La telequinesis es uno de esos fenómenos que por estar encasillados en la categoría de lo paranormal no siempre obtienen la atención o la seriedad que merecerían. Aunque es cierto que a esto han contribuido charlatanes cuyos trucos al final han sido evidenciados, otros personajes merecen por lo menos el llamado “beneficio de la duda” ante lo increíble de las habilidades demostradas y la aparente autenticidad de las mismas.
Y este podría ser el caso de Ninel Kulagina, una soldado del Ejército Rojo que descubrió que en situaciones emocionalmente críticas, especialmente si se enojaba mucho, ejercía una especie de control mental en la habitación donde se encontraba. Al principio pensó que se trataba del fenómeno conocido técnicamente como “poltergeist”, en el una fuerza energética exterior se manifiesta con acciones inexplicables a no ser por la intromisión de dicha entidad. Sin embargo, Kulagina se dio cuenta que el movimiento aparentemente autónomo de objetos provenía de ella misma y no de un espíritu o cualquier otra entidad metafísica.
Lo curioso es que este descubrimiento no la sumió en el pánico sino que, por el contrario, la mujer aprendió a dominar su habilidad, a someterla a su voluntad e incluso ofrecerla al estudio de la ciencia. Entre las muchas exhibiciones dadas por Kulagina con estos fines científicos, se encuentran los exámenes conducido por Edward Naumov y Genady Sergeyev, quienes en sendas ocasiones dejaron constancias de cómo Kulagina podía encender fósforos o romper huevos sin tocarlos (en el caso de estos últimos, incluso separando la clara y la yema, llevando a cada una a extremos opuestos de un tanque de agua). Asimismo, se dice que en cierto momento la mujer trascendió la barrera de lo inanimado y ejerció la telequinesis sobre materia viviente al acelerar y después detener el corazón batiente de una rana suspendido en una solución, esto manipulando directamente las células del órgano.
En algunos de estos experimentos Sergeyev descubrió que el poder de Kulagina podría encontrar su fuente en el campo electrostático en torno suyo, particularmente intenso en condiciones de estrés físico y emocional, de donde se derivaría la capacidad para magnetizar objetos y acercarlos o alejarlos según lo quisiera.
Por desgracia Kulagina no ejerció la telequinesis sin consecuencias para su salud corporal. Además de agudos dolores en su espina dorsal y visión borrosa, hacia finales de la década de 1970 la mujer sufrió un ataque cardiaco que casi le costó la vida. Más tarde se le encontraron síntomas de diabetes, ritmo cardiaco irregular, problemas en el sistema endócrino, dolor en sus extremidades, problemas motrices y mareos constantes, todo, según los investigadores soviéticos que la observaban, debido a su habilidad telequinética. Kulagina murió en 1990, después de haber empleado lo menos posible su don.
El caso de esta mujer es, hasta ahora, uno de los más sólidos en el llamado ámbito de lo paranormal, pues no parecen existir refutaciones contundentes a los estudios emprendidos por los científicos soviéticos más allá de acusaciones conspiratorias fácilmente reductibles a la ideología y la propaganda.
Y es que este es uno de los pocos ejemplos cuyos antecedentes nos invitan a dudar seriamente de nuestras creencias o nuestro escepticismo.