano de cosas que sí conocemos (por ejemplo, cerdos y pájaros, incluso superhéroes), creando así la sensación o la visión de algo que no existe, pero que podemos entender. Lo mismo ocurre con ideas filosóficas o abstractas, como alma, justicia o incluso la noción de significado.
"Lo que estamos diciendo cuando hablamos de significado es, ¿ves lo que yo veo? ¿Mi punto es claro como un cristal? Tal vez: lancemos un poco de luz sobre el asunto", es decir, estamos extendiendo nuestras experiencias físicas a nuevos campos, transformándolas en metáforas. Una investigación de Krish Sathian de la Universidad de Emory, comprobó que cuando un sujeto escucha una metáfora (como "tuve un día duro"), al menos para su cerebro, el adjetivo "duro" está referido a una experiencia táctil, física, a pesar de que el contexto sea metafórico. Tal vez sea por eso que pacientes con síndrome de Asperger, por ejemplo, sean incapaces de comprender metáforas, pues su cerebro les envía la imagen literal (por ejemplo, un "punto de cristal", o un día "duro como el hierro").
"Cuando escuchamos oraciones que contienen metáforas de textura", afirma Sathian, "encontramos actividad en la parte del cerebro involucrada con sentir superficies." La conclusión que se ha extraído de esto es que el cerebro no procesa el lenguaje en una zona específica, sino que "realmente está trabajando en un sistema altamente distribuido". Esto es lo que hace posible tanto la comunicación humana como el disfrute de las obras literarias: lo que las palabras hacen es trazar una ruta de sensaciones que el cerebro interpreta y reproduce.
[NPR]