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Investigador del comportamiento ecológico encuentra semejanzas entre las sociedades humanas y las colonias de la hormiga argentina, sobre todo en lo que respecta a la pérdida de la individualidad entre grupos multitudinarios.

Durante mucho tiempo las abejas y las hormigas se han utilizado como el ejemplo máximo dela organización colectiva, la excelencia en el mundo natural de lo que puede lograrse con una coordinación perfecta entre los individuos de una misma especie: subordinación, disciplina y obediencia del individuo cuya importancia se sacrifica por el bienestar de la comunidad.

Estas fabulaciones fueron en cierta época retomadas por científicos serios para establecer un comparativo entre la sociedades humanas y las de estos insectos, deseosos quizá de encontrar la clave de su éxito para aplicarla en nuestro propio medio.

Dichas ideas fueron después desestimadas, argumentando que la naturaleza humana y la animal son diametralmente opuestas por nuestra presunta capacidad de decisión, de libertad, de la cual carecen los seres que, se dice, actúan solo por instinto.

Paradójicamente, podría darse el caso de que teorías expuestas hace un par de siglos vinieran a confirmarse ahora, pues de acuerdo a un investigador del comportamiento ecológico, las sociedades humanas se parecen cada vez más a colonias de hormigas y termitas que funcionan en conjunto de manera similar.

Lo anterior lo propone Mark Moffett, quien se sorprende que la organización colectiva de nuestra especie tenga mayor similitud con la de dichos insectos que con la de otros animales más cercanos evolutivamente como, por ejemplo, los chimpancés.

De acuerdo con Moffett, esto se debe en una medida al alto número de individuos que integran nuestras poblaciones, la mayoría de las cuales superan siempre el millón de personas. Estos números son inconcebibles en una sociedad de primates fuera de la nuestra, pero, en cambio, entre las hormigas es bastante común. Como estas, los seres humanos hemos encontrado las formas para lidiar con muchos de los incidentes que se originan en las sociedades multitudinarias: salud pública, infraestructura, distribución de bienes y servicios, economía de mercado, problemas de tránsito masivo, líneas de montaje y trajo en equipo complejo, agricultura, domesticación animal, guerra y esclavismo, según enlista el investigador del Instituto Smithsoniano.

“Las hormigas han desarrollado comportamientos enfocados en todos estos problemas”, afirma Moffett, haciendo énfasis en que, en la biodiversidad planetaria, solo nosotros y dichos insectos  poseemos y ponemos en práctica una idea clara de conflicto bélico.

El estudio de Moffett se centró en la hormiga argentina (Linepithema humile), cuyas colonias se forman por cientos de miles de individuos que se extiende igualmente por una gran superficie. Y si bien la especie es natural del país sudamericano, actualmente se le encuentra en casi cualquier región del planeta.

De acuerdo con el investigador, las colonias de esta hormiga pueden alcanzar tan gran tamaño porque en su funcionamiento la pertenencia a una sociedad se da anónima y no individualmente. Esto es, sus miembros se identifican como tales a partir de señales específicas y compartidas y no por su identidad individual: químicos naturales en las hormigas, conceptos abstractos en los seres humanos (la idea de nacionalidad, por ejemplo).

[Discovery]